En Zimbabue nada ha cambiado: la historia del mayor demente económico nunca visto

Zimbabue no es más que otro estado fallido en el corazón del continente africano. Una vasta extensión de tierra sacudida por una sola idea: la explotación de todos aquellos que malviven en el país. Las mismas instituciones extractivas que impusiesen los conquistadores británicos a principios del Siglo XX, sirven todavía hoy para explotar a los ciudadanos por aquellos que exclamaban haberles liberado.

Poco importa que el bastón de hierro lo dirija la Corona de Inglaterra, el dictador Robert Mugabe o su sucesor Emmerson Mnangagwa. El país no solo está abocado una y otra vez al fracaso, sino que con cada nuevo opresor la situación es todavía más crítica.

Hace poco más de un mes, Zimbabue aparecía en las noticias por lo que parecía una buena nueva, por primera vez en mucho tiempo. Entre autoridades, el ejército y la presión popular se había conseguido apartar del poder, al que había sido uno de los dictadores más cruentos del siglo, Robert Mugabe. Durante sus más de 37 años de mandato, Mugabe había aplastado literalmente a su propio país.

La British South Africa Company de Cecil Rhodes manda una expedición militar a los reinos de Matabelelandia y Mashonalandia. En 1901, Rhodes toma el control de ambas y funda –inspirado en él- Rhodesia del Sur

La historia de Mugabe y Zimbabue arranca conjuntamente en 1980, año en el que se crea oficialmente el país. Aunque el comienzo de la misma se retrotrae 100 años atrás, exactamente hasta 1890. En aquel año la British South Africa Company de Cecil Rhodes manda una expedición militar a los reinos de Matabelelandia y Mashonalandia. En 1901, Rhodes toma el control de ambas y funda –inspirado en él- Rhodesia del Sur.

La primera intención de Rhodes fue explotar la minería de metales preciosos, aunque la idea no terminó de despegar. Por el contrario, lo que adquirió cada vez una mayor importancia fue el sector agrícola. Éste atrajo a un gran número de colonos blancos. En 1923, esos mismos colonos adquieren el autogobierno, e imponen un apartheid similar que años antes se había llevado a cabo en Suráfrica. Cerca de 30 años después, en 1965, los mismos colonos declaran unilateralmente su independencia y comienza en Rhodesia del Sur una guerra civil. La guerra acaba en 1980, con el ZANU (Unión Nacional Africana de Zimbabue) obteniendo el poder, con Mugabe a la cabeza.

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Robert Mugabe, en su etapa de guerrillero. BBC

Uno de sus primeros mandatos será el de erradicar a la oposición. Para ello, envía a sus fuerzas especiales –entrenadas en Corea del Norte- a la región de Matabelandia –que tenía mayoría opositora- y acaban con la vida de 20.000 personas. En 1987, reescribe él mismo la Constitución que le convierte en omnipresente y omnipotente. Zimbabue era Robert Mugabe.

El mayor demente económico que se recuerda

La historia siempre recordará al dictador Mugabe por ser uno de los mayores desastres económicos que hayan existido. Ya no solo en estos últimos siglos, sino que tiene un puesto –bastante alto- en el ranking histórico desde que el hombre es hombre. El desastre se resume en lo siguiente: para comprar un simple pedazo de pan, en la Zimbabue de Mugabe, se necesitaban 300 billones de dólares zimbabuenses. Esto es, ¡un tres seguido por 14 ceros!

Mugabe ha sido el rey moderno de la inflación –aunque le han salido competidores como Nicolás Maduro-. Nadie en este aspecto ha llegado a igualar sus cifras, si bien la hiperinflación en la Alemania de la República de Weimar le compite en cifras, Mugabe puede presumir de haberlo logrado dos veces.

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Las cifras son absolutamente devastadoras. La primera gran hiperinflación que vivió Zimbabue comenzó a mediados de los 2000 y terminó abruptamente en 2009. Por el camino, hubo picos estimados con una inflación del quinientos mil millones por ciento, según The Economist.

Todo arranca en el año 2000, cuando la presión del país aumenta y para reducirla Mugabe reedita las antiguas Leyes de Tierra que habían utilizado los británicos en el territorio africano decenas de años atrás. La reforma agraria exprés consistió en la toma violenta de las granjas que tenían en propiedad los ciudadanos de raza blanca del país.

Todo ocurrió de la noche a la mañana. En apenas unas horas, Mugabe había desarticulado la columna vertebral de los ingresos del país, al eliminar el sector más importante y el que más exportaba. Además, esa propiedad se concedió a aquellos ciudadanos afines al dictador a los que se debían favores o pagos. Obviamente, estos ciudadanos apenas tenían conocimiento para explotar las vastas tierras que se les entrego, lo que limitó la producción en los años siguientes. En definitiva, el sector más dinámico del país, el agrícola, se desplomó en las siguientes cosechas y con ello la principal vía de ingresos de Zimbabue.

En apenas unas semanas los precios habían crecido un 231 millones por ciento. Las cifras de un día para otro podían superar el 8.000%. En total, la estimación más cercana databan la cifra en un 500.000 millones por ciento

En ese momento, en Zimbabue se aliaron dos de los términos que sumados, más daño, dolor y sufrimiento han causado a la humanidad en los últimos siglos: falta de ingresos e ideología marxista –como así se reconocía el propio Mugabe-. El país africano tenía mucho que pagar, no solo a los muchos generales del ejército y combatientes fieles al dictador sino también su participación en la guerra civil del Congo. El cóctel explosivo estaba servido.

Los billetes regaban las calles. Los alimentos apenas se producían por el desastre de producción de los nuevos propietarios. La espiral alcanzo un punto autodestructivo que término por implosionar al país. “Aumentaban tan rápido los precios que era casi imposible calcular la tasa de inflación”, señalaba un observador de la ONU a The Economist. La locura se apodero del territorio africano que veía como en apenas unas semanas los precios habían crecido un 231 millones por ciento. Las cifras de un día para otro podían superar el 8.000%. En total, la estimación más cercana –también una de las más modestas- databan la cifra en un 500.000 millones por ciento.

Al igual que 80 años antes, en Alemania, el hundimiento de una sociedad se inmortalizaba con la imagen de un humilde individuo cargando una carretilla repleta de inmensos tacos de billetes, para apenas poder comprar algo de pan y leche. La solución ante el histórico dislate fue eliminar el dólar zimbabuense y adoptar un ‘sistema monetario de babel’, al juntar en el mismo territorio: yuanes, rands sudafricanos, rupias, euros, libras o dólares (que se erigió en oficial).

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Imagen de la cantidad de dólares zimbabuenses que significaban un solo dolar americano.

Todo se cerró con el siguiente apunte contable: 1$ = 35.000.000.000.0000.000 dólares de Zimbabue.

Obviamente, todo no acabo ahí. Más allá del desastre de país que quedo años más tarde se ha vuelto a repetir el dislate. La última invención de Mugabe, como presidente, fue poner en marcha los denominados ‘bonds’, que son resguardos equivalentes a dólares –o eso decía el Gobierno-. La puesta en funcionamiento de este papel resguardo, se tomó como una vuelta al dólar zimbabuense y el pánico monetario ha vuelto al país. Recientemente, Zimbabue se ha quedado sin billetes y ahora la sociedad vive prácticamente sin efectivo.

En definitiva, da igual que el Gobierno jure y perjure que tiene respaldo en dólares. También da igual que haga ver que no son dólares zimbabuenses. La confianza, el primer gran requisito en el pacto monetario entre Estado y ciudadano se rompió estrepitosamente. Por ello, la situación ha vuelto al punto de partida. Conviene que lo recuerden aquellos que no ven relación en imprimir dinero con la inflación, porque lo hace el Estado.

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Emmerson Mnangagwa, inquierza, nuevo Presidente de Zimbabue junto a Robert Mugabe

Caprichos del destino. Ahora son los países más pobres como Zimbabue o Venezuela –Maduro, en otra de sus locuras, apuesta por crear una criptomoneda- los pioneros en desarrollo de la economía digital sin efectivo. Una idea que en el mundo desarrollado se ve como innovadora.

A modo de anécdota, el poder de Mugabe era tan omnipresente, que el dictador es el único ganador de un sorteo de Lotería en Zimbabue, fue en el año 2.000. Pero se debe mirar más allá. El genocida es causante de miles de muertes, de la pobreza absoluta que devora a siete de cada diez ciudadanos y de cientos de atroces delitos más. Sí. Pero no porque se llamará Mugabe, sino por todo lo que le rodeaba. Por las instituciones, y el poder que le confieren sobre las vidas de sus ciudadanos. Por ello, que el dictador se llame Mugabe o Mnangagwa es y será lo de menos, mientras nada de lo demás cambie.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2