Málaga, ahogada por la gentrificación

Francisco de la Torre revalida alcaldía una legislatura más. A sus ochenta años, lleva más de dos décadas al frente del consistorio de la capital de la Costa del Sol. Veintitrés años en los que no solo ha dirigido el mayor crecimiento de la ciudad, sino que ha colocado a Málaga como referente en el mundo.

Ya se la conoce conoce como el ‘Sillicon Valley’ del sur de Europa. Un pequeño oasis tecnológico codiciado por multinacionales de la talla de Google, Vodafone, Telefónica o Santander para instalar sus centros pero también por empresas de software ‘boqueronas’ como Freepik o Besoccer, referentes mundiales.

A esto hay que añadir una masa importante de «nómadas digitales» que ha llegado (para quedarse) tras la pandemia para teletrabajar en una ciudad con sol, playa, un buen aeropuerto y precios asequibles en relación a las capitales europeas de las que vienen, como París, Berlín, Ámsterdam o Dublín.

No es casualidad, por lo tanto, que Málaga fuera la tercera ciudad más buscada en Airbnb en 2022. La primera fue Bangkok (Tailandia) y la segunda, Sídney (Australia). En enero de este año Málaga alcanzó el primer puesto, según contó a la revista Vogue Catherine Powell, ejecutiva de la compañía.

Referente turístico

El turismo en Málaga ha cambiado en estas dos últimas. A los turistas clásicos de segundas viviendas, se une un impresionante crecimiento de la demanda nacional y extranjera de viajes de corta estancia, con la proliferación de pisos turísticos. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, la vivienda turística supone el 2,5% del total de viviendas censadas en la ciudad. Pero en algunas secciones del centro histórico, está por encima del 30%.

La provincia de Málaga recibió el año pasado 12,8 millones de turistas, 270.000 menos que en 2019. Aun así, el sector batió su récord de ingresos: 17.081 millones de euros, gracias a la atracción de visitantes con «alto poder adquisitivo». La capital también alcanzó un máximo histórico de pernoctaciones en hoteles.

En total, Málaga cuenta con 7.500 alojamientos turísticos anunciados en Airbnb, según la web Inside Airbnb. El INE, con métodos similares, contabiliza más de 6.200, lo que supone un 2,5% del total de viviendas censadas en el municipio. En algunas secciones censales del centro de la ciudad, la cifra supera el 30%. En la sección donde se ubican la catedral y el Ayuntamiento, roza el 40%. Son cifras similares a las que se encuentran, por ejemplo, en el centro de Barcelona (31% en el entorno de plaça Catalunya) y superiores a las de Alicante o Palma de Mallorca.

Atractivo para las empresas iTech

La llegada de grandes empresas, así como el éxito y crecimiento de las compañías tecnológicas nativas, ha atraído a profesionales de todo el mundo que se han instalado en la ciudad, motivados por su clima y calidad de vida. A estos se une, además, la demanda en alza de nómadas digitales quienes eligen Málaga como destino para teletrabajar, demandando así la disponibilidad de viviendas, en la mayoría de los cosas, con un poder adquisitivo superior al de los autóctonos.

Ricardo Urrestarazu es uno de los autores de un estudio en el que se destaca la presencia de fondos de inversión internacionales, sobre todo estadounidenses y británicos, en la promoción inmobiliaria de Málaga. Considera que hay que distinguir entre las empresas tecnológicas que se han creado o instalado en la ciudad, que sí pueden formar parte de un cambio de modelo productivo, y los nómadas digitales que llegan para teletrabajar, pues estos se comportan como «otro tipo de turista, que no llega con intención de quedarse en la ciudad, se mueve en los mismos ambientes que los turistas y no tiene trascendencia para el tejido industrial».

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Un escenario que tienen como referencia la cultura de ‘Silicon Valley’, y que probablemente no tenga marcha atrás. Una de las principales características que revelan esta gentrificación es sin duda el atractivo de la ciudad por importantes fondos de inversión. Estos, se han hecho con el 50% del mercado, en parte debido al hundimiento de las empresas locales durante la crisis de 2008. «En apenas siete años, han pasado de no existir a dominar», concluyen Urrestarazu. Es una situación rara en España. Entre las zonas más dinámicas, solo Madrid tiene una participación tan grande de los fondos internacionales en el sector.

«Los fondos no son los causantes del aumento de los precios de la vivienda», matiza Urrestarazu, «pero se están beneficiando de unas condiciones favorables». Entre ellas destaca «la ausencia de políticas públicas» que pongan límites a su actividad. «En otras ciudades», reflexiona, «al menos, se está intentando».

Una gentrificación insostenible

Con un salario medio de 23.693 euros anuales (con un incremento interanual de apenas un 0,8%), un 15% de paro y el comercio y la hostelería como sectores con más trabajadores (el 18% y el 11% del total, respectivamente), los inquilinos de la provincia de Málaga son los que mayor proporción de sus ingresos deben destinar al pago del alquiler. Según un reciente estudio de Fotocasa junto a Infojobs, Málaga es la provincia donde más se ha encarecido el precio de la vivienda en alquiler en el último año, un 25,8% (los malagueños han pasado de pagar 10,12 euros/m² al mes en 2021 a pagar 12,73 euros/m²).

Además, en el año 2022 se practicaron 1.903 desahucios. El 78% fueron por impago del alquiler. Los precios en la capital crecieron casi un 15% entre 2015 y 2020. Más que en Barcelona y Madrid, a un ritmo similar al de Palma y Valencia. «Los jóvenes lo tienen difícil», lamenta el economista, «Si no tienes unos padres que te den 40.000 euros para la entrada del piso, el futuro aquí es complicado».

El Observatorio de Medio Ambiente Urbano del Ayuntamiento de Málaga señala en un informe reciente que el 45% de las compras de vivienda en la capital se hacen sin préstamo hipotecario. Los anuncios de venta de pisos «para invertir» se encuentran en las farolas, en los folletos y en las webs. En distintos puntos de un municipio que ya cuenta con poco suelo disponible, se construyen o se proyectan torres de viviendas de lujo. El presidente del Colegio de Arquitectos de Málaga, Francisco Sarabia, advirtió recientemente de que la oferta de vivienda nueva es de «alto standing» y «no satisface la demanda de los malagueños» si no la de inversores o particulares ricos. Sarabia calificó la situación de ‘tóxica’.

Una situación que perjudica directamente a los propios malagueños. Los jóvenes asalariados de entre 25 y 40 años, no ven la posibilidad de emanciparse. Los profesores, enfermeros, médicos y demás profesionales interinos, no encuentran pisos cuando les ofrecen contratos porque no los pueden pagar. «Otro perfil son los trabajadores y trabajadoras migrantes, cuyas condiciones son nefastas y sufren racismo y chantajes, y un tercer grupo es gente mayor de la ciudad con pocos recursos, que lleva muchos años de alquiler pero ahora se ve presionada por los nuevos propietarios», asegura Curro Machuca, del Sindicato de Inquilinos de Málaga.

Una ciudad para los “forasteros”

Hoy en día el centro es de las miles de viviendas turísticas ofertadas en Airbnb, la ciudad tan solo cuenta con 4.200 habitantes censados en el Centro Histórico. «El centro de Málaga es una fábrica, una fábrica de turismo», dice Curro Machuca. «Y la gente no vive en las fábricas, acude a trabajar y luego se va». Un turismo desmedido que ha absorbido la ciudad. Barrios cercanos, antes denostados, como el Perchel, han pasado a integrarse en el colectivo turístico y autoridades e inversores hablan abiertamente de expandir el modelo del centro a toda la ciudad. Los pisos turísticos ya brotan por todas partes, incluso en barriadas históricas algo más alejadas, como La Trinidad.

Además, es el propio Francisco de la Torre el que promueve la construcción de lujosas torres en distintos puntos de la ciudad, alegando que «las oportunidades de éxito de todas las barriadas son mayores, todo va a valer más». Este «éxito urbanístico» es el mismo que ha expulsado a la población local a municipios cercanos como Cártama o Alhaurín, donde los precios son algo más asequibles. Curro Machuca habla directamente de una «fractura social cada vez más profunda entre quienes se benefician de esto y una mayoría que no».

«El que tiene más de una vivienda está feliz. El hostelero está feliz. Quien trabaja en hostelería igual también está feliz», valora Ricardo Urrestarazu. Sin embargo, el economista percibe el crecimiento de un descontento «no por los precios de la vivienda, sino por el nivel de saturación turística en general». El precio de la vivienda es solo uno de los efectos negativos de esta turistificación, la vista de la vivienda como un activo de mercado es el problema real en una ciudad con una creciente población, pero con una oferta inmobiliaría ‘accesible’ estancada.

Un discurso que distorsiona mucho los problemas reales de la localidad; falta grave espacios y servicios públicos, de zonas verdes y de muchos barrios que están olvidados.