En el preciso momento en que aparece un nuevo escándalo de corrupción saltan las alarmas. La sociedad y las bolsas tiemblan de miedo ante la situación. Es un comportamiento real y se está produciendo en la actualidad. El destape de la Operación Lezo provocó que la Guardia Civil registrase ayer las sedes de OHL e Indra, envueltas en el caso de la supuesta financiación ilegal del Partido Popular.
Tan pronto se conoció la noticia, las Bolsas comenzaron a reaccionar. En el caso de España, las cotizaciones de OHL se desplomaron un 9% y 2,4 puntos las de Indra. Reinaba el caos pero la cabeza fría de algunos, frente a la desesperación por la noticia, les abre una nueva puerta de negocio.
Y es que, como en todo, los hay que saben ver el lado positivo a todas situaciones. Este desplome del precio de las acciones supone para algunos una importante oportunidad de negocio, una oportunidad para invertir.
“Es más una oportunidad para invertir”, explica el analista de BlackBird, Marc Ribes. La pregunta es, ¿por qué? Para ello Ribes expone un asunto importante, y es que “la compañía no es para nada lo que son sus administradores. Los administradores son prescindibles pero la compañía es de los accionistas”.
El hecho de que entre la Guardia Civil en la sede de una compañía es muy llamativo
Para ello, insiste en la necesidad de “valorar las cosas siempre con firmeza y con la cabeza muy fría” para que no reine el pánico.
El analista de BlackBird explica que todo caso de corrupción que salpica a alguna empresa “queda (finalmente) en el olvido” y es probable que “dentro de un mes ni nos acordemos de esto”. Para ello se basa en que la sanción a la que tenga que hacer frente la compañía “puede venir más por parte de los administradores que por la propia sociedad”, concluye.
Un runrún a corto plazo
El registro que realiza la Guardia Civil en una compañía, explica el economista Javier Santacruz, “siempre provoca caídas en Bolsa”, aunque estas bajadas son “cuestión de flor de un día”. Los primeros días “son bastante confusos”, continúa, y eso provoca daños a los accionistas.
Pero bien, no tiene nada que ver el análisis a corto plazo y el que se realiza a largo plazo. El primero hace referencia a “qué piensa el mercado”, mientras que el segundo es “el impacto real”, detalla Marc Ribes, que se está produciendo en la compañía.
Para explicar este asunto es preciso aportar una serie de datos. Desde mediados de abril de 2016, la cotización de OHL cayó un 30%. Sin embargo, el inicio del 2017 ha sido positivo porque el valor de las acciones aumentó un 11%.
De esta forma, el análisis diario no muestra los efectos de la compañía porque, como dice Santacruz, el valor de las acciones puede “caer un 10% y al día siguiente subir otro 10%, un 14, un 5”. Es decir, que un analista financiero “no puede sacar ninguna conclusión con una caída en bolsa del 10% y, evidentemente, en este caso menos todavía”.
Lo mejor es, como explican los dos analistas, esperar, mantener “la cabeza fría, pensar en el plan estratégico, ver cómo puede afectar esto al plan estratégico”, expone Ribes. Después de ello es el momento de “ver si de aquí a unos meses hay algún problema con estas empresas”, añade Santacruz.
Las bajadas que se producen a corto plazo son más “por el runrún, porque a veces el mercado empieza a buscarle tres pies al gato”, señala Ribes, “y luego es cuando el mercado de verdad piensa en la estrategia, en la compañía”.
En este sentido, explica que “a corto plazo claro que afecta porque el hecho de que entre la Guardia Civil en la sede de una compañía es muy llamativo, pero al final no estamos hablando de un caso como el de Volkswagen, que es un tema de corrupción que afecta al desarrollo y ejecución de su producto vendido y que eso, evidentemente, puede repercutir en una multa a la compañía muy importante. Eso sí que tiene una afectación en la capitalización”.
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Dice Ribes que el caso de OHL e Indra son distintos porque “aunque pueda haber una implicación penal de los administradores de la compañía, en principio no afecta al plan estratégico del mismo porque la compañía se centra en unas cosas independientemente de cuál sea el administrador que en ese momento está administrando la sociedad”. Aunque destaca que este administrador “sí puede acabar en la cárcel si finalmente hay culpabilidad en los presuntos asuntos que se están enjuiciando”.
La caída de las acciones supone una oportunidad para invertir
Esta caída no significa una desconfianza por parte de los inversores, explica Santacruz. “Ha habido casos gigantescos donde no ha habido una retirada de confianza, sino más bien que si una persona decide vender todo el capital flotante que hay en bolsa – lo que va cambiando de manos todos los días -, provoca la caída del valor”.
Por tal razón, Santacruz no da mucha importancia a este asunto, al cual ve como “un movimiento más de mercado” y no un “problema en que eso vaya a repercutir” en el futuro de las empresa.
¿Una mancha en la reputación?
En el caso de OHL, no es el primer caso de corrupción en el que se ha visto envuelto. Los últimos años de esta compañía han sido muy llamativos “porque le han caído muchas en los últimos años”, dice Santacruz.
Aun así, no tendría por qué suponer una mancha sobre la compañía porque, como añade Ribes, “es un conflicto interno y no mayor”. Para ello se basa en el pasado. “Lo que se ha valorado – sobre OHL – en estas fechas que ha subido mucho es que ha conseguido darle la vuelta a la situación, ha dejado la ampliación de capital y se va a centrar en generar beneficios en un programa que creemos que, con todas las dificultades que va a hacer, es posible que lo consiga”.
En esto último es en lo que se fija Santacruz a la hora de analizar una empresa. Pone atención “en su gestión como en su modelo de negocio, la tecnología que tienen” y no en si cae o baja un día porque eso, como dijo anteriormente, “es flor de un día”.