Los últimos 40 años de España no se pueden entender sin la pluma brillante e independiente de Gregorio Morán, que ha cosido nuestra historia con trece obras mayúsculas que van desde los sanos ajustes de cuentas a las radiografías de algunos de los impostores que han tutelado nuestro día a día.
El periodista asturiano puso los puntos sobre las íes sobre la segunda Restauración borbónica décadas antes del 15-M: ‘Adolfo Suárez: historia de una ambición’ y ‘El precio de la Transición’, en el que Juan Carlos I no sale muy bien parado.
¿Y para saber qué pasó en la oposición democrática? ‘Miseria y grandeza del Partido Comunista de España’, ‘Testamento vasco’, ‘Los españoles que dejaron de serlo: Euskadi’ o ‘La decadencia de Cataluña contada por un charnego’.
El intocable mundillo cultural y su evolución desde el marxismo hasta el ultraliberalismo se advierte en ‘El cura y los mandarines’, cuyo antecesor es ‘El maestro en el erial: Ortega y Gasset y la cultura del franquismo’.
En el programa de la Cadena SER ‘Los muchos libros’ acaban de hacer un homenaje a su obra colosal. Antonio Rubio explicaba en el programa que Morán «es un hombre cuya base se fundamentaba en la ética, no se ha vendido nunca al poder, y tuvo y pudo todas las posibilidades para llegar a ello».
Rubio explica que es «el filósofo, el ensayista, la ética personificada y un profesional realmente increíble» en un mundo en el que se vive «de confusión política e intelectual, para poder entender España hay que leer las obras de Gregorio porque cada una de ellas ocupa una etapa política de nuestro quehacer».
EL DESQUITE DE GREGORIO MORÁN
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha condenado a La Vanguardia a indemnizar a Gregorio Morán con 143.052 euros o a readmitirlo como columnista tras un despido «improcedente» porque su situación «era equiparable a la de los falsos autónomos».
Recuerden que en verano de 2017 Godó echó a Morán tras censurar su artículo titulado ‘Los medios del Movimiento Nacional’. El periodista explicaba que «nunca se hizo tan evidente, desde los tiempos del franquismo, el dilema de estar con el poder o contra el poder. Y aquí entramos los plumillas».
Los fondos destinados a diarios como ‘Ara’, ‘Punt Diari’, TV3, que superan Canal Sur de Andalucía o el canal de Madrid, que ya es decir, cantidades de todos modos exorbitantes que pagamos todos los ciudadanos, desde Cádiz a Girona, y donde sobreviven 7 directivos de TV3 con salarios superiores a los 100.000 euros, podrán parecer una nadería frente a las estafas reiteradas del PP, pero describen un paisaje», añadía.
Y remataba: «Cobrando eso, ¡cómo no voy a ser independentista! ¡Qué simples somos cuando decimos que esos medios no los ve ni los lee nadie! Se equivocan y por eso estamos donde estamos. El columnistatertuliano podrá ser despreciado, y lo merece, pero crea opinión. En muchos casos es su única fuente de información. Son los Jiménez Losantos del Movimiento Nacional catalán«.
Morán recordaba: «¿Acaso el viejo “Arriba” del franquismo, o ‘Pueblo’, o las agencias gubernamentales las leía alguien? Pero estaban ahí, presentes, supurando la bilis contra el enemigo. Ayer como hoy. Son una especie de diarios virtuales, anónimos, a los que los idiotas echan una ojeada que les basta para saber por dónde va la cosa».
LA CENSURA
Gregorio Morán, que también sufrió el cierre del digital Bez, explicó en su día su salida del periódico hegemónico en Cataluña: «La censura siempre es parecida, la diferencia es que ahora ya no recurren a la censura. Simplemente, te callan. Quién no ha pasado por la retirada de un artículo. Pero esto es otra cosa: es eliminar una voz crítica». Tras su despido, firmó por el digital ‘unionista’ Crónica Global.
Pero también fue despedido por un artículo titulado proféticamente ‘De la miseria del gremio’, donde recordaba que se cumplía el primer aniversario de su salida de Godó: «El oasis que instituyó Jordi Pujol fue, al tiempo que una fuente de beneficios para su familia, un lugar donde los medios de comunicación hicieron de palmeras. Así se cumplía el hechizo. Se cubrió todo con un manto de silencio y benevolencia. Ni una piedra interrumpió la placidez de la charca», denunciaba.
Y añadía: «Es posible que algún día alguien detalle el caso Marius Carol, o cómo un hijo de portera de la calle Princesa acaba de guiñol trajeado y todólogo tertuliano experto en el gran mundo. Un caso de alpinismo económico que le llevó a comprar una casa en el Ampurdán vecina a la de Josep Piqué, recién incorporado al Consejo del Grupo Godó. Un mérito doble parecido al que su antecesor, José Antich, obtuvo presionando para que aceptaran sumar al Conde de Godó al Consejo de La Caixa. Los arribistas pagan a sus conseguidores con beneficios contantes y sonantes«.
Morán, tras ser censurado, denunció: «Mi artículo del último sábado de julio fue prohibido. Me engañasteis al decirme que ese día no saldrían artículos de opinión y ahora me entero por ti que ni fue publicado ni lo será. En Cataluña hemos pasado de la dictablanda de Pujol a la de La Caixa y La Vanguardia del Conde de Godó. No hemos avanzado mucho salvo en desvergüenza«.
Jesús Cacho, siempre ojo avizor, tuvo el acierto de incorporarlo a Voz Pópuli y Morán hizo una promesa: «Hasta que el cuerpo aguante y para no sentir la vergüenza íntima de que me consideren un equidistante. A la historia me remito, la equidistancia siempre fue un sucedáneo de la falta de criterio o de la cobardía«.