La paz en «Valle Salvaje», nunca ha sido algo más que un estado temporal, algo parecido a una tregua. Con pasiones enredos, traiciones, y con el imbatible peso de lo que es el poder, el pueblo de la Casa Pequeña ha llegado a un punto de no retorno. Lo que antes aceptaban («una cierta resignación») ha dado paso a un enfado reprimido; un enfado que se presenta y tiene su origen justo en el duque, quien hasta entonces ha sido el amo y el dueño de vidas y destinos, que comienza a darse cuenta de que no siempre se puede confiar en la obediencia ciega. Mientras tanto, los corazones de la gente están destrozados, pero florecen inesperadas alianzas, y secretos a punto de estallar preparan la llegada de una tormenta que arrasará con todo lo que se encuentra a su paso.
CORAZONES ENFRENTADOS EN VALLE SALVAJE

La relación que comparten Leonardo y Bárbara atraviesa su momento más sombrío. Él, incapaz de hacer el esfuerzo de hablar con sinceridad, se ha enclaustrado en la lejanía, creando sólo dudas en el corazón de la joven. “¿Por qué se aleja? Si sólo quiero estar a su lado”, se repite Bárbara infinidad de veces, infructuosamente.
El amor que había sido fuerte como una roca en Valle Salvaje, empieza a desvanecerse debido a un silencio que grita más fuerte que las palabras. Bárbara ha hecho todo lo posible para intentar volver a recuperar la cercanía con el capataz. Ha buscado su mirada, ha tendido la mano, ha ofrecido comprensión. Pero lo único que ha encontrado son evasivas.
El desencanto comienza a instalarse donde antes vivía la esperanza. Y llega, inevitablemente, la decisión que más temía: la de renunciar al sueño de volver a recomponer todo lo que en algún momento les unió. Sin embargo, su corazón no se resigna del todo. La duda la consume por dentro. ¿Es sólo miedo lo que aleja a Leonardo… o hay otra mujer en esos alrededores? La idea le sacude con fuerza y vuelve a encender la necesidad de saber, de saber, cueste lo que cueste. Ya no quiere seguir amando a ciegas. Esta vez lo encarará. Esta vez exige respuestas.
LOS MUROS DE LA CASA PEQUEÑA EN VALLE SALVAJE

Mientras que en Valle Salvaje los rencores personales permanecen hirviendo bajo la piel, el incendio verdadero se desarrolla en los terrenos del poder. El duque y sus peones han traspasado muchas líneas. Los habitantes de la Casa Pequeña, ciegos y sometidos, han llegado a convencerse de que ya no tienen nada que perder. Y eso es lo que los hace peligrosos.
Jose Luis vuelve a hacer acto de presencia con su habitual desdén, con su habitual amenaza, pero, esta vez, es recibido no con miedo, sino con furia contenida durante demasiado tiempo. Bernardo, dolorido en su orgullo y dolorido por su historia, se pone en pie como nunca lo había hecho. De sus ojos ha desaparecido el temor, ahora ya no hay más que salvajismo. ¿Hasta dónde podrá llegar en su deseo de rescatar lo que ama?
Alejo en Valle Salvaje, en cambio, ha alzado la voz contra su propio padre. No le perdona los abusos con que lo ha tratado ni la infidelidad con la que ha tratado a Luisa y a su familia. Su rebelión es algo más que una simple rebelión; es un acto de amor por aquellos que han sido perseguidos por el simple hecho de no pertenecer a la clase aristocrática. En sus palabras estaba recalcada su forma de ver las cosas: no va a permitir que el poder aniquile a los suyos.
SOMBRAS Y SECRETOS EN VALLE SALVAJE

Las intenciones del duque, de sus cómplices, van emergiendo y ella es la primera en darse cuenta de lo que eso supone, por mucho que el duque alardeé de lo contrario. Un pequeño comentario, una frase suelta, un gesto que no logra contener… y todo cambia. En un instante, se da cuenta de lo lejos que van Victoria y José Luis por derribar a los miembros de la Casa Pequeña. Ese descubrimiento no solo la deja impactada sino que además la sitúa ante la necesidad de posicionarse.
Además en Valle Salvaje, ese hallazgo podría ir conectado directamente a los últimos movimientos del duque en relación a conseguir amedrentar a Luisa y al pequeño Evaristo. ¿Es ese un último movimiento más de una estrategia cruel destinada a despojarlos de todo? Esa pregunta empieza a hacerse eco en los pasillos, entre susurros y se convierte en un pequeño embrión de sublevación.
Adriana y Rafael en Valle Salvaje, en otro punto del valle, están en claro dilema moral. Úrsula ha hecho un chantaje con una precisión quirúrgica, Rafael sacrificaría su libertad en pos de salvar a Adriana. Pero ella no lo puede consentir. Por primera vez, los dos empiezan a pensar en utilizar las mismas armas sucias del enemigo. Ya no se trata de conservar la honra, sino de sobrevivir sin ser devorados por los lobos.