martes, 21 octubre 2025

Dra. Irene Henares (49), neuróloga: «Las caídas frecuentes en adultos mayores no son torpeza, es el síntoma precoz de Parkinson fulminante»

La enfermedad de Parkinson a menudo se asocia con temblores, pero su inicio puede ser mucho más sutil y peligroso. Un tropiezo casual puede no significar nada, pero cuando las caídas se vuelven frecuentes, la neuróloga Irene Henares advierte que podríamos estar ante un síntoma temprano de un trastorno neurodegenerativo agresivo que requiere atención inmediata. Esta revelación obliga a replantear lo que consideramos simples achaques de la edad y a observar nuestro cuerpo con otros ojos. ¿Podría ese pequeño desequilibrio ser algo más?

Imaginar que un simple traspié es el preludio de algo más serio resulta inquietante y nos llena de preguntas. Por eso es crucial diferenciar la torpeza ocasional de una señal de alerta real, ya que la detección precoz de esta patología es la mejor herramienta para ralentizar su avance y mejorar drásticamente la calidad de vida del paciente. La información es poder y, en este caso, puede ser la llave para ganar un tiempo precioso frente a una enfermedad que no avisa con estruendo.

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¿UN TROPIEZO O UNA SEÑAL DE ALARMA?

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Mucha gente atribuye las caídas en personas de cierta edad a un simple descuido o a la pérdida de agilidad. Sin embargo, la Dra. Henares insiste en que no debemos normalizarlo, puesto que la pérdida de reflejos posturales es uno de los primeros indicadores motores del Parkinson y puede manifestarse años antes que el temblor característico. Comprender esto es vital para buscar ayuda médica a tiempo y no dejar que un síntoma crucial pase desapercibido como parte del envejecimiento.

Estos episodios no son necesariamente caídas aparatosas al principio, lo que confunde aún más el diagnóstico. Suelen ser pequeños tropiezos recurrentes o una sensación de inestabilidad al caminar, una falta de equilibrio que el cerebro ya no es capaz de corregir automáticamente debido al avance de la enfermedad de Parkinson. Esta disfunción, conocida como inestabilidad postural, es una de las manifestaciones más incapacitantes de la enfermedad si no se aborda de forma temprana con fisioterapia y tratamiento específico.

MÁS ALLÁ DEL TEMBLOR: LOS SÍNTOMAS OCULTOS

El imaginario colectivo vincula el Parkinson casi exclusivamente al temblor en las manos, pero la realidad es mucho más compleja. Existen numerosos síntomas no motores que aparecen incluso una década antes, como la pérdida del olfato, que muchos pacientes no relacionan con un problema neurológico hasta que el diagnóstico es evidente. Otros signos precoces incluyen el estreñimiento crónico, los trastornos del sueño REM con pesadillas muy vívidas o un estado de ánimo bajo y apático sin causa aparente, un indicio temprano de Parkinson.

Además de estos síntomas invisibles, hay otras señales físicas sutiles que pueden alertarnos de un posible inicio de la enfermedad. Una de ellas es la micrografía, que consiste en que la letra se vuelve cada vez más pequeña y apretada, ya que el control de los movimientos finos se ve afectado por la falta de dopamina en el cerebro. También es común la hipomimia o cara de máscara, una reducción de la expresividad facial que hace que la persona parezca siempre seria o desinteresada, dificultando la comunicación emocional.

EL DIAGNÓSTICO: UNA CARRERA CONTRA EL TIEMPO

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Ante la sospecha generada por estos síntomas, el paso fundamental es acudir a un neurólogo para una evaluación exhaustiva. No existe una única prueba para diagnosticar el Parkinson, por lo que el especialista se basa en el historial clínico y un examen neurológico, donde la respuesta del paciente a la medicación con levodopa puede ser un factor clave para confirmar la enfermedad. Este proceso puede ser largo y angustioso, pero es el único camino para obtener una certeza y empezar a actuar.

Recibir la noticia es un impacto emocional enorme tanto para el paciente como para su familia, un punto de inflexión vital. Sin embargo, los expertos subrayan la importancia de no dejarse vencer por el miedo, porque un diagnóstico temprano permite iniciar tratamientos que mejoran significativamente los síntomas y la autonomía durante años. Aceptar la realidad y adoptar una actitud proactiva es fundamental para manejar esta condición neurodegenerativa y planificar el futuro con las mejores herramientas disponibles para confirmar un diagnóstico de Parkinson.

NUEVOS HORIZONTES EN EL TRATAMIENTO DEL PARKINSON

Afortunadamente, el abordaje de la enfermedad ha evolucionado enormemente en las últimas décadas, ofreciendo esperanza y calidad de vida. Lejos de ser una sentencia, hoy existen múltiples opciones farmacológicas personalizadas para cada paciente, ya que los tratamientos actuales buscan suplir la falta de dopamina y controlar los síntomas motores de manera eficaz. El objetivo no es solo frenar el temblor o la rigidez, sino permitir que la persona mantenga su independencia y sus actividades diarias el mayor tiempo posible con un tratamiento del Parkinson adecuado.

Pero la medicación es solo una parte de un enfoque integral que resulta mucho más efectivo para combatir la enfermedad. Terapias como la fisioterapia, la logopedia y la terapia ocupacional son pilares fundamentales del tratamiento, dado que el ejercicio físico adaptado ha demostrado tener un efecto neuroprotector y mejorar el equilibrio, la marcha y el ánimo. En casos más avanzados, técnicas como la estimulación cerebral profunda ofrecen una alternativa con resultados sorprendentes para controlar las fluctuaciones motoras y mejorar la vida de los pacientes con Parkinson.

VIVIR CON PARKINSON: EL DÍA A DÍA REINVENTADO

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Afrontar el día a día con esta enfermedad crónica supone un desafío constante que requiere una enorme capacidad de adaptación. La gestión de la energía se vuelve crucial, aprendiendo a priorizar tareas y a pedir ayuda sin sentirlo como una derrota, porque mantener una vida social activa y unas rutinas estimulantes es tan importante como seguir el tratamiento médico. La actitud con la que se enfrenta la enfermedad influye directamente en el bienestar físico y mental, convirtiendo cada jornada en una oportunidad para reinventarse.

La clave no reside en buscar una cura milagrosa que aún no existe, sino en construir un presente sólido y lleno de sentido. Adaptarse, apoyarse en la comunidad de pacientes y celebrar cada pequeño logro se convierte en la verdadera victoria personal, porque Parkinson no termina, sino que se transforma y exige una nueva forma de valentía. Es un camino de resiliencia donde la ciencia y la fuerza de voluntad se dan la mano para seguir adelante, y donde el arte de la resiliencia cobra más sentido que nunca.


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