sábado, 18 octubre 2025

El párkinson avisa una década antes y no es con temblores. La neuróloga Florencia Bura (37) desvela el síntoma que todos ignoran

Hay señales sutiles que nuestro cuerpo envía mucho antes de que la enfermedad se manifieste de la forma que todos conocemos. Existe una conexión sorprendente entre sistemas de nuestro organismo que, a primera vista, no parecen guardar relación con una patología neurológica.

El párkinson es una enfermedad que la mayoría asocia, casi de forma automática, a un temblor incontrolable en las manos, pero esa imagen es solo la punta de un iceberg inmenso y complejo. Lo que muchos desconocen es que, antes de que aparezca ese síntoma tan característico, esta condición neurodegenerativa lleva años, incluso una década, enviando señales silenciosas que a menudo pasamos por alto. Imagina poder detectar un problema tan serio con tanta antelación. ¿Qué cambiaría si pudiéramos anticiparnos a un diagnóstico que parece llegar siempre tarde?

La clave, según expertos como la neuróloga Florencia Bura, no está en las manos, sino en lugares tan insospechados como la nariz o incluso el sistema digestivo. Esta perspectiva supone una revolución en la forma de entender el avance del párkinson, ya que nos obliga a prestar atención a síntomas aparentemente inconexos. Porque lo cierto es que el cerebro empieza a sufrir cambios mucho antes de que los problemas motores sean evidentes, y es en esa ventana de tiempo donde se esconde la oportunidad de un diagnóstico precoz que podría transformar por completo el futuro de los pacientes.

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¿Y SI TU CUERPO TE ESTUVIERA HABLANDO AHORA MISMO?

Antes de que el telón se levante y muestre la escena que todos reconocemos, hay una obra entera desarrollándose entre bastidores.
Antes de que el telón se levante y muestre la escena que todos reconocemos, hay una obra entera desarrollándose entre bastidores. Fuente Freepik.

Resulta casi increíble pensar que nuestro cuerpo pueda estar susurrando pistas sobre una enfermedad neurológica con diez o incluso veinte años de antelación, pero la evidencia científica es cada vez más sólida. Estos primeros compases de la enfermedad, conocidos como la fase prodrómica, son un periodo en el que el organismo ya está luchando contra los primeros estragos del párkinson, aunque de una forma casi imperceptible para nosotros. Lo que sucede es que la degeneración neuronal no comienza en las áreas que controlan el movimiento, sino en otras zonas del cerebro y del sistema nervioso periférico, provocando síntomas que jamás asociaríamos con este trastorno del movimiento.

Por eso, es fundamental cambiar el foco y aprender a escuchar esas señales tempranas que nos envía nuestro propio organismo, porque podrían ser la clave para entender mejor cómo evoluciona esta patología. La ciencia nos dice que prestar atención a ciertos cambios sutiles en nuestro día a día no es un acto de hipocondría, sino de prevención inteligente y consciente. Y es que el diagnóstico temprano del párkinson es decisivo para mejorar la calidad de vida del paciente, permitiendo iniciar estrategias terapéuticas que ralenticen su progresión y manejen los síntomas de una manera mucho más eficaz desde el principio.

EL MENSAJERO INVISIBLE: EL OLFATO PERDIDO

¿Te imaginas no poder disfrutar del aroma del café por la mañana o del perfume de la hierba recién cortada? Para muchas personas, esta pérdida de olfato, conocida técnicamente como hiposmia o anosmia, es una de las primeras banderas rojas que levanta el párkinson. De hecho, se estima que entre el 60% y el 90% de los pacientes experimentan este síntoma en las fases iniciales de la enfermedad. Lo más revelador es que la disfunción olfativa puede manifestarse hasta una década antes del inicio de los síntomas motores, convirtiéndose en un biomarcador de un valor incalculable para la detección precoz.

Este fenómeno ocurre porque las primeras estructuras neuronales afectadas por la acumulación de la proteína alfa-sinucleína, característica del párkinson, se encuentran precisamente en el bulbo olfatorio. Es como si la enfermedad comenzara su avance por la puerta de entrada sensorial más directa al cerebro, dejando una huella sutil pero persistente. Por ello, si una persona nota una disminución significativa y sin causa aparente en su capacidad para oler, es recomendable consultar con un especialista para evaluar la situación, ya que podría ser un indicio temprano de una condición neurológica subyacente que requiere atención y seguimiento.

CUANDO LOS SUEÑOS DEJAN DE SER SOLO SUEÑOS

Nuestras noches pueden revelar mucho más sobre nuestra salud neurológica de lo que jamás habríamos sospechado. Fuente Freepik.
Nuestras noches pueden revelar mucho más sobre nuestra salud neurológica de lo que jamás habríamos sospechado. Fuente Freepik.

Hay un trastorno del sueño particularmente llamativo que se ha consolidado como uno de los predictores más potentes del desarrollo del párkinson: el trastorno de conducta del sueño REM. Durante la fase REM, que es cuando soñamos, nuestro cuerpo entra en un estado de parálisis muscular para evitar que representemos físicamente lo que ocurre en nuestros sueños. Sin embargo, en las personas con este trastorno, esa parálisis no se produce, lo que les lleva a «actuar» sus sueños. Esto se traduce en comportamientos motores complejos, a veces violentos, como gritar, dar puñetazos o incluso caerse de la cama.

Lo que hace a este trastorno tan relevante es su altísima correlación con futuras enfermedades neurodegenerativas. Investigaciones recientes han demostrado que un porcentaje muy elevado de las personas diagnosticadas con este problema del sueño acaban desarrollando párkinson, demencia con cuerpos de Lewy u otra sinucleinopatía con el paso de los años. De hecho, el trastorno de conducta del sueño REM está considerado como un precursor de estas enfermedades, indicando que el proceso neurodegenerativo ya está en marcha en las áreas del tronco cerebral que regulan el sueño, mucho antes de afectar a las neuronas dopaminérgicas.

EL MAPA OCULTO QUE TRAZA TU INTESTINO

Parece mentira, pero uno de los síntomas no motores más comunes y tempranos del párkinson es el estreñimiento crónico. De nuevo, se trata de un problema que la mayoría de la gente atribuye a la dieta, a la falta de ejercicio o simplemente a la edad, sin sospechar que podría ser una señal de alerta de algo mucho más serio. La realidad es que la ralentización del tránsito intestinal puede aparecer hasta veinte años antes de que se manifiesten los temblores o la rigidez. Esta disfunción se debe a que el párkinson también afecta a los nervios que recubren el tubo digestivo, conocidos como el sistema nervioso entérico.

La hipótesis de que el proceso patológico del párkinson podría comenzar en el intestino gana cada vez más fuerza en la comunidad científica. Se ha descubierto que los mismos depósitos de proteínas anómalas (cuerpos de Lewy) que se encuentran en el cerebro de los pacientes también están presentes en las neuronas que recubren sus intestinos. Esto sugiere que el daño celular en el intestino puede ser una de las primeras manifestaciones de la enfermedad, mucho antes de que la degeneración llegue a las áreas cerebrales que controlan el movimiento, convirtiendo al sistema digestivo en un inesperado pero valioso campo de diagnóstico temprano.

LA PIEZA QUE COMPLETA EL PUZLE: MÁS ALLÁ DEL TEMBLOR

El párkinson es una sinfonía de síntomas complejos, y el temblor es solo la nota más audible, pero no la única ni la primera en sonar.
El párkinson es una sinfonía de síntomas complejos, y el temblor es solo la nota más audible, pero no la única ni la primera en sonar. Fuente Freepik.

Además de la pérdida de olfato, los trastornos del sueño y el estreñimiento, existen otras señales tempranas que pueden completar el cuadro de un posible diagnóstico futuro. Cambios sutiles en la escritura, que se vuelve más pequeña y apretada (micrografía), una disminución en la expresividad facial (hipomimia) o incluso cambios en el estado de ánimo como la depresión o la ansiedad sin una causa clara, pueden ser manifestaciones precoces de esta enfermedad neurodegenerativa. Estos síntomas, a menudo ignorados o malinterpretados, forman parte del amplio espectro no motor del párkinson y afectan profundamente a la calidad de vida desde sus etapas iniciales.

Entender que el párkinson es mucho más que un trastorno del movimiento es crucial para avanzar hacia un futuro donde la detección precoz sea la norma y no la excepción. La labor de neurólogos como Florencia Bura y de cientos de investigadores en todo el mundo está arrojando luz sobre esta fase silenciosa de la enfermedad, abriendo la puerta a nuevas estrategias de tratamiento y, quizás algún día, a terapias que puedan detener su progresión. Porque al final, la batalla contra esta compleja condición neurológica no se libra solo en el temblor de una mano, sino en la capacidad de escuchar los susurros que nuestro cuerpo nos envía mucho antes de que empiece a gritar.


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