El humorista, el topo y el juerguista

Donald Trump provocó risas la semana pasada con su intervención en la Asamblea General de NNUU. No por contar chistes, sino al listar sus éxitos. Ello evidenció el actual aislamiento internacional de unos EEUU contrarios al multilateralismo, mejor valladar frente a conflictos que el nacionalismo que asola también en Europa. Trump no piensa que se rieron de él o de su parlamento, sino que todos juntos lo pasaron bien (“we had a good moment”).

El problema no es que el presidente de los EEUU sea un espectáculo ante la comunidad internacional y que en su propia Administración altos cargos suyos hayan organizado una red de complicidades para incumplir sus órdenes más descabelladas; el problema es que los intereses del mundo occidental, que hasta ahora lideraban en buena medida desde Washington, siguen estando íntimamente imbricados. El Atlántico Norte es el “Mare Nostrum” de hoy en día y a Europa le unen más intereses con los EEUU que con otros países. Otra cosa es llevarse bien con todos, pero Trump es un problema.

Rosenstein niega querer imitar a Villarejo, aunque da la sensación de pertenecer a ese grupo de vigilantes internos de Trump

La atención política y mediática en los EEUU se ha centrado estos días pasados en un par de asuntos de vuelo más rasante como la incógnita de si Trump va a cesar al número dos de su Ministerio de Justicia y los revuelos en torno al candidato presidencial para ocupar una vacante vitalicia en el Tribunal Supremo, asimismo Tribunal Constitucional.

EL VUELO DE LOS GRAJOS POLÍTICOS

Rod Rosenstein está en el banquillo mediático y trumpiano desde que se filtró que pensaba grabar sus reuniones con el presidente para reunir pruebas de que es errático, por no decir que esta como las maracas de Machín. Rosenstein es, asimismo, el supervisor en Justicia del fiscal especial, Robert Mueller, encargado de determinar si hubo colusión entre Rusia y la campaña presidencial de Trump en detrimento de Hillary Clinton.

Rosenstein niega querer imitar a Villarejo, aunque da la sensación de pertenecer a ese grupo de vigilantes internos de Trump. Este asunto puede ser, pues, un pretexto para sustituirle y, de paso, cesar a Mueller, como Trump desea desde hace tiempo. Muchos analistas piensan que Rosenstein caerá y que la incógnita es solo cuándo. Puede que el magnate espere a que pasen las elecciones parciales de noviembre para evitar un eventual efecto negativo en las mismas.

Brett Kavanaugh es un juez conservador. Candidato presidencial para el Tribunal Supremo, debía haber sido confirmado fácilmente por el Senado vista la mayoría republicana en el mismo. Sin embargo, varias mujeres le acusaron de acoso sexual cuando todos eran jóvenes colegiales y universitarios. Hechos prehistóricos que afloraron ahora porque los tiempos cambian como lo evidencia el movimiento “Me Too”.

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Declaró una de ellas en el Comité judicial del Senado de modo impactante, pero sin pruebas. El juez lo negó todo. Prevaleció la presunción de inocencia, pero pidieron una investigación del FBI previa al voto en el plenario este fin de semana. El apresurado informe policial nada definitivo aportó en contra de Kavanaugh. Quizás su temperamento exagerado durante la comparecencia pueda servir de agarradera a unos pocos senadores indecisos. Si es rechazado, Trump propondrá otro tan conservador. Si es confirmado, algún impacto podría tener en las elecciones parciales.

Con esta mirada a los EEUU, una democracia que tres veces defendió las europeas, se comprueba que los grajos políticos no solo vuelan bajo en España. Hay, pues, que valorar positivamente la capacidad democrática de sanear la vida pública mientras Torra intenta inútilmente chantajear a Sánchez. Al menos, hace un año Felipe VI se elevó estratosféricamente señalando la lamentable ruptura constitucional en Cataluña.

Carlos Miranda es Embajador de España