¿Por qué Rusia mima a la izquierda mediática española y China a la derecha?

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha conllevado que Occidente imponga sanciones económicas al Régimen que lidera Vladímir Putin, que podrá victimizarse tras sufrir estrategias que castigan más al que las impone que al que las sufre: la censura del canal informativo Russia Today por parte de la UE, el bloqueo de Facebook de cuentas prorrusas o una portada de Time equiparando al presidente ruso con Adolf Hitler.

Russia Today, que según la UE parece ser la única cadena propagandística que emite en el Viejo Continente, es una de las atinadas puntas de lanza mediáticas del Régimen ruso, patrocinador de dirigentes ultraconservadores que desestabilizan a Occidente (Trump, Le Pen, Orbán o Salvini).

Es cierto que este canal televisivo regala simpatías en España hacia el único proyecto que ha plantado batalla contra el establishment patrio, Unidas Podemos, y este hecho quiere ser utilizado por ciertos gurús conservadores patrios que pretenden confundirlas con unos vínculos que solo existen en los sueños húmedos de los frívolos expertos geopolíticos que, muy éticos ellos, llevan años cargando contra el chavismo mientras bendicen con silencio las obscenas relaciones de la monarquía española con Arabia Saudí, campeona mundial de la violación de Derechos Humanos.

EJE PEKÍN-MOSCÚ-TEHERÁN, ESTRATEGIA DISPAR

El eje Pekín-Moscú-Teherán, que comparte enemigos con la izquierda transformadora europea, se ha colocado en el candelero por el desacertado matonismo de Putin, un autócrata que lidera con mano de acero un Régimen capitalista y homófobo donde se detienen opositores, se silencian medios críticos y se celebran elecciones con tufo a podrido.

El imperialista y ruidoso Putin juega en Occidente al ‘cuando peor, mejor’ junto a la teocrática Irán, que en España impulsó la Hispan TV que emitió el anticapitalista ‘Fort Apache’ con el mismo equipo de ‘La Tuerka’.

La estrategia de ambos regímenes se diferencian de China, que al tener mayores intereses comerciales en Occidente apuesta por una expansión silenciosa de guante blanco y por un neocolonismo pacifista sin injerencias en terceros países.

El Régimen de Xi Jinping ofrece más zanahorias que palos para hacer olvidar las sombras del Estado que lidera: una opaca dictadura capitalista que lo mismo silencia a una gimnasta que denuncia abusos sexuales que coloca en la lista negra a Jack Ma, de Alibaba.

La estrategia mediática del gigante asiático contrasta con Rusia: en España emite el irrelevante e inofensivo canal gubernamental CGTN Español, dedicado a emitir telenovelas, promocionar la economía y el turismo oriental o informar con perfil bajo.

Al Régimen de Xi Jinping también se le ha relacionado en España con el Grupo Internacional de Medios, que siempre ha negado vínculos con el Gobierno de la República Popular de China a pesar de que todos sus medios se dedican a loar al Ejecutivo oriental.

El conservador Carlos Peñaloza dirige este holding que cuenta con Radio Internacional (que ofrece un curso diario de sobremesa para aprender chino); la castiza Radio Inter que fundó Serrano Suñer (que cuenta con locutores como Albert Castillón, cercano a Ciudadanos), China FM (que emite en mandarín para los más de 200.000 chinos que viven en España) o la revista Style Internacional, que cuenta con una tirada de 60.000 ejemplares y narra, entre otros asuntos, las bondades de los negocios bendecidos por la dictadura china.

LA UCE

También niega vínculos con China el partido Unificación Comunista de España (UCE), que lidera la coalición Recortes Cero. La polémica UCE surgió del divorcio de algunos intelectuales españoles con la URSS tras la invasión de Checoslovaquia en 1968, y desde entonces ha preconizado su fascinación por China.

Este partido, tildado como secta por varios organismos oficiales, ha llegado a pedir el voto para UPyD o Ciudadanos y se convirtió el látigo fustigador del procés quizá porque China tiene una interpretación del papel de España en el tablero internacional diametralmente opuesto al de Rusia.

Y es que mientras Putin quiere desestabilizar el Estado español para que la debilidad europea facilite su expansión, China pretende que España no pierda fuerza por sus problemas territoriales con el ánimo de que pueda ejercer como contrapeso en la UE ante Alemania, con la que Xi Jinping ha tenido muchísimos problemas.

China intenta ganar peso político en Europa por varias vías que pueden vislumbrarse en el proyecto Nueva Ruta de la Seda, que apuesta por unas millonarias inversiones en infraestructuras que han sido frenadas y contrarrestadas por la UE con el plan Global Gateway, que movilizará 300.000 millones de euros para ofrecer otras infraestructuras similares que, a diferencia de las chinas, cuentan con la democracia y la sostenibilidad medioambiental como banderas.

EL PP Y CHINA

El PCE, quizá por vínculos emocionales, intentó presionar sin suerte a Pedro Sánchez para que bendijese la loable Nueva Ruta de la Seda, pero el presidente español, asesorado por Josep Borrell, se unió al eje franco-alemán y se alejó de los cantos de sirena chinos que en España patrocinaba… el Partido Popular.

Y es que en 2013 el PP, ver para creer, firmaba un acuerdo de colaboración con el Partido Comunista de China en el que se comprometía a no injerir en las políticas del Régimen pseudocomunista. El muñidor de este pacto firmado por María Dolores de Cospedal fue el sonriente Esteban González Pons, que tras quedarse sin ministerio de Mariano Rajoy se marchó a hacer lobby geopolítico, desde 2014 con despacho en Bruselas.

González Pons, ahora resucitado como previsible mano derecha de Núñez Feijóo, demostró una enorme habilidad para no salir manchado de la corrupción que anegaba la Comunidad Valenciana bajo los gobiernos de Francisco Camps, que todavía se vende como mártir, e impulsó un pacto que no fue criticado por el ejército mediático conservador.

MIMOS CURIOSOS

El modelo autócrata chino, todavía muy despistado en materia de Derechos Humanos, recibe curiosos mimos desde un anarcocapitalismo al que le molestan las urnas cada cuatro años por eso de que el populismo electoral rebaja impuestos, impide dificulta el recorte de gasto social (Europa invierte alrededor del 50% del gasto social mundial a pesar de rondar el 20% de la población global) y conlleva inestabilidad.

Es por ello que algunos periodistas cercanos a Vox admiran al autoritario Putin y otros, que todavía no han condenado la detención del periodista español Pablo González en la frontera entre Polonia y Ucrania, intentan relacionar a Rusia con Unidas Podemos.

Es el caso de Federico Jiménez Losantos, que asegura que Putin es «comunista» a pesar de que el Partido Comunista de la Federación Rusia denunció su último pucherazo electoral y está promoviendo protestas en Moscú contra la invasión de Ucrania.

Otros opinadores conservadores como Juan Manuel de Prada no se cortan a favor de Rusia: «No creemos que se pueda reprochar a Rusia que decida intervenir para atajar una masacre de compatriotas en el Donbass que dura ocho años. ¿Cuántos muertos más eran precisos para que la intervención rusa estuviese justificada?».

De Prada, una de los columnistas más atinados y libres del panorama patrio a pesar de carlistadas como las que expresa sobre Rusia, dice que «cuando los medios de cretinización de masas se refieren a Ucrania suelen soslayar un detalle sin importancia. Todo el levante ucraniano hasta Kiev no sólo forma parte de Rusia, sino que es la cuna histórica de Rusia».

«Estados Unidos monta una campaña de intoxicación mediática, asegurando histéricamente que Rusia pretende invadir Ucrania, con el evidente propósito de que sus colonias entierren la interlocución con Rusia, renunciando a su autonomía estratégica y también a su horizonte humano», añade.

China al menos se ha desmarcado del Kremlin al abstenerse al veto del proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la OTAN sobre la invasión de Ucrania por parte de Rusia, síntoma de que para frenar al eje sino-ruso hace falta tocar el magro del bolsillo oriental en vez de copiar sus tácticas contrarias a la libertad de expresión o emitir unas sanciones que, casi siempre, redundan contra las personas más vulnerables.