Alberto Chicote no tiene ninguna estrella Michelín, ni le ha hecho falta para convertirse en uno de los cocineros más famosos de España por su continua presencia en la televisión. Aún no ha alcanzado el nivel de Karlos Arguiñano, pero puede presumir de llevar años en el prime time. Aunque Top Chef jamás ha regresado a la pantalla tras unas temporadas de éxito, el chef se mantiene gracias a Pesadilla en la cocina, un programa que siempre deja un buen registro de audiencias a La Sexta y que pese al formato tan similar en todos sus episodios, siempre resulta un éxito por las situaciones tan controvertidas con las que se topa.
Platos en mal estado, cocineros gruñones, dueños que no están dispuestos a adaptarse… Al final siempre llega la reforma y el aparente buen servicio en el tramo final del programa. Pero lo cierto es que son muy pocos los restaurantes que consiguen permanecer abiertos pese a sus consejos y directrices. Algo que nunca ha escondido Alberto Chicote, consciente de que él promociona esos restaurantes y les da las claves y la carta para hacerlos rentables, pero que más allá de lo que dura el programa no puede hacer nada.
A PARRILLA, UN DESASTRE
En esta ocasión le tocó visitar el restaurante A Parrilla, donde todos los problemas se aunaron. Más allá de la higiene, que no era de las peores, el principal inconveniente con el que se topó fueron los malos platos y la actitud del personal. Chuletones duros que los comensales ni siquiera podían acabar. Las caras de Alberto Chicote al probar la comida eran todo un poema. Y mientras, Sonia, una de las trabajadoras del restaurante, afirmaba que las palabras del chef «le tocaban los cojones». Sin embargo, tras una buena charla, la actitud cambió. Y más después de que los empleados vieran el nuevo local reformado. Al final, como casi siempre, el último servicio acabó bien y todos sellaron la paz. Aunque las críticas le han llovido a Chicote.
