La paradoja de Repsol: dispara sus emisiones directas de CO2 por su negocio eléctrico

Repsol está inmerso en su transformación más importante. La firma que preside Antonio Brufau se presentó ante el mercado, el pasado mes de diciembre, con el objetivo de alcanzar en 2050 ser neutra en emisiones de CO2. Con ello, se convirtió en la primera energética, dedicada al crudo y al gas, que tiene en su horizonte un objetivo tan ambicioso. Aunque su futuro verde tendrá que esperar unos años, como reconocen, puesto que cerró el 2019 con un incremento en el número de toneladas directas lanzadas a la atmósfera, aunque sí logró reducir las indirectas gracias a la venta de activos. Un hecho que le costó a la firma 132 millones, hasta tres veces que un año antes.

Resulta paradójico, pero el mismo año que la petrolera española se pone el objetivo de ser enteramente verde coincide con el que rompe su tendencia a la baja en el lanzamiento de gases con efecto invernadero. Así, entre 2016 y 2018 había logrado reducir algo más de un 11,5% el volumen de dichas emisiones, desde los 24,9 millones de toneladas a los 22 millones. Pero en este pasado 2019, el número de toneladas se multiplicó un 12%, hasta los 24,7 millones una cifra muy cercana a los máximos de tres años antes. Si solo se miden las de CO2 las toneladas que Repsol lanzó a la atmósfera de dicho gas aumentó un 12,3%, hasta los 20,1 millones.

Pero, no todo fueron malas noticias para Brufau, ya que la petrolera sí consiguió reducir ligeramente las emisiones respecto a un año antes si se incluyen en el cómputo las emisiones indirectas. La nueva medición, a la que se acogió Repsol en su anuncio de diciembre, procede de los Acuerdos de París y tiene como novedad que incluye la huella de carbono de los productos consumidos. En otras palabras, en este nuevo escenario también se le atribuye a la compañía las emisiones, por ejemplo, de un litro de gasolina que vende en su gasolinera y que quema un usuario. La razón de esta caída está en la fuerte desinversión en activos upstream que ha llevado a cabo la firma.

LA ENERGÍA ELÉCTRICA COMO GRAN CULPABLE

Lo paradójico del 2019 para Repsol no acaba ahí. Hay más. Curiosamente, el responsable del aumento de las emisiones de dióxido de carbono es su nueva área de generación eléctrica, según relata en sus propias cuentas. La petrolera ha dado un paso adelante en la consecución de sus objetivos marcados, como el de crecer en renovables, pero por el momento es el gas y los ciclos, los dos adquiridos en la operación con Viesgo, los que abastecen la demanda de más de un millón de clientes que posee. Es más, hasta finales de este año no se espera que sus parques de energía limpia, un eólico y otro solar, estén en funcionamiento.

La compañía ha hablado en los últimos meses de sus esfuerzos para crecer en activos bajos en carbono. Una situación que contrasta con el resultado obtenido, pero en realidad simplemente es un detalle lingüístico al denominar a los ciclos como bajos en carbono. La catalogación proviene de que en condiciones normales dicha tecnología es capaz de generar una unidad de energía emitiendo un tercio de CO2 que el carbón.

Aunque el ahorro es evidente, puesto que de utilizar carbón las toneladas emitidas habrían sido el triple, no implica que sea una tecnología neutra. Aun menos, cuando su uso se ha disparado en el mercado español. En el caso de Repsol, el uso de los ciclos que tiene en propiedad se ha multiplicado por más de cuatro. Una cifra similar, por ejemplo, a la de Iberdrola. Pero eso no quiere decir que no emita nada, sino todo lo contrario. Más si cabe, cuando su bajo precio actual le ha convertido en un aliado perfecto para el bolsillo de las eléctricas, una fiesta que no se ha querido perder la petrolera.

EL COSTE DE SER CONTAMINANTE SE HA DISPARADO

El hecho de que Repsol haya sido más contaminante directa en 2019 le generó un coste de 132 millones, tres veces más que hace un año. Un gasto, además, que se deduce directamente de los ingresos, puesto que se articula a través de la partida de otros gastos de explotación. La razón del fuerte incremento no se debe tanto al mayor número de toneladas emitidas, sino también al incremento en el precio de los derechos de CO2. Asimismo, que la petrolera ya no podrá beneficiarse de ciertas ventajas que obtenía años antes. Así, el precio del dióxido de carbono se disparó en 2019 casi un 50%, al pasar de los 15,9 euros a los 24,8 euros por cada tonelada. Una cifra que, sin embargo, seguirá creciendo en los próximos años, según estima la propia compañía.

Por otro lado, a Repsol también le ha perjudicado el hecho de que ha expirado la directiva europea de Emisiones, que estaba en su fase 3, lo que implica que se ha producido el final de la asignación gratuita (o se han reducido significativamente los descuentos de adquisición) en muchos de los derechos relacionados con la generación eléctrica. En especial, los relacionados con las actividades de refino, puesto que las infraestructuras de la compañía en esta materia están acompañadas por centrales de cogeneración, que funcionan con gas y carbón, y que han supuesto un coste importante.

Pedro Ruiz
Pedro Ruiz
Colaborador de MERCA2