Los grandes transatlánticos multimedia que dependen en excesivo del papel seguramente no vayan a ser capaces de reponerse de la cornada casi mortal que han sufrido. Y para muestra, el Grupo Godó. Este holding presidido por Javier de Godó, editor de La Vanguardia, facturaba en 2007 más de 333 millones de euros… y en 2018 esta cifra se desplomó por debajo de los 168 ‘kilos’.
Este hecho obligó al Conde a tomar en marzo del presente año una medida insólita en los 140 años de La Vanguardia: cambió de director sin que el saliente cayera por motivos políticos y sin que el entrante lo hiciera bajo padrinazgo del poder.
Es decir, Màrius Carol se convertía en consejero editorial VIP sin que nadie de Moncloa, Zarzuela, la Generalitat o el Ibex 35 les interesase mínimamente su irrelevante salida. Y llegaba Jordi Juan, al que los viejos sabuesos del diario catalán miraban con arrogancia porque, decían, amarilleaba el digital con clickbait sobre ‘Gran Hermano VIP’.
Cierto es que no es muy edificante exprimir la telebasura para convertirla en un subproducto digital lleno de publicidad intrusiva. Pero este trabajo es mucho más digno que el que se practicaba antaño en demasiados diarios: dejar de luchar por el negocio, sea con tonos amarillos o rosas, porque el poder le aseguraba la ganancia…
PAYWALL EN LA VANGUARDIA
La Vanguardia es el penúltimo de los grandes del papel que se lanza al muro de pago. El diario de Godó asegura que su modelo de suscripción le permitirá «mejorar nuestro contenido en profundidad y la innovación en nuestra versión web, sin disminuir lo más mínimo la dedicación a nuestra versión en papel».
«Para todos aquellos que ya son suscriptores del diario, y como premio a su compromiso y fidelidad, esta suscripción no tendrá coste alguno. Para disfrutar de la misma solo tiene que esperar a que le aparezca un mensaje mientras navegue por la web donde le pedirá suscribirse, en ese momento pulse en el botón ya soy suscriptor y siga las instrucciones«, añaden.
Y recuerdan que «para todos aquellos que quieran suscribirse a nuestra versión digital, hemos fijado un precio que seguramente le sorprenda. Solo por 5,99 € al mes se podrá acceder a todo el contenido diario que genera la redacción de La Vanguardia sin restricciones ni número máximo de artículos gratuitos«.
Aunque el precio casi se doblará si se quiere acceder a la versión PDF del emblemático diario barcelonés: «Para los lectores que quieran además acceder a la versión digitalizada del diario en papel, hemos preparado una suscripción de 9,99 € al mes. La razón de fijar un precio tan competitivo es que no queremos que este sea una barrera de entrada para nadie. Tenemos la convicción de que un modelo de suscripción se basa en construir una relación de confianza duradera, donde las dos partes, lectores y cabecera, salgan reforzados».
CALIDAD
La Vanguardia explica que «el modelo será muy parecido al que ya aplican los mejores diarios del mundo. Los lectores tendrán un número de noticias cada treinta días y, una vez consumidas, deberán suscribirse para poder seguir leyendo».
Aunque, añaden, «los medios tenemos un deber social en democracia y, por eso, no tendría sentido que cerráramos sin más toda nuestra información sin permitir un acceso gratuito a la misma. De hecho, habrá noticias de gran importancia que permanecerán siempre abiertas como servicio para la sociedad».
GREGORIO MORÁN GANA A LA VANGUARDIA
La Vanguardia también es noticia porque hace unos días el Tribunal Supremo no admitió el recurso del Grupo Godó contra la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obligaba a readmitir o indemnizar con 143.052 euros al gran Gregorio Morán.
El periodista asturiano, que en los últimos meses se está convirtiendo en la sombra de lo que fue por su disparatada obsesión contra el nacionalismo del que vivió (véase su etapa al frente de La Gaceta del Norte, cuyas facturas pagaba directamente el PNV), ha mostrado su felicidad.
Morán asegura que tiene entendido que «La Vanguardia, en su secular trayectoria de oportunismo político, no perdió nunca en los tribunales. Siempre consiguió comprar a alguien cuando temía una derrota o cuando el adversario se lo ponía muy fácil para que el costo de la transacción fuera mínimo. En esta ocasión he tenido la suerte y el privilegio de que después de tres años de recursos judiciales hayan perdido su apuesta».
Y añade: «Intentaron, como siempre, una salida; en este caso pagar la minuta de mi abogado si se avenía a dejarme; él podía poner el precio. La dignidad profesional de José Manuel Morante llevó el caso hasta el final y el Tribunal Supremo ha confirmado la resolución del Superior de Cataluña. Mi despido fue ilegal». Felicidades.