Vivimos en la época de los reality shows. Desde que comenzó la temporada -en septiembre de 2016- ya hemos visto como se han sucedido en nuestras pantallas las distintas ediciones de Gran Hermano, tanto el de personajes anónimos como el de celebrities. Y ahora comienza Supervivientes.
Estos programas reparten grandes sumas para los vencedores, por lo que los más asiduos a este tipo de shows se han acostumbrado ya a las múltiples luchas y estrategias que se suceden y siguen los concursantes para llegara lo más alto. En definitiva, es efectivo y un buen modo de alcanzar popularidad y obtener ingresos de manera sencilla.
Pero ¿la cantidad es excesiva? Probablemente a día de hoy no -al menos en el sueldo diario-, aunque lo fue en las primeras ediciones, donde los concursantes habrían rondado los 3.000 euros al mes de participación. Ahora, la cifra, según desveló un ex-concursante de la catorceava edición rondaría entre los 25 y 50 euros cada día y 1.200 euros de entrada, por participar.
El premio final, el que de verdad importa, es de 300.000 euros. Una cifra nada desdeñable para los concursantes y aventureros que se deciden a a acudir a la edición y se convierten en el favorito final del público. En la variante para famosos, el ganador se embolsa una cantidad final de 100.000 euros.
Encontrándonos ante una situación en el que se asegura -día sí, día también- que buena parte de nuestra atención se dirige a programas basura y hemos dejado a un lado la cultura cabe hacerse una pregunta ¿qué da más beneficios ganar un reality show o ser galardonado con el Nobel?
Y es que, si existe un galardón que premia la labor de las cabezas pensantes más ilustres del mundo, el Nobel se lleva la palma. El premio se instituyó en 1895, como última voluntad del industrial sueco, Alfred Nobel, y se otorga en diversas categorías: física, química, literatura, fisiología o medicina y el de la paz.
Pero, y dejando a un lado el prestigio, ¿cuál es la cuantía económica con la que se premia al vencedor? En primer lugar, cabe recordar que el dinero de la Fundación Nobel, a través de la cual se gestiona la celebración de esta gala de entregas, cuenta con los propios fondos del fundador -que dejó en legado- para ser invertidos y generar beneficios con el tiempo, pero nunca retirados.
Así y con todo, el montante actual de cada premio -por categoría- es de ocho millones de coronas suecas, que se traducen en 875.000 euros; aunque es cierto que la cantidad final no siempre ha permanecido fija. En 1901, por ejemplo, primer año de entrega, los vencedores se tuvieron que conformar con tan solo 150 782 seks, mientras que la cifra más alta se ha repetido entre 2001 y 2011, con 10 millones e coronas suecas: 1,2 millones de dólares, aproximadamente.
Es decir, y por fortuna, parece que todavía priman más la cultura y las ciencias que el espectáculo. Un merecido reconocimiento al esfuerzo a tantos investigadores que logran hacer de este mundo un lugar mejor.
Solo 50.000 euros para los ganadores del Princesa de Asturias
En España, contamos con unos galardones similares: los premios Princesa de Asturias, que se han convertido también en todo un referente a nivel mundial -a pesar de su no tan extensa existencia-. En ellos, se valoran ocho categorías; entre las que se encuentran las siguientes: Artes, Letras, Ciencias Sociales, Comunicación y Humanidades, Investigación Científica y Técnica; Cooperación Internacional, Concordia y Deportes.
Además de un diploma y una insignia -y una escultura de Joan Miró– los galardonados en alguna de estas categorías reciben un total de 50.000 euros. Una cantidad muy por debajo de la que se reparte en la ceremonia sueca. Una compensación al esfuerzo muy por debajo tanto del premio repartido en Gran Hermano, como el que se entrega a los vencedores de los Nobel.































En román paladino esto significa que vamos a seguir teniendo más de lo mismo: un mayor ajuste de los márgenes, para evitar problemas en tanto en cuanto el negocio no mejore. Y, de momento, se puede comprobar cómo no es así; dado que los márgenes han seguido cayendo durante el 2016. Así que la solución -por ahora- seguirá siendo la misma: cerrar más oficinas para poder reducir los costes. Hasta el momento, y desde 2008, las entidades de la AEB (que engloba a los principales bancos españoles) han reducido un 35% el número de oficinas; y un 30% el de los empleados. Sólo en el último año han despedido a 1.415 trabajadores y han cerrado 663 locales.






Colombia y la nuclear han centrado parte de la Junta, en donde también se ha hablado también del Autoconsumo y el famoso «impuesto al sol«. Para Vilaseca estamos «ante un problema». ¿Cuál? Que todo aquel que tiene placas solares en su casa, necesita un «enchufe» a la red para que le sirva de respaldo cuando no hay condiciones solares suficientes. Es decir, «algo costosísimo para unas pocas veces al año«, ha dicho.
Parece mentira, pero así es: la máquina más puntera de Sony puede convertirse en el nido perfecto para los insectos más asquerosos de la naturaleza: las cucarachas, por lo que no es recomendable la adquisición de la misma para los más escrupulosos con estos bichos.
Apple tuvo que hacer frente a las críticas, tras lanzar al mercado el sexto modelo de su smartphone. La primera llegó al constatar, los primeros usuarios del iPhone 6, que su nuevo dispositivo se doblaba con facilidad al llevarlo en el bolsillo.
El futuro de la automoción pasa por dejar a un lado los combustibles fósiles y acercarse poco a poco, desarrollando modelos, a las energías renovables. Sin embargo, el cuidado por el medio ambiente también comporta una serie de problemas.
Parece que el gigante surcoreano no es capaz de contentar a sus clientes con los últimos modelos que está lanzando al mercado; aunque la peor crisis como institución la sufrió con la llegada en septiembre de 2016 del último modelo Note.
En efecto, uno de los campos con tendencia al alza para diversos sectores -entre los que destacan la industria de los videojuegos y la audiovisual– también viene con una serie de efectos secundarios perjudiciales para los usuarios.

Los smartphones se han introducido en la práctica totalidad de la población -al menos en occidente-. Sin embargo, tener abiertas todas las puertas de Internet en cualquier lugar y momento puede tener consecuencias nefastas para los usuarios menos precavidos.
Cabe destacar que la participación en el capital de estas compañías se ha hecho a gran escala, superando en gran parte de las mismas el 50% del accionariado.






















Sin embargo, en Atresmedia prefieren permanecer al margen de lo ocurrido. Ni una palabra en los resultados entregados hoy; a fin de cuentas son empresas independientes (aunque tengan accionista en común); pero tampoco en la Junta de Accionistas celebrada este miércoles. En ella lo más destacado fue el llamamiento que hizo el presidente de Atresmedia, José Crehueras, para que el
Sí hubo, sin embargo, más preocupación por dos asuntos clave para el grupo Atresmedia y su futuro: la renovación de los derechos de la Champions (que vencen en junio de 2018) y sobre el que rehusaron hacer comentarios «para no dar pistas a la competencia»; pero también sobre la evolución bursátil de la compañía. Las acciones del grupo cotizan a 11,51 euros; en el último año se han revalorizado apenas un 1,6%; algo que desató la preocupación de algunos minoritarios que preguntaron si la compañía tenía previsto adoptar medidas para tratar de incrementar el precio. Sin embargo, Crehueras fue claro: «es un proyecto industrial y, por tanto, no nos planteamos medidas para controlar su precio».











