Resulta curioso cómo las costumbres culinarias pueden variar tanto de un lugar a otro, hasta el punto de que lo que aquí consideramos un manjar cotidiano, casi un pilar de nuestra gastronomía, en otras latitudes está directamente vetado. Hablamos de un alimento que adorna nuestras tablas de embutidos, protagoniza tapas memorables y forma parte intrínseca de la cultura española: el queso elaborado con leche cruda. Ese sabor intenso, esa textura particular que muchos apreciamos, es precisamente el origen de una controversia sanitaria que lo ha convertido en producto prohibido en países tan influyentes como Estados Unidos, Canadá o Australia, entre otros.
Mientras en España disfrutamos con naturalidad de un buen Cabrales, una Torta del Casar o un Manchego artesano, todos ellos potenciales ejemplos de elaboración con leche sin pasteurizar, al otro lado del Atlántico su simple comercialización puede acarrear serios problemas legales. Esta disparidad de criterios no es baladí, hunde sus raíces en diferentes percepciones sobre el riesgo alimentario y en distintas tradiciones regulatorias. Explorar este contraste nos lleva a preguntarnos por qué nosotros convivimos con este producto sin aparentes alarmas masivas, mientras otros lo ven como una amenaza inaceptable para la salud pública, un debate donde chocan la tradición, el sabor y la seguridad alimentaria.
LA LECHE CRUDA, UN TESORO GASTRONÓMICO CON SUS SOMBRAS

La elaboración de queso a partir de leche cruda es una práctica ancestral en España, profundamente arraigada en las zonas rurales y ligada a métodos artesanales transmitidos de generación en generación. Para muchos productores y consumidores, la pasteurización, ese proceso térmico diseñado para eliminar bacterias patógenas, arrebata al queso parte de su alma, homogeneizando sabores y matices que solo la leche recién ordeñada, con su carga microbiológica natural y específica de cada entorno, puede conferir. Defienden que esta microflora autóctona es clave para desarrollar la complejidad y singularidad que caracteriza a muchos de nuestros quesos más apreciados, un vínculo directo con el terruño y las estaciones.
Sin embargo, esta misma ausencia de tratamiento térmico es la que enciende las alarmas sanitarias internacionales. La leche cruda puede ser vehículo de bacterias peligrosas para el ser humano, como Listeria monocytogenes, Salmonella, E. coli O157:H7 o Campylobacter, capaces de provocar enfermedades graves, especialmente en poblaciones vulnerables. La pasteurización se consolidó en el siglo XX precisamente como una barrera eficaz contra estas amenazas, convirtiéndose en el estándar de oro para la industria láctea mayoritaria a nivel global, buscando garantizar un nivel básico de seguridad para el consumidor medio, aunque ello suponga un peaje en términos de características organolépticas para cierto tipo de alimento.
EL MAPA DE LA PROHIBICIÓN: ¿POR QUÉ TANTOS PAÍSES DICEN ‘NO’?

Estados Unidos es quizás el ejemplo más paradigmático de la restricción. La Food and Drug Administration (FDA) prohíbe la venta interestatal de quesos de leche cruda a menos que hayan sido madurados durante un mínimo de 60 días a una temperatura específica, una medida que busca reducir la carga bacteriana potencialmente peligrosa. Esta regulación, aunque permite la existencia de algunos quesos importados o de producción local que cumplen el requisito, limita enormemente la disponibilidad y variedad de quesos frescos o de corta maduración elaborados con leche cruda, considerados de mayor riesgo. La lógica subyacente es clara: priorizar la prevención de brotes infecciosos anteponiendo la seguridad sanitaria a la diversidad gastronómica o la tradición.
Otros países como Canadá o Australia mantienen políticas igualmente restrictivas, basándose en evaluaciones de riesgo similares que identifican la leche cruda y sus derivados como productos de alta peligrosidad potencial. Argumentan que los sistemas de control, por muy estrictos que sean, no pueden eliminar por completo la posibilidad de contaminación y que las consecuencias de un brote podrían ser devastadoras. En este contexto internacional, la Unión Europea adopta una postura diferente, permitiendo la comercialización de quesos de leche cruda bajo un marco regulatorio muy estricto que detallaremos más adelante, lo que convierte a España y otros países europeos en una suerte de «isla» para este particular alimento.
ESPAÑA Y SU IDILIO CON EL QUESO SIN PASTEURIZAR

En nuestro país, el queso de leche cruda no es solo un producto, es parte del patrimonio cultural y gastronómico, especialmente en regiones con una larga tradición ganadera y quesera. Muchas Denominaciones de Origen Protegidas (DOP) e Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) amparan quesos elaborados exclusivamente con leche cruda, considerando esta característica como un elemento diferenciador y un sello de calidad y autenticidad. Ferias locales, mercados tradicionales y tiendas especializadas ofrecen con orgullo estas variedades, apreciadas por consumidores que buscan sabores más intensos y conectados con el origen, una experiencia que va más allá de la simple nutrición.
Esta convivencia relativamente pacífica con el queso de leche cruda no se debe a una negligencia en materia de seguridad alimentaria, sino a un marco regulatorio específico y exigente, encuadrado dentro de la normativa europea pero con particularidades nacionales. La legislación española obliga a los productores a cumplir rigurosos requisitos higiénico-sanitarios en las explotaciones ganaderas, controles estrictos en la calidad de la leche utilizada, análisis periódicos del producto final y una trazabilidad exhaustiva desde la granja hasta la mesa. Se entiende que, bajo estas condiciones controladas, el riesgo asociado a este alimento se minimiza hasta niveles considerados aceptables, permitiendo preservar la tradición sin comprometer la salud pública de forma generalizada.
LOS RIESGOS REALES: ¿MIEDO JUSTIFICADO O EXCESO DE CELO?

No se puede negar que el consumo de queso elaborado con leche cruda entraña un riesgo microbiológico superior al de su homólogo pasteurizado. Las bacterias patógenas mencionadas anteriormente pueden estar presentes y causar infecciones, conocidas como zoonosis alimentarias. Los grupos de población más vulnerables, como mujeres embarazadas, niños pequeños, personas mayores y aquellos con sistemas inmunitarios debilitados, son especialmente susceptibles a estas infecciones, que en ellos pueden revestir mayor gravedad. Las recomendaciones sanitarias oficiales, incluso en España, suelen aconsejar a estos colectivos evitar el consumo de este tipo de productos como medida de precaución adicional.
Ahora bien, ¿justifica este riesgo potencial una prohibición total como la adoptada por otros países? Desde la perspectiva española, y europea en general, la respuesta tiende a ser negativa, siempre que se cumplan las estrictas normativas vigentes. Se argumenta que los controles implementados son suficientes para mantener el riesgo en niveles muy bajos para la población general sana, considerando que la eliminación total del riesgo es prácticamente imposible en cualquier cadena alimentaria. La clave reside en la confianza en los sistemas de control, la responsabilidad de los productores y la información transparente al consumidor sobre las características de este alimento, permitiendo una elección informada. Prohibir por completo podría interpretarse como un exceso de celo que ignora los beneficios culturales y gastronómicos, así como la capacidad de gestionar el riesgo de forma eficaz. Este alimento representa un desafío constante.
EL FUTURO DEL QUESO ARTESANO: ¿TRADICIÓN CONTRA SEGURIDAD GLOBAL?

El debate sobre el queso de leche cruda se enmarca en una tensión más amplia entre la globalización de los estándares de seguridad alimentaria y la defensa de las tradiciones y producciones locales. Mientras algunos organismos internacionales y países importadores presionan por normativas cada vez más estrictas, a menudo favoreciendo la pasteurización como única garantía «segura», los productores artesanos y defensores de la biodiversidad gastronómica reivindican el valor de métodos tradicionales y la necesidad de regulaciones adaptadas que no ahoguen a las pequeñas explotaciones ni uniformicen los sabores. El futuro de este apreciado alimento depende del equilibrio que se logre.
En España, la tendencia parece ser la de mantener y reforzar los controles existentes, apostando por la calidad y la diferenciación como estrategia de valor. La información al consumidor juega un papel crucial, permitiendo que cada individuo tome sus propias decisiones con conocimiento de causa, entendiendo tanto los posibles riesgos como las cualidades únicas de estos quesos. Mientras la ciencia avanza en métodos de detección y control, y la sociedad debate sobre qué nivel de riesgo es aceptable en su alimentación, el queso de leche cruda sigue siendo un protagonista en nuestras mesas, un alimento que encapsula una rica herencia cultural y un desafío constante entre la tradición ancestral y las exigencias sanitarias del mundo moderno. Confiar en los productores y en los sistemas de vigilancia es vital para seguir disfrutando de este alimento. La calidad de este alimento es indiscutible para muchos.













































































































