Cambio de era monetaria, navidades covidianas y Gates entierra la pandemia en 2022

Los bancos centrales han iniciado el cambio de era monetaria comandados por la Reserva Federal de EEUU (la FED, por sus siglas en inglés), que ha conseguido incluso arrancar del Banco Central Europeo (BCE) un tibio mensaje defendiendo la retirada de los mal llamados estímulos, mediante los cuales estas instituciones tienen el poder de crear dinero de la nada para adquirir deuda en los mercados. Eso sí, en la eurozona no se atisban subidas de tipos hasta 2023 o incluso 2024, mientras que al norte del Río Grande, se aprobarán hasta tres incrementos el próximo año.

La presión inflacionaria ha obligado a Jerome Powell a actuar intentando reducir la velocidad de la locomotora estadounidense sin que descarrile el tren completo, un difícil encaje de bolillos que debe compatibilizar el cambio de rumbo de la política monetaria con el mantenimiento del crecimiento económico robusto.

Todo ello con la mirada puesta en las elecciones de midterm que se celebrarán a finales de año y que pueden limitar el poder de mando de Joe Biden, condenándolo al síndrome del pato cojo. En la Casa Blanca cruzan los dedos para que el plan salga bien y la Fed logre soplar y sorber al mismo tiempo, es decir, consiga detener la espiral inflacionista sin que la subida de tipos afecte demasiado a la evolución del PIB y del empleo, permitiendo además que Wall Street siga cabalgando a lomos de la burbuja.

En la eurozona el BCE ha lanzado un mensaje dual, ya que por un lado manifiesta la necesidad de ir retirando paulatinamente la respiración asistida monetaria pero, por otro, deja claro que seguirá adquiriendo deuda soberana y bonos corporativos otros dos años más. Esto en la práctica supone que los costes de financiación de los países y empresas más endeudados repuntarán, pero seguirán en niveles aceptables gracias a la acción del banco central.

Esto implica que los famosos «vientos de cola» soplarán con menos fuerza en 2022 y aquellos que no sean capaces de mantenerse en el aire por sí mismos sufrirán turbulencias. En todo caso, Lagarde mantendrá abierta la UCI monetaria aunque destine menos camas al cuidado de sus pacientes más apalancados.

LAGARDE (BCE) MANTENDRÁ ABIERTA LA UCI MONEtaRIA AUNQUE DESTINE MENOS CAMAS AL CUIDADO DE SUS PACIENTES

A partir de marzo concluye el programa de emergencia pandémica y vuelve el tradicional QE lanzado por Draghi cuando estaba al frente del BCE, el bombero pirómano que condenó al euro para salvarlo y que ahora se ha aliado con Macron para tener un mayor peso en la dirección del dinosaurio europeo.

En España la mayor amenaza para el próximo año no vendrá de esta reducción de las compras del banco central, sino del impacto que tengan las nuevas restricciones en un sector turístico que no levanta cabeza y de la evolución de la actividad industrial, profundamente lastrada por la crisis energética y los problemas de suministros.

La comparecencia del presidente del Gobierno en pleno domingo a pocos días de la Navidad ha metido en el cuerpo a más de un hostelero, que teme que se impongan limitaciones a los movimientos de los ciudadanos de cara a las vacaciones. Unas restricciones que golpearían las cuentas de los negocios, ya de por sí lastradas por la obligatoriedad del pasaporte covid en las comunidades que han decidido implantar este salvoconducto para entrar en los establecimientos.

ÓMICRON, MÁS CONTAGIOS PERO MENOS GRAVES

La única buena noticia es que comienza a existir cierto consenso en el mundo sanitario respecto a la menor gravedad que presenta la nueva cepa ómicron, variedad covidiana que se convertirá en mayoritaria en 2022 al contagiarse setenta veces más rápido que la Delta. La agencia Bloomberg así lo indica en un artículo en el que muestra estos datos provenientes de un estudio realizado por la Universidad de Hong Kong que se encuentra a la espera de ser revisado por pares para publicarse en una revista científica.

Si se cumplen estas buenas perspectivas podríamos estar en el principio del final de la crisis pandémica, algo en lo que confía Bill Gates, autoproclamado salvador del mundo y que cada año realiza una serie de predicciones para el ejercicio, logrando un buen porcentaje de aciertos. Es lo que sucede cuando uno tiene acceso a los escalones más altos de la pirámide, que puede ver lo que a otros les queda muy lejos.

En su blog personal, Gates proporciona una serie de «razones para el optimismo en un año difícil» en el que considera que «el final de la fase aguda de la pandemia llegará en algún momento de 2022», convirtiéndose en una enfermedad endémica con una incidencia sanitaria similar a la de la gripe. Ojalá tenga razón.

CRISIS SANITARIA Y PODERES PÚBLICOS

Hasta que llegue ese momento nos esperan unas semanas y meses complicados, sobre todo porque la falta de compromiso de los gobiernos con sus infraestructuras sanitarias han vuelto a provocar colapsos en la atención de los enfermos. En nuestra vieja piel de toro, los centros de salud españoles no son capaces de cumplir con su labor, mandando a los pacientes a las Urgencias y provocando el colapso de las mismas.

Y mientras tanto los que padecen enfermedades que nada tienen que ver con el Sars Cov 2 sufren las consecuencias de esta falta de previsión institucional. Ningún gobierno importante de Europa ha aumentado las camas disponibles para atender a los pacientes de máxima gravedad y basan toda su estrategia en la vacunación masiva y el recorte de libertades.

NUEVO MÁXIMO DEL PRECIO DE LA ELECTRICIDAD

Mientras todo esto sucede los hogares y empresas españoles comprueban como día tras día se baten los récords de precios eléctricos, lo cual provoca pérdida de competitividad, frenazo de actividades electrointensivas y un golpe al consumo, ya que la demanda doméstica se resentirá al reducirse la capacidad de gasto de los hogares (ya de por sí lastrada por la espiral inflacionista).

Si tomamos cómo referencia las estimaciones de la OCDE, el aumento del coste eléctrico le costará a España unos 40.000 millones de euros. Una cantidad que no es nada desdeñable y que obligará al Gobierno, con toda seguridad, a adoptar medidas para reducirlo en 2022, aunque sean cosméticas y de cara a la galería para no perder potencia electoral.