La reina emérita cumple este miércoles setenta y ocho años, y lo hará -si nada lo remedia- en la más absoluta soledad. Desde que Felipe VI asumiera el trono, ella y D. Juan Carlos no han ocultado que su relación era tan mala como decían las malas lenguas. Ha dado un paso atrás y ha dejado espacio para que Letizia pueda ir cubriendo la primera fila del reinado. Eso sí, teniendo muy en cuenta a Doña Sofía como ejemplo de lo que debe ser una consorte.
Durante los treinta años de reinado de D. Juan Carlos la reina emérita supo ganarse el cariño de los españoles. Siempre en un segundo plano, y siempre apoyando en silencio al Rey. Un papel que quiere seguir asumiendo. De hecho, según informa Cotilleo.es ha reclamado a su hijo que no le aparte del papel representativo a la Institución Monárquica, cosa que todavía hace gracia a su excelente forma física.
Ni siquiera durante los momentos más duros del reinado se la oye quejarse. Sin embargo, la cosa cambió cuando los problemas afectaron directamente a sus hijos. Pudo más el papel de madre, dice Mónika Vergara, al mostrar todo su apoyo a su hija Cristina. Algo que le costó también dar todo el respaldo a las andanzas de Iñaki Urdangarín al frente de Nos.
El ex jugador de baloncesto perdió todo su glamour. Ya no era ese yerno ideal, jugador de balonmano que acudía a todas las ceremonias de representación con los Príncipes de Asturias. Cómo sería, que cuando ni el Rey ni el Príncipe podían acompañarla, Doña Sofía acudía a la izquierda de su yerno favorito.
Es cierto que Letizia se mira en el espejo de la reina Sofía. Pero también es cierto que su relación es cordial, pero no existe un afecto que ahora tanto necesita la reina emérita. A Doña Leticia le gusta que las cosas se hagan a su modo. Así, por ejemplo, prefiere que sea su madre la que se ocupe de cuidar de sus hijos, más allá de dar cariño y confianza a la madre de su marido.
Pero lo que más distancia a ambas son los nietos de Doña Sofía. Durante los problemas de Iñaki Urdangarín y Cristina de Borbón, la refina emérita se ha ocupado de que ninguno se viera salpicado. Intentó que toda la familia permaneciera unida, que no se rompieran los vínculos. Algo con lo que Letizia no comulga, pues dice ser consciente de la mala imagen que esa relación trae para la Casa Real. Es decir, para Don Felipe.