La telenovela “Valle Salvaje” ilusiona finalmente a la audiencia una vez más con el giro que lo cambia todo; el que significa la declaración de José Luis Gálvez de Aguirre, el poderosísimo duque que parecía tenerlo todo bajo control, en contraposición a la verdad que Adriana Salcedo de la Cruz acaba de revelar: el hecho de que las tierras sean del Salcedo y no de los Gálvez zambulle de lleno en la opinión pública la Casa Grande y lapida a Adriana con un destino que hasta hace poco seguía escrito por otros. La revelación no solo ha traído consigo la confrontación directa del duque, sino que también ha comenzado a incomodar a la muerte de Evaristo Salcedo, el abuelo de la saga.
2JOSE LUIS, UN DUQUE ACORRALADO VALLE SALVAJE

Acostumbrado y hecho a ser la voz que ordena y el hombre que impone, José Luis Gálvez de Aguirre se enfrenta en este momento a un escenario distinto como ninguno, pues el poder ha cambiado de manos y ya no puede ocultar ni sus deudas ni las mentiras que lo sustentan. Su intento de ir de descalificar la acusación de Adriana como un “dislate” no es más que una muestra del desespero de un hombre que no tiene que prevalecer.
En su voz se percibe el eco de lo que él sabe que es una derrota, aunque sea capaz de aferrarse a las formas de grandeza que lo han acompañado durante toda su vida. La contradicción entre la exhibición de la altivez y la voz de la que se siente ahogado es descabellada. La caída del duque no es un caer inmediato, es un caí da lenta que permite anticipar que todo él arrastrará a su familia. Adriana, que tiene el sentido de que posee la llave que puede validar la ruina de los Gálvez, lo confronta con la certeza de que su voz no puede ser silenciada.
Lo más une de este capítulo es, por una parte, en «Valle Salvaje», el vínculo entre las tierras y la muerte de Evaristo; en este sentido, la pregunta que le lanza Adriana al duque, en la que le pregunta como debe confiar en su disculpa cuando sabe que fue culpable del drama familiar de Evaristo, deja al espectador con una tensión insostenible. Este escenario deja al duque en un estado de presión, pues luego de un silencio y una ficticia indignación queda la posibilidad de que la verdad sea mucho más oscura.