La Estrella de la Muerte como un Calatrava galáctico

El arquitecto Santiago Calatrava despierta polémica en España, especialmente por un conjunto de factores que unen su obra a la especulación urbanística en España durante los peores momentos de la burbuja inmobiliaria.

Sin embargo, él se ha defendido de las críticas y sigue inaugurando obras por todo el mundo. Una de las últimas, el intercambiador Óculus de Nueva York, fue inaugurado este mismo año. En octubre, ademas, se puso la primera piedra de La Torre de Dubai, que se convertirá en el edificio más alto del mundo cuando se complete, y construirá además el pabellón de Emiratos Árabes para la Expo 2020, en el mismo emirato.

¿Y qué tiene que ver Calatrava con la Estrella de la Muerte? La estación de combate que destruyó Alderaan ha sido motivo de mucha especulación con el paso de los años. Su diseño ha provocado momentos hilarantes, como esta carta abierta de uno de sus ingenieros, defendiendo la ubicación de los conductos de ventilación. O el famoso vídeo de Clerks en el que se habla de los trabajadores autónomos de la Estrella de la Muerte.

Incluso se han producido estudios sobre los costes «reales» de la estación de combate, el coste de su construcción en el PIB galáctico o el impacto de la pérdida de Alderaan en la economía del Imperio.

Uno de los más populares fue el paper¡Es una trampa! La píldora envenenada del emperador Palpatine‘, en el que el profesor de ingeniería financiera Zachary Feinstein, de la Universidad de Washington, no sólo cifraba el coste de fabricación de ambas Estrellas de la Muerte, sino que modelaba el impacto de su destrucción por parte de la Rebelión.

Un rescate financiero galáctico.

Lo hacía, además, con precisión: Tenía en cuenta el impacto sobre los bancos de perder una infraestructura clave sobre la que aún recaía una deuda hipotecaria estelar y barajaba el tipo de rescate financiero que deberían hacer los nuevos gobernantes de una galaxia muy, muy lejana para impedir la caída de los bancos sistémicos afectados.

Lo curioso de todo esto es que el nuevo film Rogue One toma en cuenta una posibilidad que hasta ahora nadie se había tomado muy en serio: ¿Y si la primera Estrella de la Muerte fuese un proyecto casi amortizado por el Imperio y sin demasiadas esperanzas de que fuese a salir adelante? Algo parecido a lo que pasó con dos obras fallidas de Calatrava, el Spire de Chicago y la Città dello Sport en Roma.

spire

Por supuesto, no es que Palpatine y sus secuaces no estuvieran interesados en hacer que la Estrella de la Muerte fuese operativa. El coste de construcción fue, sin duda, abrumador, pero la actitud de Moff Tarkin en Rogue One es radicalmente diferente a la que vemos en el Episodio IV.

Un villano diferente

Uno de los aspectos interesantes del argumento es que el villano del film, Orson Krennic, un personaje que carece del típico acento shakespeariano de otros ‘malos’ de la saga, representa una clase menos privilegiada de un Imperio que tiende a lo elitista.

Es un mando que ha alcanzado su posición en la jerarquía a pesar de no estar en la élite y que ha apostado toda su reputación a la correcta puesta en marcha de la Estrella de la Muerte. Es como un alcalde cuyo cargo depende de la inauguración de un puente resbaladizo antes de las elecciones y sin dinero para poder hacer correctamente el mantenimiento. En una variante del popular dicho, podemos afirmar que a quien asfixia Darth Vader no sale en la foto.

Krennic no sólo tiene que tener éxito, sino evitar que su superior, Grand Moff Tarkin, le coma la tostada y se quede con todo el mérito. Si Rogue One es una película original en cuanto a cómo habla de la intravida de la Rebelión y la existencia de facciones claramente extremistas, también lo es en su análisis de los mandos imperiales.

¿En qué se parecen entonces las obras de Calatrava a las dos estaciones de combate ideadas por George Lucas?

Un diseño muy original, grandiosidad, la voluntad de que sea un hito de una administración en concreto, los sobrecostes, las luchas políticas involucradas en su construcción, las dudas sobre si los problemas encontrados son de diseño o de ejecución, los problemas de durabilidad o la oposición de ciertos sectores a la construcción de estructuras tan mastodónticas.

Lo que se puede decir, eso sí, es que las obras de Calatrava no han causado la muerte de nadie. Más o menos.