viernes, 13 diciembre 2024

Fibra y móvil gratis: el mensaje en la tumba de las telecos

Todo el mundo en el sector de las telecomunicaciones es consciente de que no se puede sostener el modelo actual. El nuevo ERE de Orange España lo confirma. Pero seguramente vuelvan a hacer oídos sordos, y de cara al verano nos encontraremos ofertas que no son asumibles.

En un comunicado oficial, el operador naranja se excusa en las dinámicas del mercado basadas en el bajo coste. Nada nuevo. Hace unos años, cuando Vodafone España tuvo que ejecutar su ajuste de empleo, el mantra fue precisamente ese: tener que perder músculo, ser más ágil y adaptarse al nuevo entorno de bajo coste. ¿Huevo o gallina? Se están adaptando las compañías al contexto, o son ellas las que están generando este contexto…

La situación de Orange España era algo predecible. Pese a que su consejero delegado, Jean-François Fallacher, ha jugado al despiste durante unos meses, la caja de la compañía no cuadraba desde hace algunos trimestres. Finalmente, la guerra por la captación de clientes la pagan los trabajadores.

Ahora, seguramente, muchos utilizarán la regulación como parapeto. Otros dirán que la famosa teoría de los “cuatro operadores competitivos” para tener un mercado con precios bajos ha sido el problema. Pero la realidad es más tozuda: todos han entrado al trapo, y ahora nadie quiere dar la vuelta.

¿Y AHORA QUÉ?

Tras el anuncio de ERE en Orange se abren dos frentes. Por un lado, cómo va a ser la consolidación sectorial que falta. Sigue habiendo cuatro operadores, cada vez más nivelados en tamaño, que compiten -casa- por el mismo número de clientes que hace un lustro. Bien es cierto que los servicios y el consumo han aumentado, pero no lo suficiente.

Por otra parte, se ha demostrado que no hay ningún tipo de sostenibilidad con el actual modelo de negocio. Todos ganan menos que el trimestre anterior. La deuda que reducen unos con desinversiones crece en otros con inversiones para ganar tamaño y, a su vez, meter más presión al mercado. Es culpa de nadie. Es culpa de todos.

La vía perpendicular ha sido meterse en la banca, seguros, electricidad, seguridad… y lo más costoso, televisión. Pero nada de eso ha servido. Los consumidores lo saben, y bajo la amenaza de marcharse, exprimen las tarifas a la baja y los gigas a la alta. Los operadores han accedido a este juego, y con sus interminables llamadas que nadie quiere, pero todos buscan, consiguen captar nuevos clientes bajo la promesa de una menor factura.

Esa menor factura no complementa las otras facturas, las de quienes tienen de todo y pagan mucho. Y en mitad de este vendaval corporativo llega el 5G. La renovada conectividad móvil tiene hambre de dinero. Capex para correr más y navegar mejor. Inversión de espectro de radio para que el pueblo más recóndito de Teruel pueda ver ‘Juego de Tronos’ a 1 Gb/s; y acuerdos a la baja para meter -aunque sea en modo mayorista- clientes en Mérida para que jueguen a ‘Fornite’.

Bajo este escenario, ahora es el turno de tomar medidas. Todos saben que esto no puede continuar así. De hecho, y aunque los operadores se molesten, la realidad -y la desgracia- es que todavía quedan ajustes laborales por hacer. Y lo saben. Una vez se lleven a cabo las fusiones que quedan, habrá nuevos ajustes. Pero que no falten las ofertas.


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