Vengo contemplando últimamente un fenómeno curioso que trato de analizar en estas líneas. No es un asunto de política, ni siquiera de economía o de relaciones Iglesia-Estado. Va sobre esos seres humanos (hombres y mujeres), a los que les ha entrado la fiebre de la vida sana. Son fácilmente reconocibles, especialmente en las redes sociales.
Suelen colgar mensajes del tipo: “Esta mañana, desayuno bajo en calorías, buen clima. He rodado diez kilómetros. Buenas sensaciones aunque alguna molestia en los isquiotibiales.” También por las calles se les observa paseando, ya sea un día diario o fiesta de guardar, ora solos, ora con la familia, vestidos de runner (ridícula malla de colorines, camiseta de la última maratón corrida, calcetines compresivos y zapatillas de doscientos pavos),aunque vayan al teatro. Una pequeña mochila en la espalda conteniendo bebida isotónica, barritas energéticas y las consabidas y milagrosas Bayas del Goyi, que debido a que crecen en el Himalaya te mantienen joven de por vida.
Un servidor que ha hecho deporte toda la vida (y seguramente por eso estoy estupendo a pesar de tener desgastadas las rodillas, y jodida la espalda), jamás llegó a estar obsesionado de esa manera. El deporte era un complemento mas en la vida, no una vida en sí mismo. Lo de ahora no es amor, es obsesión. Si además, sumamos la preocupación por la alimentación, apaga y vámonos.
AMOR O DESQUICIO
Es posible acreditarse sobre cómo estas personas hacen la compra, en cualquier supermercado de España. Comprueban el etiquetado. Desechan todo aquello que lleve aceite de palma, grasas trans, aunque no sepan lo que es, cualquier alimento que no sea Bio, a pesar de que la compra les salga por un ojo de la cara.
Y digo yo: ¿no será que estamos en un mundo desquiciado en que la gente trata de llenar determinados vacíos existenciales con aficiones más o menos saludables? Porque de lo que estoy seguro es que dentro de unos años, tendremos miles de afectados por esta fiebre de la vida sana, llenando las consultas de traumatólogos y fisioterapeutas. No sé, pero a mí, la vida tan sana, no me parece que lo sea tanto.
La naturaleza nos dice que el León dormita todo el día y solo corre cuando es absolutamente necesario. Si se lesionase, sería su fin. Aunque no es un ejemplo muy válido, debemos de pensar en ello: ¿de verdad merece la pena desgastar nuestro cuerpo y esqueleto en pro de algo que no nos asegura que vayamos a vivir más tiempo y mejor?
Por supuesto que hay opiniones para todos los gustos, y las respeto. Yo pase ya la época de la vida sana. Hoy por ejemplo, he desayunado huevos fritos en vez de tortitas de Quinoa, luego me he fumado un cigarrillo. Después, he almorzado una doble hamburguesa con patatas fritas y refresco de cola, en lugar de pechuga de pavo y cincuenta gramos de arroz rojo. Otro cigarrito. Para merendar, he picado unas cortecitas de cerdo acompañadas de una jarra fría de cerveza en vez de una lata de atún sin sal. Otro cigarrito más. No creo que llegue a la noche.
Decirles a mis hijos que los quiero.