El seguro para el móvil que te ofrecen al estrenar teléfono parece una solución mágica, una promesa de tranquilidad en un mundo de pantallas rotas y despistes caros. Pero tras esa fachada de protección se esconde una realidad muy diferente, ya que la rentabilidad de estas pólizas para las compañías se basa en una letra pequeña diseñada para rechazar siniestros. ¿Y si te dijera que ese dinero mensual podría estar mejor invertido en una hucha? Sigue leyendo y lo entenderás.
La sensación de seguridad que transmite contratar una protección para el smartphone se desvanece al primer contratiempo real que sufres con tu dispositivo. La experiencia de miles de usuarios demuestra una y otra vez la misma frustración, porque las exclusiones de la cobertura del teléfono son tan amplias que la mayoría de incidentes cotidianos no están realmente cubiertos. Es un juego donde, como descubrirás, la banca casi siempre gana, y tú tienes todas las de perder.
¿HURTO O ROBO? LA LETRA PEQUEÑA QUE TE DEJA SIN MÓVIL Y SIN DINERO
Imagínate la escena: estás en una terraza y, en un descuido, tu móvil desaparece de la mesa sin que te des cuenta. Acudes a tu póliza para el móvil esperando una solución y te encuentras con un muro, porque la aseguradora argumentará que ha sido un hurto, un supuesto que casi ninguna cobertura contempla por considerarlo negligencia tuya. La violencia o intimidación son la clave para que, quizás, empiecen a escucharte.
El problema se agrava cuando intentas demostrar la situación ante la compañía. Para que la protección del terminal se active, necesitas una denuncia que especifique claramente que hubo fuerza o amenaza, y los partes policiales redactados con ambigüedad son el principal motivo para denegar la prestación del servicio contratado. Así, te quedas sin teléfono, pagando las cuotas de un terminal que ya no tienes y la prima de un seguro inútil.
EL MITO DEL «TODO RIESGO»: AGUA, CAÍDAS Y OTRAS DESGRACIAS QUE NO CUBRE

Un segundo de torpeza y tu flamante móvil acaba en el fondo de la piscina o se te escurre de las manos contra el asfalto. Piensas que para eso tienes tu garantía extendida, pero la cruda realidad es que los daños por líquidos suelen tener franquicias desorbitadas o directamente están excluidos de las pólizas más económicas. Descubres entonces que «resistente al agua» no significa «sumergible» para tu aseguradora.
Incluso si tu contrato de aseguramiento incluye las caídas, el proceso de reparación es otro campo de minas. La compañía puede alegar que el daño es meramente estético, como un simple arañazo en el chasis, y negarse a reparar una pantalla rota si el dispositivo sigue funcionando, aunque sea con dificultad evidente. Te ves obligado a convivir con una pantalla astillada o a pagar la reparación de tu propio bolsillo.
LA TRAMPA DE LA FRANQUICIA: PAGAR DOS VECES POR EL MISMO PROBLEMA
Cuando por fin consigues que la compañía acepte tu parte, aparece la palabra mágica: franquicia. Ese pequeño importe que debes abonar para que la reparación se ponga en marcha, y que a menudo se acerca peligrosamente al coste de la propia reparación en una tienda no oficial y de confianza. Estás, en la práctica, pagando una cuota mensual para tener el derecho a pagar de nuevo una cantidad elevada por el arreglo.
Este modelo es especialmente perverso en los siniestros de gama alta. Si tu terminal costó más de mil euros, la franquicia puede ser de 150 o 200 euros, un desembolso que anula la ventaja de tener un seguro. Al final, muchos usuarios desisten de dar el parte al hacer números y ver que el ahorro es mínimo o inexistente. La aseguradora gana sin ni siquiera tener que mover un dedo, solo por el efecto disuasorio de su propia estructura de costes.
«COMO NUEVO» NO ES NUEVO: EL NEGOCIO DE LOS MÓVILES REACONDICIONADOS

Llega el momento en que la aseguradora declara tu teléfono siniestro total. No te darán uno nuevo, precintado y reluciente como el que compraste. En su lugar, y amparándose en el contrato que firmaste sin leer, te entregarán un terminal reacondicionado, que no es más que un dispositivo usado y reparado con piezas de origen incierto. Aceptarlo es tu única opción si no quieres perderlo todo.
Estos teléfonos «refurbished» son una auténtica lotería. Pueden funcionar perfectamente o empezar a dar fallos a las pocas semanas, desde baterías que duran un suspiro hasta problemas de cobertura inexplicables. Además, la garantía de estos terminales reacondicionados es limitada y gestionada por la propia aseguradora, metiéndote en un bucle de reclamaciones. Te ves atrapado con un móvil de segunda por el que sigues pagando como si fuera de primera.
ENTONCES, ¿QUÉ HACEMOS? ALTERNATIVAS REALES A UNA PROTECCIÓN ENGAÑOSA
La alternativa más sensata pasa por un cambio de mentalidad radical. En lugar de destinar ese dinero a una póliza llena de trampas, guárdalo cada mes en una cuenta separada, porque crear tu propio fondo de emergencia para imprevistos te dará la libertad de elegir dónde y cómo reparar tu móvil. Este «autoseguro» te convierte en el único dueño de tus decisiones y de tu dinero, sin intermediarios que solo buscan su beneficio.
Al final, la mejor cobertura para tu smartphone es la prevención: una buena funda, un protector de pantalla de calidad y, sobre todo, sentido común. Quizás el verdadero negocio no está en asegurar el objeto, sino en ser conscientes de su valor y fragilidad, pues aceptar que un accidente puede ocurrir y estar preparado para ello es mucho más honesto que confiar en un contrato diseñado para fallarte. A veces, la tranquilidad no tiene precio, pero otras veces, tiene el precio de no pagar por ella.