“Sí, nos ha hecho daño”, dice un representante sindical. Hay quien piensa que si el mayor problema sindical en un 1 de mayo es la posición comprometida de las grandes centrales sindicales de cara al ‘procés’, es que hay pocos problemas. No es así, la última EPA ha echado agua al vino de la recuperación, el paro entre los jóvenes sigue siendo escalofriante, hay estacionalidad, precariedad, desigualdad y las pensiones tienen un futuro amenazado. ¿Es el papel de los sindicatos de clase españoles situarse en las tesis independentistas catalanas? El problema es ése precisamente. No saben dónde ponerse.
“Los vamos a necesitar, y mucho. No los empresarios, es que son necesarios para los retos que tenemos por delante como país”, explica sin poder ser citado un destacado líder empresarial español.
CCOO y UGT se sumaron a la reciente manifestación en Barcelona “a favor de la libertad de los presos políticos”. Varias fuentes sindicales reconocen a Merca2 que esta posición no se ha entendido entre sus bases, los afiliados a los sindicatos tradicionales de clase. ¿Están en juego los derechos de los trabajadores con los autos de prisión para Junqueras y compañía? Los propios afiliados parece que piensan que no.
Los empresarios se están quitando ya el lastre del conflicto catalán. La posición de Juan Rosell tampoco ha sido bien entendida entre los suyos. El aún presidente de la CEOE dijo en su día que “hay espacios entre la sumisión total y la independencia”. Unas declaraciones muy poco sensibles para la verdadera preocupación del empresariado español. Y del catalán. El drama para miles de empresarios en Cataluña que se han tenido que ir o están seriamente perjudicados por los desmanes independentistas. Hay que tener en cuenta que cerca de 3.800 empresas se han visto obligadas a cambiar su sede social de Cataluña a otro lado de España.
Esas declaraciones de Rosell fue la traca final de un mandato desafinado, con Antonio Garamendi como horizonte tranquilizador. El empresario vasco quedó segundo por poco en la contienda con Rosell en las pasadas elecciones, y muchos se hacen cruces porque con él no hubiera habido tanto toque de corneta desafinado en estos años. Se espera que lidere la CEOE tras las próximas elecciones de la organización.
RELEVO EN LAS CÚPULAS
Los relevos en UGT y CCOO son más o menos recientes. En UGT no se puede decir que haya habido un gran relevo generacional, ya que a Cándido Méndez lo sustituyó Pepe Álvarez, o Josep María Álvarez, según se mire, de 59 años. Álvarez venía de ser secretario general de UGT en Cataluña y su posición política personal es más que cercana al ‘procés’. El histórico Toxo dejó lugar en CCOO a Unai Sordo, vasco de 45 años.
Los sindicatos tienen una relación anómala y en cierto modo perpleja ante los fenómenos políticos surgidos tras el 15-M. Y no digamos más sobre la aparición de Podemos. La formación de Pablo Iglesias intentó, sin éxito, segar la hierba bajo los pies de los sindicatos. Así nació Somos, que no ha cuajado en la misma proporción que Podemos.
DESORIENTADOS
Los líderes sindicales están desorientados respecto a estos nuevos movimientos políticos, de la misma manera que están desorientados sobre qué quieren y cómo respiran sus bases.
Se puede decir que hay un problema generacional tan ejemplarizado por el relevo en la cúpula. Los jóvenes no son sindicalistas, y parece que los sindicatos no representan más que a los trabajadores en el sentido tradicional, es decir, que están anquilosados respecto a las nuevas formas productivas y las nuevas generaciones. Pocos jóvenes se definen como “clase trabajadora”, al margen de las mitificaciones con el Frente Popular de la II República de los que son de extrema izquierda.
Los relevos buscan precisamente recuperar ese pulso, ése ‘feeling’ perdido. Lo que sucede es que los tiempos han hecho que el pulso que marcara un momento definitorio haya sido el desafío separatistas del PDCat y ERC. Una independencia liderada desde la derecha capitalista catalana más tradicional, curiosamente. A la que los sindicatos se han mostrado innecesariamente seguidistas.
Y no será por falta de retos y desafíos a los trabajadores en el año VII de la Era Rajoy. Una pista la han dado las recientes concentraciones multitudinarias de pensionistas, reclamando un mayor mejora de la pensión. “El caso es que no iremos tan mal –dice con ironía un cuadro del PP–, ya que se protesta porque se sube poco las pensiones, no porque se recorten o vayan a desaparecer. Eso es que el país va muy bien”. Aunque la recuperación sea innegable, la última Encuesta de Población Activa registró una subida del desempleo de 24.000 personas. El paro está en el 16,74%, lo que dista de ser una buena cifra, muy alejada en todo caso de las medias europeas.
BIPOLARIDAD SINDICAL
La bipolaridad que sufren los sindicatos con la cuestión catalana se reproduce entre la extrema izquierda política. A Podemos su comprensión y apoyo a la causa independentista –si bien en parte por cuestiones prácticas y tácticas– le ha pasado factura. La leyenda de la izquierda antiespañola. Quizás al ver por dónde soplaban los vientos ‘podemitas’ los dirigentes sindicales se han visto en la tesitura de hacer un marcaje-sombra y volcarse hacia la facción independentista de los catalanes, en lugar de a la del resto que no quiere independencia.
“Si, nos ha hecho daño”, aseguran fuentes sindicales. En Extremadura, Murcia, Andalucía, las dos castillas, Madrid… no se ha entendido qué querían buscar los sindicatos en aquella manifestación a favor de la libertad de los mal llamados “presos políticos”. De Junqueras y los representantes políticos de la burguesía catalana, en fin.
No lo entendieron históricos líderes sindicales y comunistas como Justiniano Martínez, ni lo entienden las bases. Así se llega al 1 de mayo, un enorme puente en Madrid. Solo el tirón de pensionistas y algo de capitalización de las protestas feministas podrá salvar la cara reivindicativa y olvidar el extraño paseo por Barcelona a la sombra de las esteladas.