Ahora o nunca. Airbnb asume que la única alternativa que le queda es salir a Bolsa, como hará dentro de unas semanas; y esperar a que escampe el temporal sanitario. De lo contrario, su modelo de negocio se puede poner en entredicho cuando, en estos momentos, todavía no se puede ver como una compañía rentable.
Esa es la visión del profesor experto en operaciones de Bolsa, John Colley, que pertenece al Warwick Business School. Estima que su valoración no debe sorprender a nadie tiendo en cuentas qué ha pasado en otras compañías de base tecnológica. La clave en esta operación debe ser la rapidez. El mercado descarta que a corto plazo vayan a mejorar los resultados financieros de la empresa de alquiler vacacional. Por lo tanto, existe una preocupación por que se rompa la burbuja que mantiene viva a la plataforma.
Y todo ello llega en mitad del covid, sin visos de una recuperación temprana y con fuertes restricciones a la movilidad en la mayoría de mercados donde opera. Y eso incluye una fuerte refinanciación para salvar la compañía y despidos.
Por este motivo, añade el experto, Airbnb lleva meses invirtiendo de manera significativa para aumentar las tasas de crecimiento antes de la salida a Bolsa. Del igual manera, reducir el impacto de críticas negativas, como la seguridad o el impacto en el precio del alquiler en las regiones donde realiza mayor volumen de negocio, se ha convertido en una preocupación recurrente en los últimos tiempos.
AIRBNB ANTE UN ESCENARIO COMPLICADO
Para entender el contexto de la salida a Bolsa de Airbnb también hay que poner el foco en su competencia. Booking, Expedia o Google han desarrollado negocios paralelos con el alquiler vacacional, y el reparto de la tarta de ha contraído. Eso genera ciertas dudas sobre la rentabilidad del negocio a largo plazo.
Algo que ya se está notando. La empresa con sede en San Francisco (California, EE.UU.) presentó en la tarde del lunes la documentación exigida por la Comisión de Mercados y Valores de Estados Unidos (SEC, en inglés), que muestra unas pérdidas acumuladas en lo que va de año de 697 millones de dólares.
Entre enero y septiembre de 2020, Airbnb facturó 2.520 millones de dólares, un 32% menos que los 3.700 millones ingresados en el mismo período de 2019, una caída sustancial a la que ha contribuido decisivamente el parón de la actividad turística y de la movilidad a consecuencia de la pandemia de covid-19.
Pese a la caída generalizada de ingresos y a las pérdidas anuales, la compañía obtuvo en el último trimestre (de julio a septiembre de 2020) unos beneficios netos de 219 millones de dólares, algo que podría explicarse tanto por un cierto repunte de la actividad como por la drástica reducción de los costes de personal tras los despidos masivos de la primavera.
Airbnb planea debutar en el Nasdaq neoyorquino en diciembre bajo el nombre «ABNB», en una operación pública inicial que según la última valoración en el mes de abril rondaría los 18.000 millones de dólares, una cifra que supone casi la mitad respecto a una estimación previa que calculaba su valor en 31.000 millones.