viernes, 13 diciembre 2024

Toda la verdad sobre Cifuentes: sexo, mentiras y cintas de vídeo

Como quien a hierro mata, a hierro muere, el mismo policía que mató políticamente a su íntimo enemigo, Ignacio González, está envuelto en la trama que ha matado también a Cristina Cifuentes. Pero esto es solo la anécdota y un único instrumento. Detrás está la batalla por el control del PP y unas encuestas peligrosas. Esta es la verdadera historia de los vídeos –al menos dos aún inéditos–, el sexo y las mentiras en torno al Caso Cifuentes.

Un equipo, con ex agentes vinculados al CNI, liderados por un antiguo guardia civil llamado J., ha sido el que, tras un encargo procedente de altas instancias del país, se ha dedicado a conocer la realidad de las leyendas que circulaban sobre la que era presidenta de la Comunidad de Madrid. Y ése, encargado a principios de año, es el único dossier que hay en realidad sobre Cristina Cifuentes. Los otros, inventados por ella y periodistas afines, son otra leyenda que a continuación se va a explicar.

Cristina Cifuentes vivió unos años sumida en el desorden, un desorden de diferentes índoles. Son los años en que entró en el Eroski de enfrente de la Asamblea de Madrid a llevarse cremas “de extranjis”. Los años en que empezaron a llamarla “la china”. No por sus ojos achinados, sino por el polvorín de rumores que estallaron sobre su relación íntima con Ignacio González –entonces vicepresidente del Ejecutivo de Esperanza Aguirre– que comenzaron durante un viaje oficial de la Comunidad de Madrid a la República Popular China. Años locos también desde el punto de vista familiar e incluso espiritual.

Cifuentes, técnico de la Complutense como profesión, estaba en el que parecía su nivel máximo político: vicepresidenta de la Asamblea de Madrid. Poco destacada ideológicamente, bulliciosa en el terreno social del partido. “Cristina es una mujer hecha a sí misma”, explica un cargo del PP de Madrid que conoció a Cifuentes desde los primeros años de su militancia, antes de la mayoría de edad. Una mujer reconstruida y edificada empezando por su físico, trabajado a fondo desde muy joven, quirófanos incluidos, según explican quienes la conocieron entonces. “Tardó mucho en encontrarse, hay años físicamente complicados, en los que no salía bien en ninguna foto”, explica el mismo político.

Según todas las fuentes consultadas, en el PP, la Asamblea de Madrid y el aparato burocrático de la Comunidad de Madrid, la relación con González tenia carácter evidente y tórrido, a veces incómodo para quienes estaban con ellos. La verdad de esa relación está en la intimidad de los dos, y seguramente en los volcados de datos que hizo la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil de los dispositivos electrónicos de González, varios ipads, portátiles, teléfonos móviles y pen drives. Todos a disposición policial tras su detención por el Caso Lezo.

Cristina Cifuentes
Ignacio González y Cifuentes se saludan efusivamente en un acto de mayo de 2014. La relación ya estaba rota y eran enemigos íntimos. | Gtres.

Fue Esperanza Aguirre –que, según una fuente cercana, nunca la quiso nombra consejera del Gobierno «porque le parecía una ‘choni'»– la que decidió poner orden en este asunto, porque no quería un escándalo ni que asuntos personales enturbiaran su Gobierno. Fuentes cercanas al PP de la época aseguran que el tórrido rumor llegó a Lourdes Cavero, esposa de Ignacio González. Llegó en forma de mensajes telefónicos muy desagradables, explica otra fuente que conoció de cerca esta situación. Esta misma persona cuenta que la esposa de González respondió “como una señora, sin dejarse intimidar”: «Eso será un problema entonces que tiene mi marido, no yo», aseguran que contestó a uno de los mensajes telefónicos anónimos.

Si seguimos este hilo argumental, González y Cifuentes rompieron antes de la victoria del PP en las elecciones generales de 2011. Y pasaron a ser enemigos íntimos. No obstante, desde el entorno de González se asegura que, aún con él presidente y ella delegada del Gobierno en Madrid, Cifuentes intentó retomar la relación, a lo que González se negó.

Cifuentes, que nunca había tenido equipo propio, decidió recurrir a otra despechada del PP, Marisa González. Marisa González, periodista, había roto su colaboración con el ex alcalde de Madrid cuando éste fue nombrado ministro. González es una hábil constructora de imágenes públicas, tan valorada que fue tentada con una oferta por Pedro Sánchez. Con Cifuentes, Marisa González repitió la fórmula del verso suelto y presuntamente izquierdista del conservador PP. Con un plus añadido, dos mujeres despechadas que ven en la Delegación del Gobierno una forma de dar vuelo a sus carreras políticas.

CRISTINA CIFUENTES Y LA MÁQUINA DE LAS MALDADES DE GONZÁLEZ

Cuando Cifuentes se empieza a postular como candidata del PP a presidir la Comunidad de Madrid, oficiando una suerte de venganza suprema contra su ex entrañable gran amigo, Ignacio González, se desatan tambores de guerra en el PP madrileño. En ese momento el entorno de Ignacio González se pone nervioso y empieza a poner en marcha un ventilador de basura contra la “enemiga”. Multiplican sus movimientos y gozan de una gran influencia mediática: el enorme presupuesto de comunicación del Canal de Isabel II, que hace que quienes lo gestionan sean bien recibidos en todos los medios.

Varios periodistas son invitados semanalmente a un cocido en un conocido restaurante cerca de la Puerta del Sol, en el que, entre otras cosas, se larga doctrina y maldades contra Cifuentes.

El centro de la información es claro: el desorden en la conducta de Cristina Cifuentes. Un robo en Vallecas, noches de juerga con una peluca para no ser reconocida. Varios medios se ponen en marcha para comprobar la veracidad de las informaciones. Un hombre de confianza de Ignacio González manda el siguiente mensaje lapidario: “Cifuentes es una imprudente”.

Otras informaciones afloran en las redacciones. En una revista de información general que no es Interviú llega la voz de que Cifuentes estaba detrás de la desaparición de joyas y prendas de marca en el colegio mayor que dirigía. Otro semanario prepara una información sobre el mismo asunto, que es censurada por el director general de su grupo mediático. Las informaciones sobre el marido –y el cuñado– de Cifuentes toman tonos escandalosos y a duras penas se contienen. Javier Aguilar Viyuela –el marido–, en “ignorado paradero” para la Justicia y dueño de una ECLU –agencia que da licencias municipales de actividad– en Madrid; Fernando, su hermano, imputado por presunto cobro de comisiones en la venta de material militar, el caso Defex, empresa pública que preside.

Un conocido reportero de sucesos acude a Cifuentes y Marisa González a explicarles que la están investigando y que han acudido al Eroski de Vallecas a preguntar por el robo de una señora rubia en 2010. La táctica que deciden es agresiva. Aprovechando los escándalos de los seguimientos a políticos en Madrid –en ese bando estaba entonces Cifuentes– y la mancha de basura que rodea a la política madrileña, acusarán de espionaje y de fabricar dossieres con medios ilícitos a quien investigue el robo. Cualquier información que llegue a los medios ya está contaminada, porque procede de presuntos espionajes que jamás se demuestran. Para ello se presta el reportero, que va a los medios con la historia.

VILLAREJO EN VALLECAS

Pero es el comisario Villarejo quien ya ha ido varias veces a Vallecas. Ése es el policía que mejor investiga trapos sucios. Así fue como liquidó a Ignacio González, con una grabación junto a su amigo el también comisario Enrique García castaño, alias “el Gordo”. El comisario de Vallecas es un mando de la órbita de Villarejo, Carlos Salamanca y su grupo. “Pepe ha estado allí varias veces”, cuenta a Merca2 una persona que ha pertenecido a su círculo. Otra fuente, también muy cercana y que sabe de su sufrimiento en prisión, explica que “tiene en los cajones cientos de grabaciones”. Cifuentes, que ha sido la jefa de la Policía en Madrid, premia con un puesto en la Comunidad de Madrid al comisario de Vallecas.

¿Pero qué podía temer Cristina Cifuentes? ¿Qué había concretamente? La guerra sucia de González no tuvo éxito. El que murió espiado (grabado a escondidas en una charla en la Menorquina, hablando de su ático con dos policías), fue González. Aún quedaba mucho para Lezo. Los cadáveres –o cintas– en el armario de Cifuentes son conocidos en círculos iniciados, aunque nadie se atreve a publicar nada contra la poderosa delegada. Pero en el PP se sabe que esos cadáveres existen. ¿Cómo es que llega entonces a ser candidata alguien con los pies de barro? “Precisamente por eso” explica un cargo electo nacional del PP. Porque podían quitarla cuando quisieran.

EL CONTROL DEL PP (Y SU DINERO)

El PP está en pleno proceso de cambio generacional. Quien controla el Gobierno no es quien controla el partido. Para poder estar al frente del partido hay que tener los resortes territoriales. Y este es el camino que ha emprendido una de las dos facciones en lucha en el PP, la de Soraya Sáenz de Santamaría, notoriamente enemistada con la secretaria general del PP, la ministra Dolores de Cospedal. Controlar el dinero del partido es controlar la estructura. Con González el dinero no estaba controlado por ninguna de las dos facciones. Con Cifuentes podría ser más fácil, aunque ella apostó por un bando indisimuladamente, el de Cospedal. Igual que se pone, se quita. El que a hierro mata, a hierro muere.

¿Pero entonces qué hay sobre Cristina Cifuentes? De mismo modo que el robo en Eroski o en el colegio mayor no fue una leyenda urbana, hay quien da credibilidad a más vídeos en El Corte Inglés. Por otro lado, uno de los asuntos favoritos para las entrevistas y perfiles –incluso a sacar en tertulias– por Cifuentes, bien elaborado por Marisa González, es el accidente de moto de la delegada del Gobierno en la Castellana, en agosto de 2013. El relato cuenta que la política cambió su forma de ver la vida y relativiza los ataques enemigos: ha visto la muerte de cerca.

Sin embargo, es un accidente con sombras que nadie ha preguntado ni aclarado con Cifuentes. La delegada del Gobierno cuenta con un coche oficial blindado y un servicio de escolta. No para presumir, sino porque su seguridad es muy importante. ¿Por qué prescindió de ellos un mediodía de agosto para irse en una scooter de incógnito a algún lugar al norte de Madrid? ¿Dónde iba que prefería que no hubiera testigos? Y otra más: ¿Estaban en regla los documentos de la moto de Cristina Cifuentes?

Una vida desordenada, la imprudencia, todos los sambenitos se hacen presentes en este caso.

Esto es en lo que el equipo que el ex agente secreto J. y su equipo trabajaron estos meses. A raíz de un encargo en un momento político determinado.

PELIGROSAS ENCUESTAS (PARA CRISTINA CIFUENTES)

Antes de la Semana Santa de 2016, con el PP atribulado electoralmente, se planteó una encuesta de uso interno sobre quién podría sustituir a Mariano Rajoy como cabeza de cartel. La favorita era la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Pero no lejos despuntaba Cristina Cifuentes, por delante de otras figuras como Alberto Núñez Feijoo o Pablo Casado. Muy lejos, Dolores de Cospedal. Estas encuestas se repitieron entre diciembre y enero, según las fuentes consultadas por Merca2. La distancia entre Sáenz de Santamaría y Cifuentes se había acercado. Cifuentes, alerta, advierte en declaraciones públicas que su horizonte es Madrid. “Se ha acercado totalmente a Dolores de Cospedal, sin disimulo, lo va a pagar”, decía el propio Ignacio González a los escasos adeptos que aún se acercaban a tomar un café con él en la calle Velázquez, cerca de su despacho. González hablaba de imprudencia.

En ese momento el ex agente del CNI y su equipo reciben el encargo de averiguar y conseguir pistas de toda la leyenda negra sobre el pasado de Cristina Cifuentes. Ojo, no espiar a Cifuentes. Solo conocer qué hay de verdad y de mentira. La consultora del ex guardia civil es de las de mayor seriedad de España y no falla.

“La voladura ha sido perfecta. Una hostia desde la izquierda y otra desde la derecha. Y los dos periodistas pueden hacer valer que esto es fruto de sus investigaciones”, explica otra fuente generalmente bien informada. Filtrado, no se sabe por quién, si desde la universidad o con origen en qué palacio o humilde despacho, el periódico de Ignacio Escolar pega la primera salva: el máster de Cifuentes es falso.

Más interesante es quién acaba de demoler a Cristina Cifuentes. Manuel Cerdán es uno de los más prestigiosos periodistas de investigación de España. Desde los “Papeles de Sokoa” a relevantes investigaciones, como las que hizo para localizar a Paesa en París. Investigación pura. Pero tanto él como Eduardo Inda son personas que temporalmente han estado cerca del comisario José Villarejo. Villarejo ha mantenido una guerra casi a pedradas contra el CNI que domina Soraya Sáenz de Santamaría. El propio Okdiario, en un editorial, decía que Villarejo quedaba descartado como fuente, por su situación penitenciaria. Hábilmente obvian que sus colaboradores no están en prisión, sino activos. Y que la situación en prisión para el ex comisario Villarejo es ciertamente dura. Una semana después de la voladura del Caso Cifuentes, aliviaba su pena con un tratamiento hospitalario por una dolencia cardiaca.

LAS ACTAS DEL CANAL

Cifuentes tenía más asuntos delicados en el armario. Ciertas decisiones claves en el Canal de Isabel II la tuvieron como ardorosa defensora, en los tiempos de unidad de acción con González. Reflejo de esa unidad de acción fue el asunto del contrato de la cafetería de la Asamblea de Madrid a favor de Arturo Fernández. Los asuntos judiciales, las actas de las reuniones del Consejo de Administración del Canal, los gastos con tarjetas de crédito a nombre del Canal de aquella época que había pedido Ciudadanos. Cifuentes pedaleaba, igual que intentó hacer con el Caso Máster, pero por el camino había varias alambradas con púas.

Pedalear ignorando los obstáculos también es una muestra de imprudencia. Por duro que haya sido el golpe, el PP ahora tiene un año para deshacerse de la sombra de esta historia de sexo, mentiras y cintas de vídeo. Si Cifuentes seguía con su película, podía caer cuando ya no hubiera tiempo ni para la cuenta de protección.


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