Dice la Real Academia Española que la cultura es el «conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico». La pena es que lo que hoy llamamos cultura apenas aporta conocimientos y mucho menos ayuda a la construcción de una mirada crítica que se separe al individuo del pensamiento único del rebaño.
Todos los medios hablan de iniciativas culturales cuando hablan los conciertos de la música indie por Instagram o de las películas que regalan determinadas plataformas para soportar el confinamiento. Pero, ¿por qué lo llaman cultura cuándo quieren decir entretenimiento estéril?
No hay más que pasarse por uno de esos festivales dedicados a la música indie, Movida madrileña descentralizada, para advertir que las letras ‘tontipop’ tienen similares pretensiones a la porquería electrolatina que resuena en Los 40 Principales. Pero los partidarios de Love of lesbian miran por encima del hombro a los de Melendi, que también invita al nihilismo.
EL CINE, PEOR QUE MAL
¿Y en el cine? No hay más que ver la última gala de los Goya. En esta ceremonia se contrapusieron un haiku gallego delicioso, ‘Lo que arde’, y un retrato contra el fascismo, ‘La trinchera infinita’. Pues bien, ganó ‘Dolor y gloria’, obra masturbatoria y superficial de un Pedro Almodóvar en plena gira de despedida.
El manchego, confinado en su acuario casero desde hace décadas, ya no tiene nada que contar, es evidente, pero hace dos décadas nos hacía removernos en nuestros asientos con ‘Hable con ella’ y ‘Todo sobre mi madre’ y ahora simplemente pide limosna afectiva ya que es un señor de setenta años que echa de menos a su mamá.
Cierto es que Almodóvar se la juega, pintada de «yo sí te creo» y producción de esa joya documental ‘El silencio de los otros’, pero es una pena que la última parte de su filmografía esté entregada al esteticismo en vez de reivindicar ciertos asuntos sociales.
El manchego, listo como él solo, entona el mea culpa a su manera y en ‘Dolor y gloria’ promociona ‘Cómo acabar con la contracultura’, ensayo imprescindible en el que el cine frívolo de Almódovar queda a la altura del betún por obra y gracia de la pluma afilada de Jordi Costa.
CULTURA Y POLÍTICA
Peio H. Riaño anda promocionando ‘Las invisibles’, libro-denuncia que señala al Museo del Prado por albergar cuadros con seis violaciones a mujeres en las que el abuso queda soslayado en las cartelas que acompañan a la obra.
El periodista de El País asegura que es un error «creer que el arte está al margen de la política y que cuando uno entra en un museo entra en un espacio frío, higienizado, indoloro y sin carga que pueda cuestionar la ideología de cada uno. Uno cree que entra al museo para apartarse del ruido político diario, y nada más alejado de la realidad. Un museo es una máquina política imparable, está construyendo un relato constantemente. El problema del Prado es que el relato que construye es un relato contra la mujer y, por tanto, contra la sociedad en la que vive».
«No sé si planteo el museo como herramienta transformadora, prefiero pensar que por qué no. Pero sí creo que un museo debería ser un reflejo de la comunidad en la que actúa: más que una herramienta transformadora debería ser un espejo. Pienso que los cuadros no son tanto una pintura como un espejo en los que cada comunidad se mira y crea un relato de identidad propio. A la hora de definirlos y describirlos se está escribiendo a sí misma», explica en El Salto.
LOS MEDIOS Y LA CULTURA
Hace años que las teles privadas enterraron sus contenidos culturales, a excepción de los concursos mainstream y los conciertos de madrugada puestos en pie para que la SGAE no les sangre en materia de derechos de autor.
Howard Beale en ‘Network’ decía casi medio siglo que «la televisión no es la verdad. La televisión es un maldito parque de atracciones. La televisión es un circo, un carnaval, una trouppe itinerante de acróbatas, cuentistas, bailarines, juglares, monstruos de barraca de feria, domadores de leones y jugadores de fútbol. Estamos en el negocio de matar el aburrimiento».
Y la cultura está para eso: los truculentos films alemanes de Antena 3 o los millonarios blockbusters hollywoodenses que emite Televisión Española son parte de esta cadena cultural ineficaz de la que solo se escapa en parte TVE.
‘THIS IS ART’
La cadena pública tiene buenos profesionales, Carlos de Vega en los ‘Telediarios’, y espacios con criterio como ‘Días de cine’, ‘Página 2’, ‘El cine de La 2, ‘Historias de nuestro cine’, ‘Días de cine clásico, ‘Versión española’ o ‘La hora musa’. Radio 3, a pesar de su giro indie, y Radio Clásica, con su falta de recursos, también mantienen cierto nivel.
La 2 de TVE también emite hace unos meses un espacio muy recomendable llamado ‘This is Art’, simpático espacio en el que Ramón Gener demuestra que es un eficiente divulgador a pesar de que en muchas ocasiones antepone la puesta en escena sobre el guión. Al espacio, al igual que a otros muchos programas culturales, le faltan proteínas y le sobran colorines.