La amenaza rusa obliga a Suecia a renunciar a una planta eólica marina

Hace un mes la compañía sueca Blekinge Offshore AB veía cómo su proyecto de construir un enorme planta eólica marina en aguas del mar Báltico resultaba ser, finalmente, rechazado por el Ministerio de Medioambiente del país escandinavo. El motivo de la negativa del gobierno sueco a dar luz verde a esta iniciativa nada tiene que ver con cuestiones técnicas, económicas ni de impacto ambiental… sino bélicas: Suecia entiende que podría entorpecer las operaciones de la Marina sueca en un momento delicado, de creciente tensión a causa de las amenazas militares del vecino ruso.

El parque se habría situado a 5 kilómetros de la costa sur de Hanö, una pequeña isla cercana a la Suecia continental. Dentro de 8 años, una vez finalizada su construcción, sus 700 turbinas habrían podido proporcionar el 5% de la energía eléctrica de Suecia: 8000 GWh de electricidad al año. Incluso tras la reducción a la mitad de la capacidad del proyecto que ofreció hace unos meses la compañía promotora al gobierno sueco (en un último intento de salvar el proyecto compatibilizando necesidades militares y energéticas), la planta habría sido el mayor proyecto eólico del Báltico.

«La Bahía de Hanö es una de las principales áreas de defensa estratégica con las que cuenta Suecia. El gobierno ha valorado este asunto cuidadosamente y ha llegado a la conclusión de que no es posible compatibilizar sus intereses defensivos con el negocio eólico«, según explicaba hace unos días en un comunicado Karolina Skog, ministra de Medioambiente.

Y es que, en el último año y medio, aviones y submarinos militares rusos han invadido el espacio aéreo y marítimo sueco durante ejercicios militares realizados en el Báltico: por ejemplo, en mayo de 2015 fueron avistados dos bombarderos Túpolev rusos en las cercanías de la isla sueca de Öland. El pasado mes de octubre, también la vecina Finlandia tuvo que hacer frente a dos invasiones de su espacio aéreo en un mismo día. Pero la cosa está lejos de tratarse de una serie de malentendidos inofensivos sobre límites fronterizos: hace un año, la OTAN llegó a reconocer que Rusia había estado simulando ‘ataques nucleares’ contra Suecia.

Energía eólica escandinava contra los combustibles fósiles de Moscú

Pero la política energética no es un mero daño colateral de las tensiones militares, sino que ocupa un papel central en las mismas: perdido en control político sobre las naciones bálticas, Rusia intenta retener —al menos— el control energético. El gobierno de Putin ya ha demostrado en Ucrania que no duda en explotar la dependencia energética de sus vecinos cuando les enfrenta un conflicto político y/o militar, pero amenazar sutilmente con un conflicto para disuadirles de romper dicha dependencia es algo nuevo.

Hasta hace poco, el suministro de luz y gas de Estonia, Letonia y Lituania dependía del gigante ruso. Los 3 países celebraron en la Navidad de 2015 su interconexión eléctrica con el resto de Europa a través de los recién desplegados cables Litpol (conexión terrestre con Polonia) y Nordbalt (un cable marino que les une con Suecia). Pero, antes de eso, buques de guerra rusos habían interrumpido en diversas ocasiones el tendido del cable Nordbalt. Casualmente.

Hoy en día, bálticos y escandinavos son muy conscientes de que su independencia política está íntimamente vinculada a su independencia energética, y precisamente el hecho de verse obligados que renunciar al proyecto de Blekinge Offshore AB supone un paso atrás en ese sentido.

La apuesta por la energía eólica en el Báltico por parte de las democracias escandinavas (el primer ministro sueco anunció recientemente que su gobierno invertirá casi 2.000 millones de dólares en energías limpias de aquí a 2020) es otra cosa que les diferencia radicalmente de Rusia: allí donde las primeras están liderando la apuesta por las renovables (muy especialmente por la eólica marina), promoviendo incluso la reconversión de las antiguas petroleras estatales, Rusia mantiene su apuesta por su petrolera estatal Gazprom, orgullosamente anclada en las energías fósiles: pese a tratarse del país más extenso del mundo, la presencia de la energía solar y eólica en el país de Putin es meramente testimonial.

Vía | Renewable Energy World