Trump, o cómo informar sobre un presidente que miente más que habla

El recién estrenado presidente de EEUU, Donald Trump, no tiene un problema de credibilidad como el que padecen ciertos medios de comunicación. Los medios pueden introducir sesgos, ser partidistas, inflar los titulares o buscar el click a cualquier precio. Pero el que probablemente sea hoy el hombre más poderoso del mundo tiene un problema a la hora de decir cosas y que no sean, directamente, mentiras flagrantes.

Si alguien pensaba que su estilo se transformaría tras su nombramiento como 45 Presidente de EEUU, abandone aquí toda esperanza. En su primera comparecencia ante los medios, su director de comunicación Sean Spicer transmitió un mensaje claro hacia los medios: «Fue la mayor audiencia que presencia una inauguración -punto-, tanto en persona como en todo el mundo». Algo que, básicamente, es una mentira fácil de demostrar.

Uno de los grandes aciertos al comentar la jugada fue el de un exresponsable de prensa de George W. Bush, Ari Fleischer, que definió así la comparecencia: «Esto es lo que llamamos un comunicado que te pide hacer el presidente. Y sabes que el presidente lo está viendo». Mika Brzezinski, de MSNBC, fue más colorida en la descripción: «Fue el primer vídeo de rehén de Spicer».

Por supuesto, la máquina de mentiras de Trump siguió tras el esperpéntico show de Spicer. Kellyanne Conway, la sicaria habitual ante los medios del nuevo presidente, llegó a decir que el secretario de comunicación había ofrecido «hechos alternativos». Que, por cierto, es uno de los mejores sinónimos de «mentiras» que hemos escuchado en 2017.

«Los ‘briefings’ a la prensa de la Casa Blanca son ‘periodismo de acceso’, en el que comunicaciones oficiales, obtenidas por cercanía a la fuente, son aceptadas como verdades y se comunican al momento como si fuesen verdad. Y eso ha terminado. Ha muerto. El comunicado de Spicer debe ser visto como lo que es: Una serie de comentarios realizados sobre el funeral del periodismo de acceso», escribe Margaret Sullivan en el Washington Post.

Jennifer Steinhauer, que cubre el Congreso para el New York Times, tuiteaba lo siguiente: «Si Sean Spicer va a mentir a la cara a los compañeros, no tenéis que ir a sus comunicados. Ni siquiera tenéis que hablar con él».

En Slate, Dan Gillmor coincide en que la práctica de la CNN de no emitir en directo las comparecencias de Spicer está justificada. «La ventaja es clara: Libres de las limitaciones de la tradicional información sobre la Casa Blanca, los periodistas podrán tener más tiempo para investigar una administración que planea deshacer todo tipo de normas y leyes. Pero sería abandonar uno de las principales funciones de la prensa en Washinton: Hacer preguntas difíciles o, al menos intentarlo. (…) Una prensa seria es más importante que nunca. El acceso al poder está sobrevalorado, pero necesitamos que al menos algunos periodistas honestos analicen los comentarios de Spicer y, cuando él lo permita, hagan las preguntas para las que el pueblo americano necesita una respuesta».

Mientras reflexionamos con los medios estadounidenses sobre el papel de la prensa en estos años oscuros que se avecinan, conviene reseñar el texto que compartió el histórico expresentador de la CBS Dan Rather en Facebook.

«No vivimos en tiempos normales. Son tiempos extraordinarios, y tiempos extraordinarios exigen medidas extraordinarias. Cuando una portavoz de la Casa Blanca envuelve una mentira en la frase orwelliana de ‘hechos alternativos’, cuando tienes un secretario de prensa que en su primera aparición frente a los reporteros de la Casa Blanca amenaza, miente, apabulla y sale de la sala de prensa con los ‘cajones’ de no responder a ninguna pregunta. Cuando tienes a un presidente frente a las estrellas de una CIA en declive, presumiendo sobre el tamaño de su audiencia (mentira) y sobre lo genial que fue su discurso inaugural… Estos no son tiempos normales. La prensa no ha visto nunca nada como esto. El público no ha visto nada como esto. Y los líderes políticos de ambos partidos no han visto nada como esto. ¿Qué podemos hacer? Podemos alzarnos y decir, simplemente y sin equivocarnos: «Una mentira, es una mentira, es una mentira». Y si alguien no lo dice, aquellos de nosotros que sabemos que existe la verdad debemos hacer lo que esté en nuestra mano para reducir la influencia del mentiroso en nuestra sociedad.
Hay un grupo de personas que puede hacer mucho y muy deprisa: Los republicanos en el Congreso. Sin su apoyo, la presidencia de Donald Trump se tambaleará. Así que esto es lo que creo que toda la prensa debe hacer. Si entrevistas a Paul Ryan, a Mitch McConnell o a ccualquier otro responsable electo, la primera pregunta debe ser: «¿Qué harás para combatir las mentiras de la Casa Blanca?». Si esquivan la pregunta, insiste. Si se niegan a dar una respuesta satisfactoria, da por concluida la entrevista.
Los hechos y la verdad no son partidistas. Son la base de nuestra democracia. Y estás con ellos, con nosotros, con nuestra Constitución, nuestra historia y el futuro de nuestra nación, o estás contra ellos. Todo el mundo debe responder a esa pregunta».