De Oxford a Moderna: las sombras que oscurecen las vacunas contra el covid

Las vacunas están de moda, incluso para los que desconfían de ellas. Una popularidad que nadie quiere dejar pasar sin sacarle algún tipo de rédito (político, económico u otros). Sin ir más lejos, el propio Gobierno de España (que va tarde en todo) se ha adherido a esta tendencia recientemente. Pero ante tanta vorágine del día a día se debe recordar que, desafortunadamente, no será la panacea que cure todos los males. De hecho, las sombras que se esconden entre tanta publicidad son demasiadas como para obviarlas. Y desgraciadamente incluyen a la práctica totalidad de farmacéuticas y proyectos en marcha.

Entre los desafíos más conocidos se sitúan la excesiva rapidez de los estudios, la fabricación suficiente de dosis o el reparto equitativo. Pero hay más factores que perseguirán a la tan ansiada vacuna lo largo de todo el 2021. Uno de ellos es que los resultados que ofrecen las farmacéuticas no son tan prometedores como se tiende a pensar. La gran mayoría de las pruebas se hacen sobre sujetos de edades más bien bajas, mientras que los principales damnificados son los más mayores. Un problema en el que se está trabajando, pero que a día de hoy tiene difícil solución.

Por ejemplo, el último gran ensayo de la vacuna que desarrolla Oxford junto a AstraZeneca, que es la que más dosis ha vendido, tenía una media de edad de 39,7 años. En España, en la población dicha cifra es de 43 años y la de la Unión Europea de 42,2. Si miramos con más detalle el estudio también se ve que solo el 14% del total de los sujetos tenía más de 55 años. Aunque al menos los añadieron. Otra de las que más esperanzas ha desatado, la farmacéutica Moderna, mostró su primer ensayo de fase 2 sin referencias sobre los mayores de 55 años. Cuando a los pocos días los sacó, las acciones se desplomaron porque eran poco sólidos.

LA CONTRAPARTIDA ECONÓMICA (Y REPUTACIONAL) ESCONDE LAS SOMBRAS DE LA VACUNA

Pero, y ¿por qué actuó así Moderna? Simplemente, por motivos económicos. La farmacéutica necesitaba una ampliación de capital para seguir invirtiendo en el desarrollo de la vacuna, por lo que utilizó los buenos resultados iniciales para atraer a los inversores. Al final, si se hubieran incluido a los más mayores desde el principio, quizás el resultado de la financiación hubiera sido más complicado. Una realidad que las empresas conocen a la perfección y que utilizan para ofrecer resultados más atractivos.

Aunque ese proceder no es solo para las firmas occidentales. De hecho, en la Fase 2 de la conocida como vacuna china, que está desarrollando la firma CanSino Biologics, el porcentaje de mayores de 55% años era todavía más baja. En concreto, la cifra se sitúa en el 13% y en el caso del grupo de control (los que reciben el placebo) es de tan solo el 11%. Al fin y al cabo, todas las empresas no solo se juegan mucho en el aspecto económico, sino también en lo reputacional. Un ensayo con unos resultados poco esperanzadores, aunque sean una realidad, se convierte en una losa para cualquier firma, más cuando se siguen tan notoriamente.

Por último, el plano económico esconde otra realidad: no se está haciendo todo lo que se podría o debería hacer. Al fin y al cabo, una vacuna eficaz no solo acabaría con el caos sanitario, sino también con el económico. En la actualidad, las pérdidas se cifran en varios billones de euros por todo el mundo, mientras que la inversión efectuada por los gobiernos para desarrollar una cura apenas llega a los 10.000 millones de euros. ¿Por qué tan poco dinero? Básicamente, porque no hay una bola de cristal que diga cuál de todas las vacunas es la más efectiva.

LOS OTROS RIESGOS OCULTOS: FALLOS DE ÚLTIMA HORA O LOS ANTIVACUNAS

Por norma general, una vacuna en desarrollo que ya haya superado las distintas fases todavía tiene un 20% de probabilidades de fallar. Si a eso le sumamos que algunas compañías están trabajando con técnicas nunca antes utilizadas, como las de ARM, el riesgo es todavía mayor. Al final, los Gobiernos están atenazados ante el peligro de poner mucho dinero en algo que no sabes si funcionará. Más si cabe, cuando prácticamente la mayoría apenas cuentan con un colchón financiero y, además, las ayudas a empresas y trabajadores les mantiene asfixiados. Por último, que políticamente se tiene más que perder que ganar.

Todo lo anterior, se resume bien en que la mayoría de Gobiernos ha preferido comprar cientos de millones de dosis a invertir en desarrollar una propia. Además, el suministro se ha afianzado a través de distintas empresas para limitar al máximo posibles fallos de última hora. De hecho, el último movimiento de las farmacéuticas ha sido el de pedir a las autoridades de que se las exima de acciones legales frente a posibles efectos secundarios. Una súplica que en el fondo se entiende, dado que ellas han asumido muchos riesgos demandado por las exigencias de la situación y de la población.

En definitiva, el riesgo debe ser compartido. Esa visión lógica no esconde que este tipo de movimientos genera cierta inseguridad en la población. Un hecho que da alas a otro de los grandes riesgos subyacentes: el movimiento antivacunas. Con explicar que el inició de muchas de sus creencias, en especial que causan autismo, nació de un artículo manipulado pagado por aquellos que demandaban a los productores de vacunas serviría para entender su base sólida. Pero, aun así, los seguidores en todo el mundo se cuentan por millones y tendrán su momento de gloria en 2021 a causa del covid-19. Su negativa a una cura al covid-19 en forma de aguja, que ocupa casi al 50% de la población de EEUU, será la siguiente gran batalla por la que transitarán los gobiernos.