Los programas de realidad han ganado popularidad mundial debido a varios factores. En primer lugar, ofrecen una forma de entretenimiento que permite a los espectadores sumergirse en la vida de otras personas, ya sea a través de competiciones, convivencias o situaciones cotidianas. Esto genera un sentido de conexión con los participantes y puede satisfacer el deseo humano de observar y analizar las interacciones sociales.
Además, en un mundo donde la tecnología ha facilitado la conexión virtual pero ha aumentado la sensación de soledad, los realities ofrecen una especie de escape social. Los espectadores pueden sentirse parte de una comunidad al discutir los eventos del programa con amigos, familiares o en línea a través de redes sociales.
SOMOS MÁS VOYEURS DESDE LA PANDEMIA

La pandemia ha exacerbado esta necesidad de conexión y entretenimiento, ya que muchas personas se han visto obligadas a quedarse en casa y limitar sus interacciones sociales. En este contexto, los realities proporcionan una vía de escape y distracción que permite a los espectadores sumergirse en las vidas y dramas de otros, incluso si es de manera virtual.
Por último, las redes sociales han contribuido a la popularidad de los realities al crear una cultura de compartir y comentar sobre la vida de otras personas. Los programas de realidad alimentan este interés al ofrecer una ventana a las vidas de los participantes, lo que a su vez genera discusiones y debates en línea, lo que aumenta aún más su relevancia y audiencia. Pero hoy queremos centrarnos especialmente en los motivos psicológicos detrás del éxito de este tipo de espacios.
TELEVISIÓN BASURA

Los realities se han vuelto una constante en la programación televisiva de países de todo el mundo, atrayendo audiencias masivas que se cuentan por millones. Aunque su éxito inicial puede disminuir con el tiempo, siempre hay un nuevo programa con el mismo formato listo para ocupar su lugar. A pesar de las críticas que los etiquetan como «televisión basura», debido a su enfoque crudo en aspectos negativos de la naturaleza humana, la audiencia sigue siendo considerable. Muchos espectadores se sienten enganchados por estos programas, a pesar de experimentar un sentimiento de «placer culpable» al disfrutar de ellos.
NOS MOTIVAN A REFLEXIONAR SOBRE NUESTROS VALORES

Los realities generan cotilleo y discusión sobre los personajes, lo que nos ayuda a reflexionar sobre nuestras propias emociones y valores. Nos permiten identificar qué aspectos de la personalidad y comportamiento de los participantes aprobamos o rechazamos, y cómo nos comparamos con ellos.
En lugar de simplemente juzgar a los participantes, estos programas nos ofrecen la posibilidad de definirnos y posicionarnos en relación con diferentes situaciones y emociones. Nos ofrecen un espacio de realidad alternativo al de nuestra vida cotidiana, y nos exponen a nuevas y diversas emociones, actuando como un laboratorio de experiencias y sentimientos que nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos.
NOS HACEN SENTIRNOS PODEROSOS

Este tipo de programas realmente dan poder al espectador. Se convierten en una especie de omnisciente que puede observar, evaluar y juzgar las acciones de los participantes. Y a veces, ¡incluso podemos influir en su destino con votaciones por mensajes de texto, llamadas o a través de la aplicación móvil del programa!
La dinámica de transgresión puede resultar adictiva, incluso cuando nos hace sentir un poco de vergüenza ajena. Es como si nos atrapara la curiosidad y el morbo por descubrir hasta dónde pueden caer los protagonistas. Es fascinante y, admitámoslo, un poco morboso y adictivo seguir viendo para ver qué más sucede y cómo evolucionan las situaciones.
NOS GUSTA EL DRAMA Y LA TRANSGRESIÓN

Un estudio «The Visual Impact of Gossip» de Eric Anderson, publicado en la revista Science, revela que nuestro cerebro tiende a prestar más atención a las personas de las que conocemos información negativa en comparación con aquellas de las que sabemos cosas positivas o neutras. Los participantes en el estudio recordaron con mayor frecuencia a las personas sobre las que habían escuchado chismes o informaciones negativas.
Este hallazgo proporciona una explicación científica al éxito de los realities y de otros espacios de telebasura. Parece que nuestra fascinación por el drama y la controversia está arraigada en la forma en que procesamos la información y recordamos las experiencias sociales.
LOS REALITIES NOS SACAN DE NUESTRA RUTINA

Lo que realmente despierta nuestras emociones, es aquello que se aparta de la norma, que va más allá del estado emocional medio en el que nos movemos en nuestra vida diaria. Este concepto es respaldado por sociólogos que argumentan que muchas de nuestras emociones fundamentales son negativas, y esto podría estar relacionado con nuestro proceso evolutivo. Los actos bondadosos nos atraen, pero su impacto emocional puede ser menos inmediato que el de las experiencias negativas.
El espectador de realities busca escapar de la monotonía y activar su gama emocional. Quiere sentirse alerta, tenso, estimulado, y busca una respuesta emocional a lo que ve. En otras palabras, estos programas ofrecen una experiencia emocional intensa y estimulante que despierta nuestros sentidos y nos mantiene en vilo, rompiendo la monotonía de la vida cotidiana.
PREFERIMOS EL ENTRETENIMIENTO A LA INFORMACIÓN

Si observamos las programaciones televisivas, nos daremos cuenta de que el entretenimiento domina gran parte de la oferta. Esto se debe a que vivimos en una economía donde la atención es un recurso sumamente valioso. Con la sobreabundancia de información y la constante avalancha de estímulos a los que estamos expuestos diariamente, nuestra atención se convierte en un bien escaso y preciado.
En este contexto, el entretenimiento se convierte en la moneda de cambio principal para captar y mantener nuestra atención. Los medios de comunicación compiten por atraernos ofreciendo contenido que nos divierta, emocione o nos haga pasar un buen rato. Es más fácil vender entretenimiento que información, ya que este último requiere una mayor atención y compromiso por parte del espectador. Por lo tanto, los programas y contenidos que ofrecen entretenimiento suelen tener más éxito en términos de audiencia y rentabilidad económica. En resumen, en la era de la economía de la atención, el entretenimiento es el rey.