Cuando una zona corporal recibe algún daño, o dolor, los receptores del dolor viajan por la médula espinal y comunican la información al cerebro. Este ordena inmediatamente la producción de un neurotransmisor, la endorfina. Este es un opiáceo con acción analgésica. En determinadas circunstancias que requieren un sobreesfuerzo, como una relación sexual, la producción de este neuropéptido aumenta y así el dolor se puede convertir en placer con más facilidad.