Es una de las prácticas y costumbres más universales, que tienen que ver con el espectáculo, la vida social y nuestro modo de vida y de disfrutar. Cine y palomitas van íntimamente ligadas desde hace décadas y para muchos es obligado. Sin embargo, no solo hay personas más cinéfilas y puristas que odian en general el ruido de mandíbulas y dientes comiendo mientras se ve una película, sino que además hay estudios que concluyen que no deberías tomarlas. Veremos por qué y de paso más cosas del origen de esta costumbre tan arraigada, sobre todo en los países occidentales.
EL ORIGEN DE ESTA COSTUMBRE
En los últimos años han surgido otros snacks para acompañar una película, pero las palomitas siguen siendo el referente, aunque solo sea por el romanticismo y la costumbre. Una costumbre que la mayoría no se ha parado a pensar cuándo y por qué surgió.
Sin duda te vendrá a la mente la imagen del cine americano con los espectadores comiendo palomitas. Pues si, una vez más ahí está el origen del consumo de palomitas o popcorn, en Estados Unidos. Y fue gracias a una mujer, Julia Braden. Tuvo tanto éxito su idea de cine y palomitas, que tras empezar en cuatro o cinco cines pronto se expandió a todo el país y luego al resto del mundo.
DESDE CUÁNDO LA COSTUMBRE DE COMER PALOMITAS EN EL CINE
Y si ya sabemos quién, veamos cuándo. Fue a raíz de la crisis del 29, con lo que casi desde el nacimiento del cine palomitas y película en la sala han ido íntimamente ligadas, pero nos tenemos que ir a los años justo del nacimiento del sonoro (que surge en 1927) y con ello la generalización de ir al cine, una vez que ya era asequible para la clase media-baja, pero necesitaban matar el hambre y picotear algo que igualmente se pudieran permitir. Y el maíz era de los pocos alimentos baratos incluso en la crisis económica tras el 29.
Al principio los propietarios de los cines se quejaban de que la sala se ponía perdida de restos, pero es cuando apareció Julia Braden, que propuso a idea de montar su propio puesto de palomitas dentro del cine. A cambio, ofrecía al dueño del cine un porcentaje de las ganancias por la venta de palomitas. En cuanto el propietario del cine escuchó la palabra dinero, le cambió la cara y aceptó encantado sin pensárselo dos veces. El éxito fue enorme y a partir de 1931 comienza la expansión imparable.
UNA COSTUMBRE QUE TIENE SU LADO OSCURO
Sin embargo, tras casi un siglo de práctica y de algo que parece invencible e imposible de erradicar, Una investigación científica de la Universidad Erasmus de Róterdam, una universidad pública de los Países Bajos, ha revelado que comer palomitas mientras ves una película no es lo más conveniente, y no tiene que ver con la salud, sino con la experiencia cinéfila.
Según los expertos, comer golosinas en el cine pueden distraer tu cerebro y hacer que se concentre en cómo sabrá la comida en lugar de en la película. El estudio ha sido genérico, sobre la forma en que nos afecta la comida en diferentes situaciones. Así que las palomitas es una factor más, dentro del picoteo en general.
POR QUÉ NO COMER PALOMITAS EN EL CINE
En definitiva, descubrieron que las personas disfrutaban menos de una actividad de ocio cuando había comida alrededor, ya que disminuyen su compromiso y atención. Incluso psicológicamente tu cerebro lo asume como una actividad lúdica y no cultural, con lo que quita solemnidad al acto y resta atención.
Pero claro, los propietarios del cine no lo ven igual, ya que las doctoras Anne-Kathrin Klesse y Emily Garbinsky descubrieron que las empresas utilizan intencionalmente los alimentos para crear experiencias agradables para los clientes. El tema es si algunos van al cine para ver una película en concreto o al final les vale con disfrutar de unas buenas palomitas y de paso ver un ‘peli’.
LA COMIDA DISTRAE
En modo genérico, la comida distrae cualquier actividad, cuando lo compaginas. Y es que los factores externos pueden afectar negativamente el disfrute de las experiencias por parte de los consumidores. No digamos ya si es una costumbre tan arraigada, pero además un alimento tan rico y que encima hace ruido al comer. Todo distracción para unos y otros, al margen del tema calórico, que da para otro debate y que ahora apuntaremos brevemente.
Los resultados del estudio también sugieren que la presencia de alimentos puede aumentar el disfrute de las experiencias negativas. Esto es muy útil también para aquellos que lo pasan mal con películas de terror, suspense o drama intenso.
EL OTRO HÁNDICAP DE LAS PALOMITAS, EL DIETÉTICO
Al margen del tema social y psicológico, está el dietético. Y es que las palomitas no son precisamente un alimento sano y equilibrado. El consumo de un bote de palomitas de maíz en los cines contiene un nivel de sal equivalente al que una persona consume en todo un mes, llegando a provocar a largo plazo enfermedades renales y alto colesterol, como han revelado diversas investigaciones.
Las palomitas que se venden en los cines son preparadas con granos de maíz, sal y aceite palmítico, este último es un hidrogenado de mala calidad, utilizado por ser más económico que otros, además de conservar su sabor al ser sobrecalentado. Al sobrecalentarse, explicó, el aceite palmítico se convierte en grasa transgénica, mejor conocida como grasa trans, la cual no se etaboliza adecuadamente en el cuerpo y se adhiere en las arterias más pequeñas, provocando mala circulación, celulitis, várices, alto colesterol y, en casos extremos, infartos. Una auténtica bomba.
CÓMO MINIMIZARLO
No digamos cuando -y pasa casi siempre- lo acompañamos con un refresco. El resultado es aún más nocivo para tu organismo. Para los investigadores, los especialistas consideran que es mejor adquirir la porción individual de palomitas, evitar el relleno y acompañar el alimento con agua natural son algunas sugerencias para los fanáticos de las palomitas de maíz.
Asimismo, subrayan el perjuicio mayor de cenar después de consumir palomitas, ya que llenarse de esa manera antes de dormir provoca que el azúcar se almacene en el hígado, produciendo glucógeno, que al no ser quemado con actividad se convierte en grasa.