‘Lo que arde’: las tres teles que financiaron la película del año

Tres frases resumen el que quizás sea el mejor film español de la última década, ‘Lo que arde’. La película gallega nos muestra la relación de Amador, recién salido de la cárcel por quemar el monte, con su madre Benedicta.

El varón, indio norteño, desaliñado, cincuentón y circunspecto, llega al caserío aislado y se encuentra a su madre en la huerta. Ella lo mira. Calla. Acaba la tarea. Y le da la bienvenida: «¿Tienes hambre?». Brutal: el norte.

Segunda escena. Un vecino inquiere a Amador para que le ayude a restaurar un viejo caserón que pretende reconvertir en casa rural. Al pirómano le dicen que la zona se llenará de turistas. Y ni España vacía, ni ostias: «¿Qué puede tener de bueno?», se pregunta.

Amador aspira ‘La lluvia amarilla’ de Julio Llamazares para sentirse harto de los urbanitas que miran a la España vaciada con duelo. Está harto de los imbéciles que simplemente quieren echarse fotos para el bulímico e hipócrita Instagram en los pueblos, necesitados de servicios, de wifi y de ventajas fiscales (y no de horteras y de los mochufas de los que se ríe Santiago Lorenzo en ‘Los asquerosos’).

‘LO QUE ARDE’ Y EL NIÑO ADRIÁN

Volvemos a paladear la frase: «¿Qué puede tener de bueno?». Qué traerán los turistas aparte de postureo, parece preguntarse. Amador se convierte en Adrián, el niño asturiano de trece años al que le molestaron hace unos meses las cámaras de La Sexta. Al chaval de trece años le preguntaron si quería que hubiese más niños en la aldea. La respuesta se hizo inmortal: «No, porque no quiero que me toquen los cojones».

'Lo que arde'
El libro ‘La lluvia amarilla’: icono para la España vacía.

Tercera escena de ‘Lo que arde’: madre e hijo se sientan en el prado, almuerzan y miran a los árboles, pasto de negocio en invierno y de preocupación en verano. Amador relata con su escasa cultura que los eucaliptos no dejan crecer la hierba a su alrededor.

Benedicta, que con los días ya le ha dicho a su hijo que está feliz de tenerlo en casa, otra vez el norte, lo tiene claro: «Si hace sufrir es porque sufre». Y el que sufre es Amador, un «pobre hombre» según los funcionarios judiciales que «no lo tuvo fácil», en palabras de un vecino. Laxe prefiere no tirar sobre este argumento que nos susurra de fondo durante toda la película.

PROTAGONISTAS

Benedicta y Amador se quieren, pero rara vez se miran. Menos es más: Oliver Laxe, coguionista y director de esta joya del cine independiente, ha podado el guión y los diálogos de ‘Lo que arde’ caben en diez cuartillas.

Madre e hijo comparten protagonismo en ‘Lo que arde’ con el silencio, espeso y necesario, una perra, algunas vacas, una lluvia que aísla, una orografía escarpada que obliga a la reflexión y una condena social a Amador que le persigue por esos entierros en los que José Luis Baltar hizo negocio político.

El amago de la historia de amor entre Amador y la veterinaria que no quiso salir del pueblo está en armonía con la España vaciada de la parroquia lucense que conocemos en todos sus ámbitos: la cocina económica con una hogaza de pan cuyo olor traspasa por los poros de la pantalla cinematográfica y que nos retrotrae a las ‘Alas de mariposa’ de un virginal Bajo Ulloa.

También chusmeamos en los ojos de los animales: el agujero negro de las vacas por el que se asomaba Medem cuando se dedicaba a la poesía en vez de al porno. Una escena de violenta unidireccional pone la guinda a ‘Lo que arde’, rematada sin estridencias por Laxe, mimado con merecimiento en Cannes y San Sebastián por su capacidad para no juzgar. Para no juzgarnos.

LAS TRES TELES QUE FINANCIARON ‘LO QUE ARDE’

Televisión Española, Televisión de Galicia y Euskal Telebista, tres teles públicas y no es casualidad, apostaron por este haiku gallego: un proyecto valiente que se las verá en los Goya con otros proyectos meritorios en el fértil 2019 español.

‘Lo que arde’ no lo tendrá fácil con ‘Dolor y gloria’, merecido partido de homenaje a Almodóvar que no puede hacer olvidarnos que la película, tal y como está concebida, es simplemente un extracto de la pelusa que vive en el ombligo del artista.

'Lo que arde'
Pedro Almodovar está recibiendo multitud de homenajes gracias a ‘Dolor y Gloria’. Foto: El Deseo.

El manchego, arrasado por el pánico de la última recta, nos regala alguna dulce pincelada infantil que no compensa la falta de columna vertebral argumental de la que adolece una peli premiada por encima de su calidad.

TRENES Y TRINCHERAS

Tampoco puede tirar cohetes Amenábar con ‘Mientras dure la guerra’, corto alargado para los no iniciados del que se pueden extraer tres elementos positivos: la recreación del golpe en Salamanca, la exhumación del espíritu de Franco sin caricaturas y la actuación de Karra, que competirá con Banderas por ser el mejor actor del año para la Academia.

Mejor que las sobrevalorados taquillazos de los oscarizados encontramos a ‘Ventajas de viajar en tren’, brutal mosaico que acierta con un triple salto entre la comedia y la tragedia que adapta lo que parecía imposible: una novela de Orejudo.

Y en el mismo peldaño se encuentra ‘La trinchera infinita’, perfectos tanto Antonio de la Torre como Belén Cuesta. El homenaje al alcalde de Mijas que estuvo treinta años escondido cual topo se queda un pelín corto para los que vieron el documental ’30 años de oscuridad’ de Manuel H. Martín.

Eso sí, ‘La trinchera infinita’ consagra la voz de Garaño y Goenaga, que se divirtieron con Lucio Urtubia, se atrevieron con ’80 egunean’, nos acongojaron con ‘Loreak’ y aprobaron con una pirueta que podía haber sido mortal, ‘Handia’.