domingo, 28 septiembre 2025

Cristina Sánchez Muñoz, profesora de la UAM: «La sociedad reduce a las personas mayores a una condición de inferioridad»

Al hablar de feminismo en la sociedad no puede dejar de mencionarse a Simone de Beauvoir. Su influencia marcó un hito en la forma en la que entendemos la condición de ser mujer y también fue una frontera para reflexionar sobre otro de los grandes tabúes sociales: el de la vejez. En un capítulo del pódcast «Rompiendo con el edadismo: Simone de Beauvoir con Cristina Sánchez Muñoz» (publicado en el canal de YouTube de HelpAge International España), la profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, explica con claridad la vigencia de las ideas de Beauvoir. La conversación nos invita a mirar la vejez, no como una posición final, sino como un mero constructo cultural que podemos cambiar.

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FEMINISMO Y VEJEZ, UN MISMO COMBATE

FEMINISMO Y VEJEZ, UN MISMO COMBATE
Fuente: FREEPIK

Cristina Sánchez Muñoz explica que esta obra, La vejez, es, en varios sentidos, una extensión de El segundo sexo. En la primera obra, Beauvoir define de qué forma la sociedad define a la mujer como otredad, como algo “otro” frente a la norma masculina. De la misma manera, la vejez acaba siendo convertida en un estado ajeno, impropio, como si las personas mayores ya no pertenecieran plenamente a la esfera del mundo.

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La clave está en comprender que la feminidad, como la vejez misma, no son solo datos biológicos, sino aspectos que son atravesados por construcciones sociales que marcan qué es aceptable y qué no. Y el poder de estas construcciones sociales radica precisamente en que conforman nuestra vida cotidiana, incluso sin que las personas nos demos cuenta de ello.

Y es por eso que la reflexión de Beauvoir sigue siendo tan actual. Pese a que fue escrita hace más de medio siglo, sus planteamientos resuenan con fuerza en una sociedad que sigue pensando que vejez es sinónimo de dependencia y pérdida. La vejez reduciendo la identidad de las personas mayores a una situación de inferioridad social es una forma de control opresivo que se sigue manteniendo en lo cotidiano, tal como se mantiene también el sexismo.

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