El Gobierno de Pedro Sánchez relega a un segundo plano al turismo

Nombres mediáticos como el del astronauta Pedro Duque, guiños a los catalanes y andaluces con varios paisanos con carteras ministeriales y políticos de experiencia como Josep Borrel formarán parte del Gobierno de Pedro Sánchez. Pero tras varios días escuchando el chorreo de nombres y ministerios –algunos hasta nuevos– y una vez hecho público el Ejecutivo, el turismo vuelve a ocupar un segundo lugar en la política española al caer en un ministerio donde no encaja y con una ministra con escasas nociones sobre el sector turístico.

La pregunta sobre dónde se encajará en el organigrama ministerial ya tiene respuesta: junto a Comercio e Industria, como ya hicieran los gobierno socialistas anteriores. Al frente estará la diputada del Psoe en la Asamblea de Madrid, Reyes Maroto. Hasta la fecha era secretaria de Desarrollo Sostenible del PSOE madrileño, Portavoz de Presupuestos, Economía, Empleo y Hacienda en la Asamblea regional. Es decir, alguien con poca experiencia en el sector turístico.

Tradicionalmente, este ministerio siempre ha sido un cajón de sastre donde el turismo ha tenido diversos y curiosos compañeros a lo largo de las legislaturas. La última –con Mariano Rajoy– junto Energía y Agenda Digital, pero antes estuvo con Industria o Comercio –en las legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero–.

Entre 1996 y 2004, con José María Aznar, desapareció como ministerio para estar incrustado dentro del de Hacienda. Con Felipe González tuvo Ministerio, pero combinado a veces con Comercio y otras con Transportes y Comunicaciones. Hasta con Suárez tuvo su pequeño hueco en una cartera ministerial junto a Comercio.

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Sin embargo, parece curioso que el famoso “motor de la economía” vuelva a perder importancia en un Gobierno. Desde hace años, el sector turístico reclama mayor apoyo de los gobiernos llegando incluso a pedir un ministerio en exclusividad. Pero lo cierto es que los distintos Ejecutivos, con independencia de su color político, han ido dejando de lado a un sector que supone el 12% del PIB y el 13,3% (2,5 millones de trabajadores) del empleo total en la economía española, según la Encuesta de Población Activa (EPA).

La importancia de este es obvia. Su superávit arrancó este año con una subida del 4,7% en enero, hasta los 2.361 millones de euros con respecto al mismo mes de 2017, según los datos de la balanza de pagos del Banco de España. Solo en 2017 recibimos 82 millones de llegadas de turistas internacionales, un 8,9% más que en 2016. Pero las previsiones apuntan mucho más alto. Se espera que el país llegue a los 121 millones de turistas en 2028 y se espera que en diez años el sector turístico genere 500.000 nuevos empleos, según las últimas estimaciones del Consejo Mundial de Viaje y Turismo (WTTC).

PRESUPUESTOS INJUSTOS PARA TURISMO

En abril, el todavía Ministerio de Turismo liderado por Álvaro Nadal publicó los presupuestos de los tres departamentos que lideraba con una clara descompensación. Energía se llevó la gran mayoría: 4.542 millones de euros, un 7,44% más que en el ejercicio anterior. Tras este, el área de Sociedad de la Información y Agenda Digital está dotada con 670 millones de euros. Y, por último, el turismo. Este apartado se lleva 339 millones de euros.

En los últimos años el presupuesto ha sufrido leves caídas o subidas que contrastan con los “famosos récords” de turistas que cada año consigue batir España. Así, en 2017 la partida presupuestaria fue de 302,14 millones de euros; en 2016, de 329,26 millones de euros; en 2015, de 323,02 millones de euros; y en 2014, de 313,96 millones de euros.

DESAFIOS FUTUROS

En el último año, Gobierno, Ministerio y sector fueron de la mano al coincidir en la necesidad de “gestionar el éxito” y apostar por la calidad del turismo; y no tanto por la cantidad regada en los famosos “récords”. Sin embargo, no se hizo nada en favor de esta teoría. De hecho, Nadal es uno de los ministros que pasa por este departamento sin pena ni gloria por las escasas medidas que puso en marcha.

Un reto para la nueva ministra socialista al que se suman otros como la polémica de los pisos turísticos, la economía colaborativa representada por plataformas como Airbnb, la turismofobia y la futura perdida de los turistas prestados por los conflictos en países árabes.