¿De qué hablamos exactamente cuando nos referimos al mar? Lo primero que nos viene a lamente, seguramente, sea la idea, en su conjunto, de una playa, con sus rocas, la arena y una inmensa masa de agua salada. Porque eso es el mar, una enorme amalgama de líquido acuoso que cubre las tres cuartas partes de la tierra, y que además representa un todo en cual poder perderse, sumergirse e, incluso, hasta beberse.
Porque los beneficios que nos reporta el mar son muchísimos tanto a nivel psicológico como físico. Desde una enorme sensación de paz y tranquilidad que producen los sonidos tanto del mar en calma con en su mayor agitación provocada por las olas, la combinación con el sol y la arena, provocan, tal y como la neurociencia explica, sensaciones de bienestar que, incluso, pueden resetear de verdad nuestro cerebro. Es decir, no es un dicho aquello de que si te vas a la playa vuelves con las pilas cargadas, sino que regresas con las pilas mejor puestas y el cerebro también más sano. Y ahora, ya podemos bebernos el mar.
1Beber agua de mar, un descubrimiento de René Quintón
El agua de los océanos puede beberse. En realidad fue un tema arduo de investigación que comenzó René Quinton, un científico, humanista y filósofo francés que descubrió a finales del S.XIX todas sus propiedades en todo su esplendor. «Había que experimentar para poder demostrar que el Agua de Mar, rebajada a la isotonía, es idéntica al medio interno humano«. Con estas palabras, el Quinton descubrió como el agua de mar contenía hasta 15 elementos de la clasificación periódica de la tabla de Mendeleiev.