Bodas de oro del golpe mortal de la OPEP al petróleo

‘La tensión entre el Estado de Israel y los enemigos jurados de su existencia estalló súbitamente en la violencia más desmedida, degenerando en un sangriento conflicto que fertilizó las ya hondas raíces del odio en Oriente Próximo. Los árabes, inferiores en el campo de batalla, trasladaron su venganza a la economía: los grifos del petróleo cerraron, las refinerías callaron y los cimientos financieros de Occidente cedieron’. Tranquilos, que estas líneas no son del telediario de las 15:00, sino que describen la crisis posterior a la guerra del Yom Kippur, en 1973. En la actualidad, el panorama no es tan malo. Aún.

La atroz oleada de ataques dirigidos por Hamás contra asentamientos y bases militares israelíes tuvo lugar el 6 de octubre de 2023, festividad hebrea del Yom Kippur; el mismo día que, 50 años antes, comenzaba la confrontación entre las armas sionistas y las de la coalición formada en su contra. Diez días después, el pasado lunes 16, se cumplieron otras ‘bodas de oro’, tampoco dignas de celebrar: cinco décadas desde que la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) cortase el abastecimiento de crudo al bloque de países que habían apoyado a Israel en el enfrentamiento.

EL EMBARGO PETROLERO DE LA OPEP EN 1973 SEXTUPLICÓ EL PRECIO DEL CRUDO, provocando una inflación monstruosa EN TODO EL MUNDO

La aplastante victoria del joven Estado judío motivó aquel órdago de la organización, el mayor de su historia, cuyas consecuencias, aún a día de hoy, son difíciles de cuantificar. La escasez de petróleo sextuplicó el precio del barril, provocando una inflación monstruosa que arruinó a hogares y empresas en todo el mundo. El molde se rompió y la economía cambió para siempre; para bien o para mal.

Hoy en día también tenemos inflación; y también padecemos el cepo que la OPEP+ ha puesto a la producción de crudo. Pero el signo de los tiempos es, como es obvio, muy diferente, y cualquier analogía tiene difícil encaje. Hay una enseñanza, no obstante, que podemos extraer de lo ocurrido hace medio siglo: en el mundo moderno, la guerra siempre se cobra su precio, por muy lejos que caigan los obuses.

EL PETRÓLEO COMO REPRESALIA

La guerra del Yom Kippur comenzó el 6 de octubre de 1973, día de la festividad del mismo nombre, la más sagrada en el calendario judío. Para la alianza que inició el ataque, formada por Egipto, Siria y Jordania, se llamó la guerra de octubre o del Ramadán, también sacro para los musulmanes. El objetivo de los árabes era vengarse de la devastadora derrota sufrida en 1967 frente a los hebreos y recuperar los territorios perdidos (Cisjordania, la franja de Gaza, la Península del Sinaí y los Altos del Golán).

En apenas tres semanas, el rodillo militar israelí aniquiló a las tropas enemigas. La aventura de la coalición se saldó con 11.000 muertos -por solo 2.500 israelíes-, más perdidas territoriales y otra humillación para la causa común antisionista. Pero ésta no se dio por derrotada; si la artillería y los tanques no servían, recurrirían a otra arma. Una negra, densa y muy reactiva; tanto en los motores como en los bolsillos.

El 16 de octubre de ese mismo año, el bloque árabe de la OPEP sacó adelante un salvaje embargo petrolífero contra los países que habían respaldado a Israel en el conflicto. El barril de crudo, que costaba alrededor de dos dólares antes de la guerra, rozaba los 3,5 a finales de año; y para 1974 ya se acercaba a los 12. Cinco años después, tocaba los 19 dólares, culminando una apocalíptica escalada de aproximadamente el 530%.

EL ESTANCAMIENTO ECONÓMICO DEL MUNDO DESARROLLADO, JUNTO A LA PERSISTENTE INFLACIÓN, DIO LUGAR A UN NUEVO FENÓMENO: LA ‘ESTANFLACIÓN’

Oficialmente, el bloqueo solo afectaba a un puñado de países: Estados Unidos, Países Bajos, Portugal, Rodesia (actual Zimbabue) y Sudáfrica. En la práctica, todo el mundo desarrollado sufrió las consecuencias. El entramado económico y financiero internacional dependía del petróleo que llegaba de Oriente Próximo, por lo que la escasez y el colosal encarecimiento de este recurso estancó el crecimiento económico y provocó una inflación sostenida; una combinación infernal que fue bautizada entonces como ‘estanflación’.

El contexto histórico del embargo, en plena Guerra Fría, no podía ser más desfavorable para la recuperación. Los precios ya estaban altos antes del bloqueo, debido a que EEUU se había visto obligado a aumentar la impresión de dinero para financiar su frente proxy de Vietnam, que seguía activo; y finalmente la situación se hizo tan insostenible que el entonces residente de la Casa Blanca, Richard Nixon, acabó por eliminar el patrón oro.

Chorro de petróleo

DE LA ESTANFLACIÓN DE LOS 70 A LA CONVULSIÓN DE LOS 80

La devaluación resultante del dólar llevó a pérdidas financieras por parte de los países productores de petróleo, que percibían sus ingresos principalmente en la moneda estadounidense. El enorme incremento en el consumo occidental de petróleo, que se había duplicado desde el final de la II Guerra Mundial, también contribuyó a la gravedad de la crisis, ya que la parte acomodada del mundo se había acostumbrado a la gasolina barata y a precios relativamente estables.

Fue aquel uno de esos cambios de paradigma que se producen lentamente, sin acontecimientos señalados ni iconos fotográficos; tan solo una lenta agonía económica que acaba alumbrando, poco a poco y con mucho dolor, una nueva era. En España, el petróleo caro hizo saltar las costuras del modelo desarrollista del tardofranquismo, propulsando los cambios políticos que vendrían poco después.

PESE A QUE EL PETRÓLEO DE ORIENTE PRÓXIMO SIGUE TENIENDO UN ENORME PESO, EN LA ACTUALIDAD LA DEPENDENCIA DE OCCIDENTE ES MUCHO MENOR

Con el cambio de década, llegó otra guerra, la que enfrentó a Irán e Irak, que volvió a tumbar el mercado petrolífero y avivó el incendio. Frente a un coste desorbitado y al embudo en el suministro, a los estados no les quedó otro remedio que aguzar el ingenio para buscar salidas. Algunos, como Francia, apostaron decididamente por la energía nuclear; mientras que otros, como Canadá y Estados Unidos, comenzaron a explorar nuevas formas de producción energética, al tiempo que empezaban a mirar sus propias reservas de crudo.

Es éste el principal factor que separa la realidad actual de la de entonces: pese a que EEUU y Europa siguen siendo importadores de crudo, su dependencia del petróleo de Oriente Próximo es mucho menor que entonces. En el momento de la redacción de este texto, con los tambores de guerra en Palestina batiendo, el precio del petróleo se sitúa en el entorno de los 90 dólares por barril, un 8% más que antes de la incursión de Hamás. Un impacto duro, pero en modo alguno comparable al cataclismo desatado hace cincuenta años.

A día de hoy, el mayor de los temores es una escalada internacional del conflicto. El jefe de estrategia global de la empresa de investigación de inversiones Alpine Macro, Dan Alamariu, estima que de consumarse el peor escenario -la intervención directa de Irán en las hostilidades- un barril a 150 dólares no es descartable. Una hipótesis que, aunque remota, despierta los fantasmas de aquel Yom Kippur de 1973.

José Sánchez Mendoza
José Sánchez Mendoza
Periodista especializado en economía y mercados energéticos. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense y máster en Periodismo por El Mundo y la Universidad San Pablo CEU, he trabajado en medios como El Mundo y El Economista, entre otros.