La leptospirosis canina es una enfermedad bacteriana zoológica, es decir, que se puede transmitir entre animales y humanos. Se transmite inicialmente a partir de la orina de pequeños roedores que actúan como reservorios, albergando el patógeno pero sin presentar signos clínicos. Al propagarse por la orina, se puede desplazar por los cursos de agua, y es capaz de permanecer en el suelo inactiva hasta seis meses. Es más frecuente en climas húmedos, y en primavera y otoño, con mayor incidencia en entornos rurales, debido a que hay mayor interacción con la fauna salvaje.
UNA BACTERIA QUE SE ALOJA EN LOS ÓRGANOS DEL PERRO
Está provocada por los serovares Leptospira icterohaemorrhagiae y canicola, y una vez que penetra en el organismo del perro, se puede extender a través del torrente sanguíneo a varios órganos. Lo más habitual es que el sistema inmunológico del animal pueda combatir la bacteria, peor no siempre lo consigue. A veces, el contagiado puede ser asintomático, o por el contrario, presentar síntomas que pueden ser leves, o graves, llegando a comprometer la vida del perro. Por eso es importante prevenir la transmisión de esta enfermedad, o en el caso de haberse producido ya, saber identificar los síntomas, para proporcionar un tratamiento adecuado cuanto antes.

FACTORES DE RIESGO
Los factores de riesgo para el contagio de la leptospirosis canina son los siguientes:
- Actividades en ríos, arroyos y lagos, con mayor riesgo en perros que disfrutan del contacto con el agua.
- Ingestión de agua contaminada, por ejemplo, cuando el perro bebe de un charco.
- Contacto con animales de granja o salvajes.
- Contacto con otros perros contagiados.
- Ingestión de cadáveres o tejidos infectados.
La bacteria puede penetrar en el organismo a través de las mucosas de la boca, la nariz y los párpados, o a través de rasguños y heridas de la piel, y el contagio se puede producir mediante el contacto con orina, agua, suelo, alimentos, ropa o cama infectados. También se puede transmitir a los cachorros por medio de la placenta. En cuanto las bacterias entrar en el organismo, pasan al torrente sanguíneo y se multiplican, pasando a los tejidos y concentrándose en el riñón y el hígado, que son los órganos más afectados por la leptospirosis.

SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES
Los síntomas de la leptospirosis en perros pueden ser desde leves o inexistentes, hasta muy graves, con cuadros agudos que pueden llegar a provocar la muerte. En los casos más habituales y clásicos, los principales síntomas son:
- Fiebre elevada, que a veces disminuye por sí sola.
- Gastroenteritis con vómitos y diarrea.
- Deshidratación y/o aumento del consumo de agua.
- Orina de color oscuro.
- Ictericia (coloración amarillenta provocada por el daño hepático).
- Cogestión de las mucosas.
- Letargo y falta de apetito.
- Insuficiencia renal aguda.
Al presentarse esta enfermedad con un abanico tan grande de síntomas, se puede confundir con otras enfermedades de tipo infeccioso, pero la leptospirosis evoluciona más deprisa que la hepatitis viral o el moquillo, por eso es conveniente tratarla cuanto antes.

TRATAMIENTO DE LA LEPTOSPIROSIS
La leptospirosis, una vez diagnosticada, se puede tratar administrando antibióticos derivados de la penicilina vía intravenosa, o bien con doxiciclina por vía oral, ambos fármacos muy eficaces contra esta bacteria. Si el perro presenta problemas gastrointestinales, el tratamiento será por vía intravenosa, hasta que el perro se recupere de eso síntomas. Dependiendo de la gravedad de la enfermedad, el animal podrá necesitar otros apoyos, ya que puede haber sufrido daño en algunos órganos. La recuperación puede ser lenta, y en ocasiones pueden presentarse rebrotes crónicos, hasta que la enfermedad se vaya diseminando por completo a través de la orina, para lo cual deben transcurrir vario meses. Después, el perro puede recuperar la normalidad, aunque también puede sufrir secuelas en los riñones o el hígado, por lo que necesitará un control veterinario periódico.

PREVENCIÓN DE LA LEPTOSPIROSIS
Existen vacunas que mantienen protegido al perro de la leptospirosis durante al menos 12 meses, por lo que si el animal se encuentra en situación de riesgo, conviene considerar la vacunación. Además, es recomendable reducir el contacto del perro con posibles fuentes de contagio. Si el perro ya ha contraído la enfermedad, hay que tomar una serie de precauciones, como evitar el contacto con la orina, desinfectar la zona, en el caso de que el perro orine en casa y, cuidar en general la higiene. Además, si el animal contagiado convive con otros perros, todos ellos deberán ser tratados contra la leptospirosis.
