Así vapulea a la dieta mediterránea el sistema Nutriscore previsto por el Gobierno

Del verde al rojo en cinco niveles (de la A a la E). En teoría, el verde identificará a los alimentos más saludables. Los rojos, por el contrario, aquellos con menor calidad nutricional. La idea del Gobierno es implantar lo que se conoce como sistema de Etiquetado Nutricional Frontal, o Nutriscore. Seguiría una senda que países como Francia y Bélgica ya han implantado. Sin embargo, para la dieta mediterránea, es un auténtico varapalo.

Por ejemplo, el aceite de oliva, santo y seña de la dieta mediterránea, sólo alcanza la letra. Por tanto, no llega al aprobado. No es la única incongruencia. El anacardo natural alcanza la letra C. La misma que consigue el anarcado frito salado. La almendra cruda, por su parte, llega a la B. Misma letra que alcanza la almendra con sal añadida. Mientras que los quesos y requesones desnatados tienen la letra A, mientras que los sin desnatar, la C.

“Ahora mismo no tiene sentido aplicar el sistema Nutriscore. En la UE debería haber más homogeneidad”, afirma Ascensión Marcos, vocal de la junta directIVa de Fesnad (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética). De aplicarse, por ejemplo, la Coca-Cola Zero tendría mejor consideración (letra B) que el aceite de oliva virgen extra.

Esto se debe a que los valores se calculan por 100 gramos de producto (o 100 mililitros). “El algoritmo no es claro. Está calculado a partir de la cantidad de energía y algunos nutrientes, sin calcular la porción y la frecuencia”, añade Ascensión Marcos. La respuesta del Gobierno, a través del Ministerio de Consumo, es sacar al aceite del etiquetado.

CAMBIOS EN NUTRISCORE

La Comisión Europea se ha dado hasta el último trimestre de 2022 para dar su propuesta final sobre el etiquetado frontal. “No puede ser que cada país haga lo que le dé la gana. Es mejor esperar y ver cómo mejorarlo. La Comisión Europea no se ha posicionado a favor de Nutriscore pero tiene más chance que otros”, señala Antoni García, consultor en regulación alimentaria.

Sobre todo, si tenemos en cuenta que son ya once los años que lleva el tema sobre la mesa y que, todavía, no ha tenido respuesta. Su intención es la de impedir que determinados productos den un mensaje de salud en determinados alimentos con alto contenido en grasas saturadas, azúcar y sal. “El consumidor está expuesto a mensajes engañosos”, añade Antoni García.

Para mejorar Nutriscore, y que se adapte mejor a la dieta mediterránea, Ascensión Marcos propone evaluar los alimentos y las bebidas con criterios distintos. “No distingue la calidad y la procedencia de la proteína y de la grasa de los alimentos”, incide la vocal de Fesnad. Tampoco considera el valor de los minerales, por ejemplo, o la cantidad de nutrientes.

LOCURA PARA EL CONSUMIDOR

Otro problema que se vislumbra a futuro es que Nutriscore pueda llegar a convivir con otros sistemas evaluadores. De ahí que pudiera darse el caso de que compartiera lugar en el etiquetado con otro relativo a la procedencia del producto, si es ecológico o no, y si es medioambientalmente responsable. “Hay que reducirlo si no el consumidor acabará volviéndose loco”, sostiene Ascensión Marcos.

Centrándonos en Nutriscore, y Según Antoni García, los cambios que mejorarían el algoritmo podrían ser: tomar como base de cálculo 100 kilocalorías, y no 100 gramos o mililitros; puntuar negativamente lo que proviene de grasas saturadas y azúcares; e introducir mejoras en los elementos de cálculo, con posteriores pruebas experimentales para evaluar su adecuación. “Así se mejoraría la puntuación de algunos alimentos, como el aceite de oliva, sin necesidad de excluirlos de Nutriscore”, remarca. Y Ascensión Marcos concluye: “para que sea efectivo debe ser comprensible, neutral y adaptado a los hábitos”.