Por qué la ultraderecha boicoteó Rogue One (y por qué fracasó)

En una galaxia muy, muy cercana, se planta una semilla de odio. El movimiento de extrema derecha alt-Right comienza una especie de boicot contra el film de Disney Rogue One al asegurar que la nueva entrega de Star Wars contiene un mensaje antitrump. Algo parecido a lo de Fernando Trueba, pero involucrando una película relevante.

En parte, la «culpa» la tiene uno de los guionistas del film, Chris Weitz, quien en un momento determinado trazó un paralelismo. En un tuit, afirmó: «Nótese que el Imperio es una organización blanca supremacista (humana)», a lo que otro de los escritores respondió: «A la que se opone un grupo multicultural liderado por valientes mujeres».

Ambos fueron asaltados por las hordas tuiteras y ambos borraron sus tuits y se disculparon por algún motivo. Sólo quedó un tuit de Weitz: «Star Wars contra el odio, difúndelo», en el que utilizaba el logo de la Rebelión unido al del imperdible que comenzó a difundirse tras el Brexit para simbolizar la solidaridad con los grupos más vulnerables.

No ayudó a reducir los mensajes de odio que Mark Hamill, Luke Skywalker, dijese en una entrevista que el gabinete de Donald Trump es «un quién es quién de gente despreciable».

¿Funcionó el boicot de este grupo de fanáticos contra Rogue One? Ni lo más mínimo. Disney esperaba ingresos de unos 130 millones y ha cerrado el fin de semana con más de 155 millones.

En concreto, ha sido la segunda película de la historia estrenada en diciembre con mejor taquilla (la primera fue Star Wars, el despertar de la Fuerza), y es el duodécimo mejor estreno en EEUU.

Los fanáticos de marras llegaron a saturar las redes sociales tras el fin de semana al afirmar que el boicot le habría costado a Disney la friolera de 100 millones de dólares, porque ésta sería la diferencia con lo que ganó en El Despertar de la Fuerza.

Obviamente, es un argumento absurdo, teniendo en cuenta que Rogue One no deja de ser una historia secundaria y autocontenida que apenas introduce a los jedis o a la familia Skywalker, mientras que el film de J.J.Abrams supuso la continuación de la saga galáctica de más éxito de la historia del cine.

El propio Weitz respondió en Twitter al respecto afirmando que la película dirigida por Gareth Edwards «superó las expectativas publicadas por Disney antes de vuestro tonto boicot».

https://twitter.com/chrisweitz/status/810620246377644032

Curiosamente, en lo que Rogue One sí se ha quedado ligeramente corta es en la taquilla global, ya que esperaba ingresos de unos 300 millones de dólares y se quedó «sólo» en 290 millones. Pero ahí el boicot no influye.

¿Pero qué es alt-right y por qué se opone a Rogue One?

En cierta manera, son el anonymous de la derecha estadounidense, un grupo de individuos con señales ideológicas de extrema derecha que rechazan el conservadurismo tradicional en EEUU y que carecen de una ideología formal o de una organización, hasta el punto de que algunas de las personalidades que forman parte del movimiento, como el «periodista» Mike Cernovich, no niegan sus simpatías por él pero rechazan formar parte del mismo.

Cuando Lucas pidió a Suzy Rice que diseñase el logo le pidió, concretamente, «algo muy fascista», que resultase «intimidante» y que pudiera competir con la operadora AT&T. Casi nada.

A alt-right se le relaciona con el supremacismo blanco, la islamofobia, el antifeminismo, la homofobia, el antisemitismo, el populismo de extrema derecha y otras variantes, pero funciona en forma de células desarraigadas, muchas de las cuales operan anónimamente en sitios web como 4chan y 8chan creando memes de Internet que luego difunden, y leyendo compulsivamente sitios de pseudonoticias como Breitbart.

El hecho de que apoyen a Donald Trump tiene que ver con su común rechazo a las élites republicanas y su oposición a la inmigración, el multiculturalismo y la corrección política. Y con su paranoia fundamentalista no es extraño que se sientan atacados por un film que, básicamente, narra las aventuras de un grupo de héroes diverso enfrentado a fuerzas eminentemente blancas.

Da igual que la producción del film comenzase meses antes de que Trump anunciase su candidatura: Los valores que propugna, y que Disney ha adoptado abiertamente en sus últimos filmes, están profundamente en contra de sus ideas.

Los fanáticos de alt-right no quieren ver a las mujeres pilotando un tie-fighter, las quieren en la cocina. No quieren a un héroe mexicano como Diego Luna desarrollando un interés romántico por la inglesa blanca protagonista; no aceptan dos protagonistas asiáticos a los que no es difícil imaginar como homosexuales; no valoran positivamente a un revolucionario afroamericano como el Saw Gerrera de Forest Whitaker y mucho menos a un valeroso británico-paquistaní-musulmán como Riz Ahmed.

¿Cómo aceptar una película en la que se promueve el trabajo en equipo multicultural frente a los muros que quiere levantar Trump? ¿Cómo no protestar frente a un film en el que casi una tercera parte de la película consiste en que gente de diferentes razas, especies y opiniones se une para derribar una barrera artificial para permitir que el conocimiento pase a través de ella?

Da igual si hay o no un mensaje explícito en la película. Claramente hay unos valores. Y quienes están en contra de los mismos difícilmente podrán aprender de ellos. Para los fanáticos, es mucho mejor tomarse el film como un insulto personal y contra el líder que les representa.

¿Es novedoso politizar Star Wars?

Ni mucho menos. Muchos recuerdan la película Persiguiendo a Amy de Kevin Smith en la que un autor de cómic afroamericano plantea exactamente la tesis contraria a la tradicional sobre «la sagrada trilogía».

«Esas películas van de cómo la gente blanca somete al hermano negro incluso en una galaxia muy, muy lejana. Fíjate en esta mierda: Tienes al granjero Luke Skywalker, el niño de poster nazi con su pelo rubio y sus ojos azules. Y luego tienes a Darth Vader, el hermano más negro de la galaxia, un dios Nubio. (…)

Vader es un hermano espiritual, enrollado con la fuerza y esa buena mierda. Cuando ese chaval, Skywalker, se hace con un sable láser, el chaval decide que va a gobernar sobre el j$dido Universo; junta unos cuantos clanes de blancos y atacan el barrio de Vader, la Estrella de la Muerte.

¿Y sabes cómo se llama a eso? ¡Gentrificación! ¡Van a eliminar al elemento negro para hacer de la galaxia un lugar más seguro para los tipos blancos. Y el Retorno del Jedi es la parte más insultante, cuando vemos que el bello rostro negro de Vader es mancillado ¡al revelar la cara de un viejo y decrépito hombre blanco! ¡Intentan decirnos que todos, muy adentro, lo único que queremos es ser blancos!».

Por más que sea un extracto de una comedia, no es el único análisis que se ha hecho en esos términos.

El autor de ‘Cómo conquistó Star Wars el Universo’, Chris Taylor, recuerda en su artículo Star Wars es política y siempre lo ha sido que Lucas era un californiano liberal que en Star Wars celebraba la diversidad cultural de los buenos y te ponía en contra de los prejuicios de los villanos. Menciona, por ejemplo, la escena en la que el camarero no deja entrar a sus droides en Mos Eisley. «Aquí no servimos a los de su clase», decía, como en los viejos tiempos de la segregación.

Taylor, concretamente, pide más claridad a Disney en estos momentos e incluso llega a solicitar la intervención de Lucas, que en su momento estuvo claramente en contra de la guerra de Irak sin que esto afectase para nada a la taquilla de la saga.

«Nos encontramos con una situación que George Lucas no hubiese esperado cuando vendió Lucasfilm a Disney por 4.060 millones en 2012, y es que su franquicia, probablemente la mejor parábola prodiversidad y antinazi del planeta, está callada en un momento en el que América está pidiendo a gritos parábolas prodiversidad y antinazis que nos recuerden quiénes somos».
Durante años, ha sido insultantemente fácil encontrar todo tipo de artículos y libros sobre la política y la economía de Star Wars. Uno muy interesante es éste en el que se plantea que la inversión del Emperador en la Estrella de la Muerte, que podría parecer un plan de infraestructuras keynesiano y excesivo, se compensa por la reducción de la burocracia al eliminar al Senado y gobernar con el miedo como única herramienta y la destrucción de Alderaan como ejemplo de lo que te puede pasar si no cooperas.

La ventaja de la saga galáctica como icono cultural es que tiene casi todas las lecturas que quieras darle. El Emperador y Vader pueden leerse como dictadores que desmontan la democracia desde dentro para instaurar una teocracia basada en la Fuerza, o como revolucionarios dispuestos a hacerse con el poder frente a una casta oxidada y poco preparada para los nuevos retos.

Lando Calrissian es uno de los libertarios más famosos de la ciencia-ficción. Hasta el punto de que uno de los autores más libertarios del género, Lester Neil Smith, fue el autor de su trilogía novelada. La princesa Leia, hija de la Reina Breha Organa, representa la monarquía constitucional. Han Solo, contrabandista, sería partidario del libre comercio. En el Universo podemos hablar de una postura favorable a la tenencia indiscriminada de armamento.

Como buen icono, no hay tema que no pueda tener como ejemplo Star Wars, especialmente si recordamos que en el censo británico de 2011 más de 170.000 personas afirmaban que su creencia religiosa era en La Fuerza.

¿Cambiará toda la polémica de las últimas semanas el modo de actuar de Disney? Vistas las cifras, parece que da igual que el próximo poster de la película lleve a Donald Trump con túnica y rayos en las manos. La Fuerza podrá jugar con la política, pero la política no parece capaz de hacerle cosquillas a La Fuerza.