martes, 12 agosto 2025

José Coronado (Tirso en ‘Entrevías’) no se esconde y confiesa el único papel que se arrepiente de haber rechazado: «Me equivoqué y me dolió»

La carrera de José Coronado está plagada de aciertos, de personajes icónicos que se han quedado grabados a fuego en la retina de varias generaciones. Pero hasta los gigantes de la interpretación, esos actores que parecen caminar siempre sobre seguro, tienen un fantasma en el armario, un «y si…» que les persigue. En su caso, no es una película menor ni un proyecto fallido, sino todo lo contrario. Porque pocos saben que el papel que le consagró a otro actor fue primero suyo y lo rechazó, una decisión que, como él mismo ha admitido, le dolió en el alma.

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Hay errores que enseñan y decisiones que marcan una trayectoria para siempre. La historia de este «no» es una de esas. Una llamada, un guion sobre la mesa y una elección que, vista con la perspectiva del tiempo, lo cambió todo. El protagonista de ‘Entrevías’, con la honestidad brutal que le caracteriza, no ha tenido reparos en contar la historia de su mayor error profesional. Y es que esa equivocación fue una de las lecciones más duras de su vida profesional, una que le hizo ver que en el cine, como en la vida, el olfato no siempre es infalible.

EL HOMBRE DETRÁS DEL TIPO DURO

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Ver a José Coronado en pantalla es ver a un animal cinematográfico. Un actor que ha sabido como pocos evolucionar desde el papel de galán en los noventa hasta convertirse en el tipo duro con alma, el antihéroe lleno de matices que domina la ficción española actual. Su Tirso Abantos en ‘Entrevías’ es solo el último eslabón de una cadena de personajes inolvidables, hombres de pocas palabras y mucha acción, a los que siempre consigue dotar de una humanidad y una verdad que desarman. Su presencia llena la pantalla.

El éxito le ha acompañado durante décadas, encadenando proyectos en cine y televisión que le han consolidado como uno de los rostros indispensables de nuestra industria. Desde ‘Periodistas’ hasta ‘No habrá paz para los malvados’, pasando por ‘El cuerpo’ o ‘Vivir sin permiso’, el icónico actor ha demostrado una versatilidad a prueba de bombas. Nadie duda de su talento ni de su instinto para elegir papeles. Por eso, resulta tan sorprendente e impactante descubrir que hubo una vez en que ese instinto le falló estrepitosamente, dejándole fuera del que sería uno de los mayores fenómenos del cine español.

LA LLAMADA QUE LO CAMBIÓ TODO (PARA OTRO)

La historia nos lleva a finales de la década de los 2000. Un director llamado Daniel Monzón preparaba su nuevo proyecto, un thriller carcelario de una crudeza y una potencia inusitadas. El título era ‘Celda 211’. El guion era una bomba de relojería y en el centro de todo había un personaje que era un caramelo envenenado: Malamadre. Un preso brutal, un líder carismático y violento, un rol complejo que exigía a un actor con un carisma arrollador y capaz de infundir miedo y respeto a partes iguales. Y Monzón solo tenía un nombre en la cabeza: José Coronado.

Era la elección lógica. El actor madrileño tenía la planta, la voz y la experiencia para dar vida a ese monstruo. La oferta llegó, el guion se puso sobre su mesa y todo parecía destinado a que él fuera el rostro de esa rebelión carcelaria. El proyecto olía a éxito, a cine del bueno, de ese que deja huella. Era la oportunidad de crear un personaje que pasaría a la historia del cine español. Pero entonces, los astros no se alinearon y una decisión aparentemente rutinaria lo cambiaría todo, no solo para él, sino para otro de los grandes de nuestra escena.

UN ‘NO’ QUE RESONARÍA DURANTE AÑOS

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La vida del actor es una agenda, un tetris de fechas, rodajes y compromisos. Y fue precisamente esa agenda la que se interpuso en el camino. En aquel momento, José Coronado estaba inmerso en otros proyectos y las fechas de rodaje de ‘Celda 211’ eran incompatibles. Tuvo que decir que no. Una negativa profesional, una de tantas que se dan en esta industria. Probablemente, en aquel momento, no le dio más importancia. Un proyecto que se cae, otro que saldrá. Pero esta vez era diferente. Esta vez, el tren que dejaba pasar iba directo a la gloria.

Con su primera opción fuera de juego, Daniel Monzón tuvo que buscar un plan B. Y ese plan B tenía nombre y apellidos: Luis Tosar. El actor gallego, otro portento de la naturaleza, aceptó el reto. Se rapó la cabeza, se dejó crecer una barba salvaje y se transformó física y mentalmente en Malamadre. Lo que ocurrió después es historia. Tosar no interpretó al personaje, se convirtió en él. Su creación fue tan visceral, tan auténtica y tan aterradora que dejó a crítica y público con la boca abierta y el corazón en un puño.

CUANDO EL ÉXITO AJENO SE SIENTE (UN POCO) PROPIO

‘Celda 211’ arrasó. Se convirtió en un fenómeno de taquilla y en una película de culto instantánea. Y en la gala de los Goya de 2010, el nombre de Luis Tosar resonó con fuerza al ganar el premio al Mejor Actor Protagonista. Fue un momento icónico, un reconocimiento unánime a una de las mejores interpretaciones de la historia de nuestro cine. Y mientras Tosar levantaba el «cabezón», en su casa, José Coronado aplaudía, pero sentía una punzada. La punzada del «ese podría haber sido yo».

Con una honestidad que le honra, el veterano intérprete ha contado en varias ocasiones cómo vivió aquel momento. No había envidia hacia su compañero, a quien admira profundamente, sino el dolor sordo del error propio. «Me equivoqué y me dolió», ha confesado. Ver el trabajo estratosférico de Tosar y el éxito imparable de la película le hizo ser consciente de la magnitud de la oportunidad que había dejado escapar. Fue una cura de humildad, la constatación de que en esta profesión, a veces, un problema de agenda puede costarte el papel de tu vida.

LA CICATRIZ QUE ENSEÑA A ELEGIR

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Pero José Coronado no es de los que se lamentan eternamente. Aquel error, aquella cicatriz profesional, se convirtió en un motor. Le enseñó a afinar aún más su olfato, a ser si cabe más selectivo y a pelear por los papeles que realmente le movían por dentro. Quizás, sin el fantasma de Malamadre, no habría llegado con tanta hambre a otro de sus grandes personajes, el Santos Trinidad de ‘No habrá paz para los malvados’. Un papel que, ironías del destino, sí le daría su propio y merecidísimo Goya un par de años después.

Aquel «no» a ‘Celda 211’ es hoy una anécdota fascinante en la biografía de un actor inmenso. Una prueba de que incluso en las carreras más brillantes hay curvas y decisiones equivocadas. Lejos de ocultarlo, José Coronado lo cuenta con la naturalidad de quien ha aprendido la lección. Y esa honestidad, esa capacidad para admitir el error y seguir adelante, es lo que le hace todavía más grande. Porque, a veces, la verdadera medida de un gigante no está solo en sus aciertos, sino en cómo se sobrepone a sus propios fantasmas.


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