viernes, 17 octubre 2025

Damian, encargado de obra: «Lo que sería interesante es que hubiera más españoles trabajando de albañiles y promocionar un poco más la gente de aquí»

Mientras la construcción sigue siendo un pilar económico en España, los albañiles enfrentan un futuro incierto. La falta de relevo generacional, los bajos salarios y la escasa valoración social amenazan la continuidad de este oficio esencial.

En España, el trabajo de los albañiles continúa siendo una de las profesiones más esenciales y, al mismo tiempo, más invisibilizadas. Aunque cada edificio, casa o reforma depende directamente de sus manos, el relevo generacional en este oficio se enfrenta a una crisis silenciosa. Cada vez son menos los jóvenes españoles que deciden dedicarse a la construcción, y quienes lo hacen, muchas veces provienen del extranjero.

Damian, encargado de obra con más de dos décadas de experiencia, lo resume con una frase sencilla pero contundente: “Lo que sería interesante es que hubiera más españoles trabajando de albañiles y promocionar un poco más la gente de aquí”. Su testimonio refleja una realidad que preocupa al sector y que abre un debate profundo sobre el valor que se le otorga al trabajo manual en la actualidad.

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Un oficio duro, esencial y en busca de reconocimiento

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El día a día de los albañiles no entiende de estaciones. Pasan frío en invierno y calor en verano. Cargan sacos de 25 kilos, levantan estructuras, corrigen errores y conviven con el riesgo constante de accidentes. “Es un trabajo peligroso si no sabes lo que estás haciendo y si no tomas las precauciones adecuadas”, comenta otro trabajador con la espalda marcada por los años.

A pesar de la dureza, la mayoría coincide en algo: la satisfacción de ver el resultado final compensa el esfuerzo. Ver cómo una casa se levanta desde los cimientos es, para ellos, una forma de dejar huella. Sin embargo, ese orgullo convive con la sensación de estar infravalorados. “Parece que los albañiles no somos importantes, pero si no fuera por nosotros, la gente no tendría casa”, subraya.

Los salarios, lejos de ser proporcionales al esfuerzo, apenas superan los 1.300 euros en promedio. Hace dos décadas, un oficial de primera podía llegar a ganar más del doble. Hoy, la competencia, la precarización y el aumento del coste de los materiales han frenado esa bonanza. “Antes un albañil ganaba muy bien, pero ahora todo está más ajustado. Los precios suben y el trabajo sigue siendo igual de pesado”, lamentan desde la obra.

Ser albañil: el futuro incierto del ladrillo

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La falta de relevo generacional se ha convertido en el principal desafío. Muchos albañiles aseguran que los jóvenes ya no quieren “ensuciarse las manos” o que prefieren trabajos menos físicos. Las nuevas generaciones buscan estabilidad, horarios cómodos y formación digital, algo que el sector aún no logra ofrecer.

A esta situación se suma la burocracia, el encarecimiento de los materiales —que en algunos casos se han triplicado— y la dificultad para encontrar mano de obra cualificada. “Encuentras mucha gente que viene de fuera, pero muchos no saben trabajar. Falta formación y apoyo para que los jóvenes aprendan”, explica Damián, que comenzó como peón a los 16 años.

Mientras tanto, los albañiles veteranos siguen sosteniendo un oficio que, aunque invisible para muchos, es la base de todas las ciudades. Cada ladrillo, cada muro y cada piso terminado es una muestra de su esfuerzo diario. La construcción sigue en pie gracias a ellos, a su resistencia y a su orgullo silencioso. Pero el desafío es claro: si no se valora su trabajo y no se fomenta el aprendizaje entre los jóvenes, el futuro del ladrillo en España podría tambalearse.


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