«La República no existe, idiota»

Eso respondió un Mosso antidisturbios a un colega suyo rural que, uniformado, “hacía república” manifestándose contra el Gobierno de España reunido en Barcelona y entorpecía la labor del Mosso. Sobró el “idiota”, pero dicho a un colega funcionario y vistos los insultos que vuelan en nuestro enrarecido ambiente político, hasta pareció fraternal …

Pronto serán juzgados los separatistas catalanes por transgredir la Constitución. Dividieron la sociedad catalana y pretenden explosionar el delicado “puzzle” español. Algunos se enfrentan a condenas sustanciales. Cataluña es ahora un tema central para España que la necesita tanto como el Principado a España.

Hay reos fugados. Otros esperando el juicio encarcelados preventivamente o libres con fianza. Se enfrentan a cinco cargos: desobediencia y malversación de fondos públicos (todas las acusaciones) así como sedición (Abogacía del Estado), rebelión (Fiscalía) y rebelión por partida doble (Vox). Veremos qué dirán las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (procesados solo por desobediencia) y del Tribunal Supremo (resto de los acusados).

LA REPÚBLICA Y LA CONSTITUCIÓN

Los secesionistas van en serio. La Justicia también. Los inculpados subvirtieron el orden constitucional en 2017 con las leyes inconstitucionales de desconexión y un referéndum ilegal de independencia. Dividen profundamente a los catalanes con un muro amarillo y la violencia de una presión insufrible sobre quienes no piensen igual, imposiciones por la fuerza incluidas. Ante un Estado español impotente, se mundializan con “embajadas” que son centros de desinformación. Entienden que su delegación en Madrid está en el extranjero.

También tenemos la catalanidad complaciente de aquellos que disculpan siempre de algún modo a los secesionistas o exigen, osadamente, su absolución. Oriol Junqueras, católico confeso, no considera el arrepentimiento ni el propósito de enmienda. Prefiere el martirologio. Una actitud perniciosamente nacionalista en este caso. Waterloo, un “Palmar de Troya catalán”, acoge a Carles Puigdemont, su Papa radical, fugado y titiritero del “President” Quim Torra.

Como en una película donde alguien corta la soga del ahorcado, salvándole milagrosamente, el indulto ronda al depredador. Esta medida excepcional, que perdona la pena total o parcialmente, seduce a un nacionalismo empobrecedor, crisol de conflictos, o por consideraciones políticas opinables. Para su concesión debe ser la sentencia firme y recursos no van a faltar. Hay tiempo por delante…

El dialogo político es imprescindible, respetando la Constitución. Las Autonomías son mejorables, aunque es debatible cuanto más deben descentralizarse. Convendrían, incluso, algunas recentralizaciones (los alemanes lo han hecho). Al menos, mejorar la coordinación entre Autonomías. El Senado debiera ser una cámara territorial.

La alta burguesía barcelonesa separatista consideraría ahora que este intento secesionista fracasó. Fomento del Trabajo, la patronal catalana, busca el entendimiento entre Madrid y Barcelona. No procede volver ahora al 155 ni realizar concesiones. Hace falta un dialogo con firmeza constitucional, incluyendo el orden público, aunque, ciertamente, los separatistas lo rehuyen.

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La semana pasada Sánchez se reunió con Torra la víspera del Consejo de Ministros en Barcelona, vilipendiado al alimón por PP, Ciudadanos y los propios separatistas. ¿Se ha recobrado un dialogo político? Podemos dudarlo si los independentistas se enrocan en lo imposible con los 21 puntos, algunos pocos desvelados y ya inviables, entregados por Torra a Sánchez. Hay que volver al espíritu pactista de la Transición, como pidió Felipe VI en su impecable discurso de Navidad.

Asimismo, hay ambigüedades preocupantes en el comunicado “conjunto” del Gobierno y de la Generalitat a cambio del respaldo separatista al techo de gasto (a los presupuestos, ya verán …) para alargar la vida del Gobierno Sánchez como un tufo de paridad gubernamental impropia y un nuevo mote para nuestra Constitución: “Seguridad Jurídica”. Mas simpático era llamar “Pepa” a la de 1812.

Carlos Miranda es Embajador de España