Albión extramuros

El Reino Unido ingresó en la UE 1973 tras sufrir muchos años la negativa del general Charles De Gaulle. El presidente francés se preciaba de conocer bien ese país después de pasar la Segunda Guerra Mundial refugiado en Londres. En la Unión, los británicos fueron una piedra en el zapato modificando rumbos europeístas e impidiendo direcciones peligrosas para el atlantismo europeo, sin perjuicio de que ambos sean compatibles. Aportaron seriedad, racionalidad y funcionarios competentes.

Un RU fuera de la Unión puede no ser el buen amigo versallesco que algunos esperan. La salida del RU disminuirá el potencial europeo y, aunque los británicos perderán en este divorcio, podrán dificultar desde el exterior los propósitos de la UE. Si accedieron fue para controlarla desde dentro. Si se salen es porque la Unión avanza más de lo que ellos quisieran. Históricamente los británicos se han prevenido del ámbito continental de donde siempre vinieron los males que les han acechado. Ser Caballo de Troya era su última formulación defensiva.

Desean recobrar su autonomía, pero esta les puede situar en rumbos de colisión con la UE. Si dentro dificultó con argumentos sólidos una defensa europea para no debilitar la Alianza Atlántica que acaba de cumplir 70 años, fuera seguirá haciendo lo mismo. Comercial y financieramente será un competidor difícil como lo será también políticamente.

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Se posicionará aún más junto a los EEUU dificultando los equilibrios mundiales que la UE promociona. Intentará, a través de su relación especial con Washington, monopolizar e influenciar el atlantismo europeo. Por ello, la Unión deberá intentar pactar políticas comunes con el RU. Londres constatará que, tras el Brexit, si se consuma, serán las Islas las más aisladas y no el “Continente”. La Unión deberá apelar con habilidad a su proximidad europea para que Londres sea un aliado de Bruselas y no un “ex” rebotado y hostil.

¿Y si se queda el RU? ¿Cuánto tiempo tardaría su orgullo en digerir un Waterloo multiplicado por Trafalgar? ¿Se volvería más europeísta? Improbable. Algunos creen que se irá para luego volver porque los jóvenes británicos se posicionaron por el “Remain”, un escenario a largo plazo que podría convenir a la UE y a España que ingresó en la Unión siendo el RU miembro de la misma. Si volviese, Londres sería esta vez el peticionario.

Algunos presionan en favor de un Brexit “blando” mediante un acuerdo aduanero con la UE, evitándose, así, restablecer una frontera entre las dos Irlandas. Bruselas está dispuesta a negociarlo. Como Noruega, Islandia, Lichtenstein o Suiza, el RU incorporaría las oportunas normas europeas sin participar plenamente en la toma de decisiones. ¿Más listos que nadie o ciudadanos de segunda?

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Desde Bruselas le indicaron a May que para conceder otra prorroga y no salir a las bravas de la Unión el próximo 12 de abril, ésta debiera estar avalada con una política que permita salir del actual marasmo. Para ello se sugería relacionarla con nuevas elecciones (que May no quiere porque las perdería), con un nuevo referéndum sobre la pertenencia a la UE (que May tampoco quiere alegando que confundiría aún más el panorama) o un entendimiento con la oposición para aprobar el Brexit acordado con Bruselas. Esta es la vía elegida por la “Premier” cuyo acuerdo rechazado tres veces por Westminster sigue ahí como un muerto viviente. May ofrece a los laboristas participar en la elaboración del futuro acuerdo que regirá la relación entre el RU y la UE si se aprueba tal cual el actual acuerdo de Brexit.

Involucrando a Jeremy Corbyn puede salvar “su” acuerdo o hacerle participe de un nuevo fracaso. Corbyn ha aceptado el reto y veremos si estos dos lideres con ambos partidos divididos por el Brexit sacan fuerzas juntos para aprobar en una posible cuarta votación el documento. May ha solicitado, para ello, una nueva prórroga hasta el 30 de junio que espera acortar si todo le sale bien. Lo más probable es que el Consejo Europeo se la conceda esta semana que viene. Los Laboristas y otros hablan también de ofrecer un referéndum sobre un acuerdo definitivo aprobado en Westminster ofreciendo, asimismo, quedarse en la UE. Quizás una ocasión más de encallar. Todo sigue abierto.

Carlos Miranda es Embajador de España