jueves, 4 septiembre 2025

Dr. Alberto Solís (71), reumatólogo: «El colágeno que tomas en pastillas no sirve para nada, pero este alimento de toda la vida sí regenera tus articulaciones»

La industria de los suplementos factura millones, pero la ciencia tiene serias dudas sobre su producto estrella. El verdadero 'elixir' para tus articulaciones lleva siglos en nuestras cocinas, y es mucho más barato y efectivo.

Millones de personas toman colágeno en pastillas o polvo cada día con la esperanza de aliviar el dolor de sus articulaciones, pero la cruda realidad es que podrían estar tirando el dinero. El doctor Alberto Solís, reumatólogo con más de 40 años de experiencia, es tajante al respecto. ¿Y si te dijera que la solución no está en un bote de diseño, sino en la olla de tu abuela? Porque a pesar del marketing abrumador, la evidencia científica sólida que respalde su eficacia directa es sorprendentemente escasa.

La frustración es comprensible. Te duele la rodilla, la cadera, y buscas un alivio que la medicina a veces no te da de forma inmediata. Y ahí aparecen estos suplementos milagrosos. Pero, ¿qué ocurre realmente cuando ingieres ese colágeno hidrolizado? La respuesta puede que no te guste, pero es fundamental para que dejes de buscar soluciones mágicas y apuestes por lo que de verdad funciona, ya que el cuerpo no puede absorber la molécula de colágeno entera y enviarla directamente a la rodilla.

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DECONSTRUYENDO EL MITO DE LA PÍLDORA MÁGICA

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El principal problema del colágeno que compramos en la farmacia es de concepto. Nos venden la idea de que, al tomarlo, esa misma proteína irá directamente a nuestro cartílago para repararlo, como si fuera una pieza de recambio. Pero nuestro cuerpo no funciona así. Cuando ingerimos cualquier proteína, sea de un filete, de una lenteja o del famoso colágeno hidrolizado, el sistema digestivo la descompone. Porque nuestro estómago y nuestros intestinos lo trocean en sus componentes básicos, los aminoácidos, como si desmontaran un mueble de Ikea en tablones y tornillos.

Una vez descompuesto, el cuerpo utiliza esos ‘ladrillos’ para lo que considera más urgente en ese momento: reparar un músculo, crear enzimas, fortalecer la piel o, si hay suerte y sobran, quizás destinarlos a las articulaciones. Pero no hay garantía alguna. Tomar colágeno es, en esencia, tomar un suplemento de aminoácidos, pero sin ningún tipo de GPS que los dirija a la zona que a nosotros nos interesa, pues es el organismo quien decide dónde usar esos aminoácidos, y rara vez su prioridad es el cartílago, salvo en casos de lesión aguda.

¿A DÓNDE VA REALMENTE EL COLÁGENO QUE INGERIMOS?

Imagina que quieres reparar una grieta en la pared de tu casa. La lógica de los suplementos de colágeno sería como lanzar ladrillos al tejado con la esperanza de que alguno caiga justo en el agujero y lo tape. Es un mecanismo terriblemente ineficaz. Lo que tu cuerpo necesita son los materiales de construcción (los aminoácidos) y las órdenes correctas para usarlos. Por eso, ingerir colágeno no garantiza en absoluto la fabricación de nuevo colágeno en las articulaciones, simplemente le das al cuerpo más materia prima que podría usar para cualquier otra cosa.

Entonces, ¿por qué hay gente que dice sentirse mejor? Aquí entran en juego varios factores. El efecto placebo tiene un poder inmenso, especialmente en dolencias crónicas con un componente inflamatorio. Además, muchos de estos productos no solo llevan colágeno, sino que están enriquecidos con magnesio, vitamina C o ácido hialurónico, que sí tienen un efecto beneficioso. Porque muchos estudios que sugieren mejoras están financiados por las propias marcas que venden el producto, lo que arroja serias dudas sobre su objetividad.

EL SECRETO ESTABA EN LA COCINA DE LA ABUELA

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Frente a la dudosa eficacia del colágeno en polvo, el doctor Solís nos devuelve a la despensa. Habla del caldo de huesos, ese remedio humilde y poderoso que nuestras abuelas preparaban a fuego lento durante horas. Este caldo, hecho con huesos de pollo, ternera o jamón, y sus cartílagos y tendones, es la fuente más rica y biodisponible de los nutrientes que nuestras articulaciones necesitan desesperadamente. Porque, a diferencia de un procesado, este caldo es rico en gelatina, que es esencialmente colágeno cocido y descompuesto de una forma muy asimilable para nuestro cuerpo.

Al cocinar los huesos durante horas, no solo extraemos el colágeno y lo convertimos en gelatina, sino que liberamos un tesoro de nutrientes que trabajan en equipo. Es la diferencia entre tomar un soldado aislado (un suplemento) y recibir un batallón completo y coordinado. La sabiduría popular ya lo sabía, y la ciencia moderna lo está corroborando, ya que el caldo de huesos aporta un cóctel de minerales, glucosamina y condroitín sulfato que actúan de forma sinérgica para desinflamar y nutrir el tejido conectivo.

LA CIENCIA DETRÁS DEL CALDO: MÁS QUE AGUA CON SABOR

Lo que hace tan especial al caldo de huesos es su matriz nutricional. La cocción lenta y prolongada rompe el tejido conectivo y los huesos, liberando al líquido no solo colágeno en forma de gelatina, sino también aminoácidos clave como la glicina, la prolina y la glutamina, fundamentales para la salud intestinal y la reducción de la inflamación sistémica. Porque al final, la cocción lenta de huesos y cartílagos libera estos compuestos de una forma que el cuerpo puede absorber y utilizar de inmediato, sin el procesado industrial de por medio.

Además, aporta minerales esenciales como el calcio, el magnesio y el fósforo en su forma más natural. Es, literalmente, un alimento funcional, un «multivitamínico» para las articulaciones. Es la naturaleza ofreciéndonos un kit de reparación completo. El cuerpo no tiene que hacer un gran esfuerzo para digerirlo y asimilarlo, porque reconoce y utiliza mucho mejor los nutrientes que vienen en su matriz alimentaria natural que los que provienen de un compuesto químico aislado en un laboratorio.

CÓMO INCORPORAR ESTE «SUPERALIMENTO» OLVIDADO EN TU DÍA A DÍA

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Preparar caldo de huesos casero es más sencillo de lo que parece. Solo necesitas huesos de buena calidad (a poder ser de pasto o ecológicos), un chorro de vinagre de manzana para ayudar a extraer los minerales, y una olla grande. Cúbrelos de agua y déjalos cocer a fuego muy bajo durante horas, sin que llegue a hervir fuerte. Cuanto más tiempo, más nutritivo será. Y aunque la preparación sea larga, la clave es una cocción a fuego muy lento durante un mínimo de 8 a 24 horas para extraer toda su esencia.

Puedes tomar una taza caliente al día, como si fuera un consomé, o usarlo como base para sopas, purés o guisos. Es una forma deliciosa y económica de darle a tu cuerpo el verdadero colágeno y los nutrientes que necesita. Al final, esta recomendación no es más que una vuelta al sentido común, a la cocina de verdad. Dejemos los polvos y las promesas en la estantería de la farmacia, porque a veces el camino más directo para cuidar nuestras articulaciones es, simplemente, volver a la cocina.


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