La kale borroca antiturismo consigue su objetivo: abrir el debate

Han sido cuatro gatos haciendo mucho ruido, pero han conseguido lo que querían. Obviamente ese pequeño grupo de radicales, la mayoría de ellos menores de edad -no es ninguna tontería la propuesta de hacer pagar a los padres los destrozos de los hijos-, eran muy conscientes de que su capacidad de que su capacidad de dañar el interés de la industria más puntera de nuestro país es muy limitada, pero también lo eran de que inevitablemente sus acciones iban a ocupar espacios mediáticos y a generar un debate sobre las mismas y sus motivaciones.

Y es que, siendo unánime el rechazo a la violencia, y casi unánime la condena por intentar dañar a un sector que hoy por hoy es el más dinámico de nuestra economía y del que dependen millones de empleo, también es cierto que España vive un boom turístico espectacular y que eso ha empezado a generar cierto malestar ciudadano.

¿Se puede tener un turismo incontrolado? ¿Hay que poner algunos límites? Ese es el verdadero debate, no el de si la industria turística es necesaria o no, porque sobre eso creo que no hay duda. Pero nuestras ciudades, nuestros campos, nuestras playas, se llenan cada año de más turistas y, en muchos casos, ese turismo es de baja calidad y especialmente hiriente para los vecinos que lo aguantan.

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Hay zonas, como las islas o el levante, donde ese problema es más acuciante, pero también en algunos barrios del centro de Madrid y de otras ciudades en las que se mantenido que empezar a poner restricciones. El turismo es bueno, es necesario, pero puede llegar a ser lo contrario si se convierte en un abuso que resulta molesto y nada rentable para la gente que vive habitualmente en las zonas de mayor afluencia turística.

Este es el verdadero debate, el de si hay que poner límites, y qué límites, al turismo cuando éste excede de nuestra capacidad de asimilación. La pena es que ese debate, que es necesario porque España empieza a dejar de ser un paraíso turístico por culpa de la sobresaturación –incluso la propia industria puede verse perjudicada por el exceso-, se haya abierto porque cuatro energúmenos sin cabeza hayan pinchado las ruedas de unas bicicletas. Pero esto es España, para lo bueno y para lo malo.