El ego de Risto Mejide empaña la nueva versión del Chester

Se atrevió cual torero Risto Mejide a subirse anoche al escenario sin nombres de relumbrón: Nacho Vidal, Cristina Cifuentes y Miguel Póveda. Es una táctica esperada para un buen publicista como él, consciente de que hay que ofrecer un buen producto en vez de conseguir fuegos artificiales sobre algo vacío. 

Anoche Mejide habló de amor y sexo con Nacho Vidal, comparado con uno de esos chimpancés que no dejan de aparearse, con Cristina Cifuentes, interrumpida por una Lucía Etxeberría conferenciando sobre el poliamor, y con Miguel Póveda, que habló sin corsés de sexualidad antes de emocionarse con el encantador monólogo de su madre sobre su marido fallecido.

Mejide ha dado una vuelta de tuerca al género de la entrevista con el nuevo Chester

El retorno de Mejide a Mediaset se produce dos años después del portazo al grupo, motivado por un sueldo que él comprendía injusto, y un año después de terminar su relación delante de la pantalla con Antena 3. Es cierto que el presentador, al igual que Jesús Quintero en los primeros noventa con 13 noches, ha querido darle una vuelta de tuerca al género de la entrevista ofreciendo especiales temáticos.

Y este hecho indudablemente acapara menos titulares, pero quizás era la única salida posible ante el agotamiento del catálogo de entrevistados famosos en el panorama nacional. El principal de este nuevo Chester es su duración: de los cincuenta minutos de antaño hemos pasado a casi dos horas de conversaciones aliñadas por escenas de películas, fotografías e infografías. Pero tendría que pensar La Fábrica de la tele si la mejor manera de rentabilizar el producto es emitir casi cien minutos de ración por noche.

El exceso de duración agota al público habitual del programa

De la agilidad del montaje del antiguo Viajando con Chester se ha pasado a emitir la entrevista casi en bruto, falso directo al que le falta sin duda pulido. Este es el segundo error, pero el más llamativo es el del escenario: de los espacios naturales del primer Chester el presentador saltó con equivocación a la escenografía fría y destartalada de Al rincón de pensar. Pero ahora, en vez de volver a los orígenes con inconveniencia para el presupuesto, se ha optado por un plató con una iluminación digna de un magazine matinal, con público aplaudidor incluido.

Mejide sigue empeñado en hacernos saber que está enamorado

También se ha quedado por el camino la idea de personalizar sofás y subastarlos con interés solidario. Craso error. El quinto fallo, incomprensible, fue pactado subterráneamente con la cara amable del Partido Popular, Cristina Cifuentes: hablar del amor de Risto por su novia. Es evidente que el publicista sigue evolucionando la estrategia que tan buenos resultados le ha dado la última década, entrando en los inicios por el ventanal televisivo con un personaje precocinado que apostaba por la impertinencia de guión y acabando con ofertar un producto que merezca la pena.

Así se da valor al producto televisivo que es Risto Mejide, marca obstinada en los últimos tiempos en exhibirse con una joven modelo de forma obscena en las redes sociales. Es cierto que había que humanizar al demonio televisivo, pero debiera dudar si la mejor forma de hacerlo es convertirse en un reiterativo adolescente. El antiguo ogro de gafas tintadas pretende demostrar su madurez profesional con este teatrillo, pura vanidad que desmerece a alguien que vale la pena por sus libros pero al que habría que bloquear en las redes sociales.