Los tres consejos que han cambiado a Pedro Sánchez

Cuando Pedro Sánchez ganó las primarias del PSOE a Susana Díaz, las alarmas empezaron a saltar en unos cuantos sitios, además de en la sede del PP. Cabía esperar que el reelegido –y renacido- secretario general del PSOE llevado por un lógico sentimiento vengativo, se instalara de nuevo en las posiciones que llevaron a los barones del partido a forzar su dimisión aquel 1 de octubre de 2016. Lejos de eso, en los días siguientes a su reelección Sánchez ha cuidado cada paso que ha dado, e incluso ha hecho algo que hace unos meses parecería impensable: llamar a Mariano Rajoy para darle su apoyo frente al desafío independentista de Puigdemont.

Anécdota del sms aparte, ese gesto tiene una lectura muy interesante, porque da la idea de un Pedro Sánchez que parece haber aprendido de sus errores del pasado y encara la nueva circunstancia de manera muy distinta. La cuestión es, ¿eso es mérito suyo, o de terceros? Obviamente Sánchez no hace nada que no quiera hacer, pero es evidente que algo ha cambiado, y ese cambio empieza por su entorno. Y es que pasar de César Luena como mano derecha a José Luis Ábalos es un cambio sustancial.

Controlar el partido, papel institucional y paciencia serán las nuevas claves del PSOE

Y no solo el que ya se postula como nuevo portavoz parlamentario… También la que se adivina como portavoz adjunta, Adriana Lastra –a pesar de su desafortunada frase dirigida a los barones exigiéndoles que pidieran perdón-, tiene fama de sensata. Sánchez cuenta en su equipo más próximo con ex como Beatriz Corredor y Carmen Calvo, que también están aportando al líder del PSOE una visión más seria de lo que debe ser su nueva etapa al frente del PSOE. A Sánchez le han dado, básicamente, tres consejos:

El primero, que se haga con todo el poder en el partido. De hecho, es a lo primero que se ha dedicado, a controlar los congresillos en los que se van a elegir los delegados al Congreso de junio, de manera que a día de hoy el secretario general cuenta ya con una mayoría aplastante en el cónclave socialista, en el que se elegirá una nueva Ejecutiva que, a diferencia de la anterior, cerrará filas con el Secretario General al menos en un porcentaje del 60-70%, dejando al sector crítico muy en minoría.

El segundo, que adopte un papel más institucional. Sánchez no es diputado, ni senador, ni es probable que lo sea en los próximos meses –podría exigir a algún senador por designación autonómica que dimita para ocupar su puesto, pero no lo va a hacer-, y eso significa que salvo que presente una moción de censura, no vamos a asistir a ningún cara a cara entre él y Rajoy, lo cual lejos de ser negativo para el líder socialista puede hasta ser positivo si consigue trasladar una imagen de líder serio que se sitúa al lado del Gobierno en los asuntos difíciles, como el catalán, aunque por dentro esté fumando en pipa.

Sánchez parece haber aprendido de los errores del pasado

Y el tercero, muy relacionado con el anterior, que tenga paciencia. Su entorno cree que la legislatura de Rajoy durará hasta 2018 o, como mucho, hasta principios de 2019 y que, además, a medida que vaya pasando el tiempo el desgaste de Rajoy será mayor, sobre todo acosado por los escándalos de corrupción. Por eso le aconsejan hacer una oposición dura, pero sin llevar al líder del PP al límite de tener que convocar elecciones en los próximos meses. Cuanto más se alargue la legislatura, le han dicho a Sánchez, más opciones tendrá de ganar.

Sobre todo si al mismo tiempo logra lo más difícil: recuperar el voto que se ha ido a Podemos. Para ello sabe que no puede hacer de comparsa de Pablo Iglesias, sino que debe disputarle el terreno. Y también por eso, porque es posible que en ese mundo se acaben produciendo movimientos que favorezcan a Pedro Sánchez, es por lo que el líder del PSOE necesita ganar tiempo.