domingo, 28 septiembre 2025

Cómo preparar paso a paso la masa casera para una auténtica empanada gallega

La masa empanada gallega es mucho más que una receta: es un pedazo de tradición que huele a cocina de abuela, a domingos en familia y a mesas donde nunca falta el pan para mojar. La primera vez que pruebas una empanada casera entiendes que no es solo comida, es un vínculo con la tierra y con esa manera tan gallega de celebrar la vida alrededor de los fogones. La clave está en una base que respete el sabor y aguante el relleno sin perder jugosidad. Por eso, aprender a preparar la masa desde cero es el primer paso hacia un viaje que engancha.

Quien se atreve a preparar una auténtica empanada gallega casera descubre que no se trata de complicarse, sino de seguir un proceso casi terapéutico. Amasar, esperar, estirar… cada movimiento te conecta con un ritmo distinto, más lento, más sabroso. Hacer la masa adecuada significa lograr una textura ligera pero resistente que envuelve los ingredientes como un abrazo. Y lo mejor es que, cuando la pruebas dorada y crujiente al salir del horno, entiendes que ha merecido la pena el tiempo invertido.

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EL SECRETO DE UNA MASA QUE SIEMPRE FUNCIONA

Hay quien piensa que la masa empanada gallega requiere manos expertas, pero lo cierto es que cualquiera puede dominarla con un poco de paciencia. Lo importante es tener en cuenta la proporción entre harina, aceite y líquido. Equilibrar esos tres elementos es lo que garantiza una base flexible y sabrosa. Ni demasiado seca, ni pegajosa: en ese punto medio está la perfección.

Además, hay un truco heredado de las cocinas gallegas que marca la diferencia: usar parte del aceite donde previamente se ha pochado la cebolla del sofrito. Ese aceite aromatizado es lo que aporta a la empanada un perfume único desde la primera mordida. De esa forma, la masa se impregna de matices que anticipan el relleno incluso antes de probarlo.

HARINA, LEVADURA Y TIEMPO: LOS PILARES DE LA TRADICIÓN

chef de vista lateral horneando deliciosa pizza Merca2.es
Dos manos preparando masa casera para empanada gallega. Fuente: Freepik

El tipo de harina determina la personalidad de la empanada gallega casera, y no todas las harinas valen. La recomendación clásica es usar harina de trigo de fuerza media, lo bastante consistente para aguantar el relleno, pero sin restar suavidad. Escoger bien la harina es el primer paso para una masa equilibrada y ligera. Quien prueba con harinas integrales o mezclas, obtiene versiones diferentes, pero siempre interesantes.

En cuanto a la levadura, no hay que tener miedo a darle tiempo. Una masa que fermenta con calma se traduce en una empanada esponjosa y con carácter. La paciencia con el levado es la diferencia entre una base corriente y una que sorprende al paladar. Ese reposo bajo un paño húmedo, con la cocina oliendo a pan, es casi un ritual que se disfruta tanto como el resultado final.

AMASAR: UNA EXPERIENCIA SENSORIAL

Cuando uno mete las manos en la masa empanada gallega, descubre que amasar no es un trámite, sino un pequeño placer. El contacto con la harina, el aceite y la levadura activa un lenguaje táctil que invita a seguir adelante. Amasar con calma es lo que aporta elasticidad y carácter a la masa. No hace falta fuerza desmedida, basta con constancia y mimo.

Al principio puede parecer que la mezcla no se integra, pero en cuestión de minutos aparece esa textura suave que anuncia que todo va bien. Encontrar ese punto en el que la masa deja de pegarse y empieza a respirar es un momento mágico. Es ahí cuando sabes que tu empanada tiene futuro, porque la base está viva y lista para convertirse en protagonista.

EL RELLENO, CÓMPLICE DE LA MASA

manos de mujeres haciendo gutab plato azerbaiyano sobre tabla de madera Merca2.es
Preparando la masa casera y el relleno para la empanada gallega. Fuente: Freepik

Aunque el relleno se lleve casi toda la atención, lo cierto es que sin una buena masa para empanada gallega no hay fiesta que valga. La unión entre base y relleno es lo que convierte a esta receta en un plato redondo. Una masa firme pero delicada evita que los jugos del sofrito arruinen la empanada. Por eso, respetar los tiempos de reposo es esencial.

La tradición manda que el sofrito sea generoso en cebolla, pimiento y tomate, y que ese aceite dorado se mezcle luego con la harina. Integrar ese sabor desde la base transforma la masa en un ingrediente más del guiso. No es un simple envoltorio, sino la mitad de la experiencia, capaz de sostener el relleno y potenciarlo al mismo tiempo.

HORNEAR: EL MOMENTO DE LA VERDAD

Una vez montada, la empanada gallega casera entra en el horno y empieza la espera más larga, esa en la que los aromas inundan la casa. Es el instante en que la paciencia se pone a prueba y la ilusión va creciendo. Vigilar el color dorado de la superficie es lo que asegura una cocción perfecta sin resecar la masa. Ni cruda ni demasiado hecha: justo en su punto.

El resultado, cuando al fin se abre el horno, es un espectáculo sencillo pero inolvidable. Ese crujido al cortar la primera porción anuncia que todo ha salido como debía. Y entonces llega el silencio en la mesa, ese que se rompe con el primer bocado y que dice más que cualquier palabra. Porque, al final, la empanada gallega tiene esa magia: unir a todos alrededor de una masa que sabe a historia compartida.


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