Carlota Pi, la emprendedora culé que aterroriza a las eléctricas

Ser emprendedor en un país como España, donde existe tan poca cultura empresarial y en el que se enseña a los niños desde temprana edad lo ideal que es ser funcionario, es una tarea de quijotes. Sobre todo cuando hablamos del sector de la energía, dominado por grandes multinacionales con políticos sentados en sus consejos de administración. Pero hay una mujer, catalana para más señas, que hace una década tomando una cerveza en un bar con dos compañeros del IESE, decidió saltar a la arena y poner en marcha una comercializadora de electricidad con origen 100% renovable: compañía que hoy conocemos como Holaluz. 

Hablamos de Carlota Pi, una empresaria que se ha convertido en el terror de las grandes eléctricas por su capacidad para captar clientes. Se ha hecho famosa por ser pionera en la difícil tarea de explicar a los españoles cómo se descifra la factura de la luz. Esta barcelonesa, madre de tres niñas, enamorada de las matemáticas y que se licenció en Ingeniería Industrial en la Politécnica de la Ciudad Condal, lleva el emprendimiento en la sangre. Ya desde pequeña, observando a sus padres, aprendió a abrazar el caos y ha tolerar la montaña rusa emocional que supone abrir un negocio y mantenerlo contra viento y marea.

Quienes le conocen dicen que es feminista, pero no radical. No en vano fue despedida de la empresa Nexus Energía cuando comenzaba la crisis económica de 2008 tras haber retornado a su puesto de trabajo después de una baja maternal. Defiende las cuotas de género en las empresas aunque es consciente de que son muchas veces la tumba de la meritocracia. Es de esas personas que aspiran a cambiar el mundo, actitud vital que hizo que Google se fijara en ella para incorporarla a su exclusivo programa de aceleración para mujeres fundadoras impartido en Silicon Valley. No era la primera vez que trabajaba en tierras americanas, ya que tras acabar la carrera en 2001 fichó por RWE Power y vivió durante tres años a caballo entre Essen, Barcelona y Nueva York. 

A pesar de ser una mujer muy ocupada, Carlota Pi va a buscar a sus hijas al colegio dos días a la semana –del resto se ocupa la abuela– y sale a una hora razonable para llegar a casa y cenar en familia. Aprovecha los cuentos de buenas noches como entrenamiento para explicar proyectos a inversores y presentar los nuevos productos de Holaluz. Además, procura todos los días escribir una especie de diario que le ayuda a ordenar ideas y, cuando dispone de tiempo libre, le encanta ir a nadar al mar y bailar, tanto danza clásica como moderna. Es del F.C. Barcelona y recibe en casa a sus amigos cuando hay partidos importantes, siempre que lleven sus recibos de la luz para cambiarse de compañía. 

Los empleados de Holaluz desempeñan su jornada laboral de forma flexible, trabajando por objetivos, sin horarios determinados y disponiendo de una guardería para poder conciliar vida laboral y familiar. Las oficinas de la compañía están en el llamado “Palau de Mar” y disponen de unas espectaculares vistas del litoral de la Ciudad Condal. A Carlota Pi no le gusta comer sola y siempre aprovecha para compartir el almuerzo con alguno de sus colaboradores. Cuando se encuentra a desconocidos en los ascensores de la empresa se interesa por ellos y les aborda con su simpatía natural y su característica sonrisa. Se define como una optimista patológica y se mentaliza para lidiar con el estrés y las prisas, que son los grandes males de los tiempos que nos han tocado vivir.

Es una gran apasionada de la literatura y de la ciencia, que cita a Einstein y disfruta como una niña pequeña en su trabajo. Pocos saben que su asignatura en la carrera era física nuclear y que consiguió cerrar un acuerdo con la norteamericana Tesla para ser su primer instalador oficial de baterías en España. Otra curiosidad que los clientes de Holaluz no saben es que la idea original de Carlota Pi era montar una empresa de juguetes junto con otro de los fundadores de la firma, Ferran Nogué, también padre de una niña. Llegaron a redactar un plan de negocio, buscaron proveedores y fueron al banco a solicitar un préstamo que, afortunadamente, les fue denegado. Pronto se dieron cuenta de que estaban cometiendo un error, porque pretendían desembarcar en un negocio del que desconocían prácticamente todo. Y fue entonces cuando a la madre de su socio le llegó una factura de la luz de 700 euros. 

Ferrán pidió ayuda a Carlota debido a la experiencia que había tenido en compañías energéticas y tras cinco llamadas telefónicas con sus correspondientes esperas lograron que se aplazara el pago de la factura a la madre de Nogué. Acababa de liberalizarse el sector eléctrico en España y ese fue el chispazo que encendió la mecha de lo que posteriormente se convertiría en una empresa que factura 200 millones de euros anuales gracias a sus 212.000 clientes.

El hecho de ser una compañía catalana le ha provocado más de un quebradero de cabeza a Carlota, sobre todo tras la declaración unilateral de independencia (la famosa DUI) y el éxodo posterior al 1–O. En las redes sociales se ha acusado a la empresaria de haber respaldado la deriva nacionalista de los políticos catalanes y las malas lenguas dicen que incluso ha tenido que borrar mensajes comprometedores para su imagen y el futuro de la compañía. De hecho en algunos blogs y páginas webs afines al independentismo se le critica por no apoyar claramente la causa, aunque la Asamblea Nacional Catalana (ANC) ha incluido a Holaluz entre las empresas en la que todo buen catalán debe confiar por haber demostrado su compromiso con la independencia de Cataluña. 

La fortuna también es importante a la hora de hacer negocios y Carlota Pi celebra haber conseguido cerrar la salida a Bolsa del 25% de su compañía pocos meses antes de que el mundo se enfrentara a la mayor crisis de su historia por la epidemia del maldito coronavirus. Su debut en el Mercado Alternativo Bursátil se produjo el pasado noviembre y cerró la primera sesión con una revalorización del 22%. Su objetivo era ganar músculo para crecer con la esperanza de saltar al mercado continuo, pero la recesión que se atisba en el horizonte ha congelado los planes de todas las empresas.  

Los 800.000 euros que perdió Holaluz en 2019 pueden ser un lastre demasiado pesado, sobre todo si la crisis económica pospone la apuesta gubernamental por las energías renovables. Eso es lo que preocupa ahora a Carlota Pi –como a tantos empresarios españoles–, que teme que el trabajo de los últimos años pueda irse al garete. De momento ya tiene sobre la mesa miles de peticiones de clientes que solicitan aplazar el pago de sus facturas por carecer de ingresos debido a la parálisis económica que ha provocado el confinamiento para reducir el ritmo de contagios por el COVID19. Cuidado porque los impagos se pueden llevar a más de uno por delante, aunque sea un referente del emprendimiento.