La emblemática mansión de Molino de Hoz, en Las Rozas (Madrid) que durante años fue sinónimo del lujo, la elegancia y la historia televisiva asociada a María Teresa Campos, ha encontrado un nuevo destino inesperado. Tras la muerte de la periodista el pasado 5 de septiembre de 2023, la propiedad dejó de ser simplemente una residencia cargada de recuerdos familiares y se ha transformado en la sede de una próspera empresa de moda, dando así un giro radical a su historia reciente. Esta vivienda, en la que también residieron Terelu Campos y Carmen Borrego durante años, fue testigo de momentos íntimos, programas de televisión y muchas de las etapas más importantes en la vida de la presentadora. Ahora, su funcionalidad ha cambiado, pero sigue siendo un espacio relevante, aunque por motivos muy diferentes a los de antes.
La mansión Campos está en Madrid

Durante más de dos décadas, la mansión representó el centro del universo familiar de María Teresa Campos. En ella se grabaron programas tan conocidos como Las Campos, donde se permitió al público ver los rincones de esta casa majestuosa, con sus salones de techos altos, su cocina espaciosa y sus cuidados jardines. También fue escenario del programa Mi casa es la tuya, en el que María Teresa abrió las puertas a Bertín Osborne y a miles de espectadores que pudieron contemplar la decoración clásica, los cuadros, las lámparas y el estilo personal que impregnaba cada rincón. Sin embargo, a partir de 2015 comenzó una larga etapa de intentos de venta que duró seis años. La mansión, inicialmente tasada con un valor mucho más elevado, terminó vendiéndose finalmente en 2021 por 2,5 millones de euros, una cifra muy por debajo de lo esperado, pero que puso punto final a una operación inmobiliaria marcada por la dificultad para encontrar comprador.
Lo que no se preveía en aquel entonces era que quien adquiriría la propiedad sería una empresa emergente del sector de la moda: Alma en Pena. Bajo la dirección de su propietario, José Manuel Gil Roldán, esta firma no solo se hizo con una residencia de alto valor simbólico y arquitectónico, sino que también supo integrar la personalidad de la casa en su nueva identidad corporativa. Aunque se han hecho ciertas modificaciones internas para adaptar el espacio a su uso actual como centro de operaciones, se ha procurado mantener parte de la esencia original. Así, los antiguos salones son hoy salas de reuniones, los jardines siguen cuidados al detalle y la piscina climatizada, que fue uno de los grandes lujos de la residencia, continúa en uso, ahora como espacio de bienestar para los empleados.
Actualmente, unas 35 personas trabajan cada día en esta sede de lujo, que funciona más como un enclave creativo que como una oficina tradicional. Con gimnasio, zonas de relax y rincones en los que aún se respira la opulencia que caracterizaba la vida de María Teresa Campos, la mansión ofrece un ambiente laboral único. En lugar de fríos despachos o cubículos impersonales, los trabajadores de Alma en Pena desarrollan sus tareas diarias en espacios llenos de historia y glamour, rodeados de detalles que remiten a una época de esplendor televisivo y personal. Esta convivencia entre pasado y presente ha generado un entorno tan inspirador como funcional, ideal para una marca que busca diferenciarse no solo por sus productos, sino también por su filosofía empresarial.
La empresa que compró la mansión

El uso mediático del inmueble no se ha perdido del todo. Algunos trabajadores han aprovechado los espacios emblemáticos para grabar vídeos promocionales y sesiones fotográficas, sacando partido a la atmósfera inigualable que ofrece el antiguo hogar de la comunicadora. El hall principal, con sus imponentes escaleras y sus lámparas de araña, sigue siendo un lugar fotogénico que ahora sirve como telón de fondo para una empresa que apuesta por una estética cuidada y distinguida. Esa conexión emocional con el pasado ha sido clave para mantener vivo el recuerdo de la casa y para conservar el interés público en torno a su nueva etapa.
La estrategia de Alma en Pena ha resultado ser todo un acierto. Desde su instalación en la antigua mansión de María Teresa Campos, la compañía ha experimentado un importante crecimiento económico. En el año 2022, los beneficios aumentaron en un 55%, y la proyección para los próximos meses es todavía más ambiciosa. La firma ha comenzado su expansión internacional, llegando a mercados como los Emiratos Árabes Unidos y proyectando alcanzar una facturación de 50 millones de euros en 2024. No cabe duda de que el nuevo entorno ha tenido un efecto positivo tanto en la imagen de marca como en la motivación del equipo, ya que el lugar en el que se trabaja también influye en la creatividad, el rendimiento y la cultura empresarial.
La casa de Molino de Hoz ha pasado, en definitiva, de ser un símbolo de la televisión y de la vida privada de una de sus figuras más queridas a convertirse en un modelo de reconversión arquitectónica con éxito empresarial. Aunque muchos habrían esperado que se convirtiera en un museo o en una sede conmemorativa dedicada a María Teresa Campos, el destino ha sido otro. Sin embargo, su esencia permanece. Cada rincón, aunque adaptado a nuevas necesidades, conserva algo del carácter que le imprimió su antigua dueña. Hoy ya no es el refugio de las Campos, pero sigue siendo un lugar que marca la diferencia, aunque en un contexto radicalmente distinto.
El caso de esta mansión evidencia cómo los espacios pueden reinventarse sin perder su identidad. A través de una combinación de respeto por la historia y apuesta por el futuro, la casa que fue durante décadas el epicentro del clan Campos vive una segunda vida igual de relevante. Ahora, bajo la dirección de una firma de moda en pleno auge, continúa atrayendo miradas y generando interés, aunque sea desde otro prisma. Lo que antes fue el símbolo de una era dorada de la televisión, hoy es sinónimo de innovación empresarial y crecimiento sostenido. Así, el legado de María Teresa Campos encuentra una forma insólita pero efectiva de perdurar, transformado en inspiración cotidiana para quienes trabajan entre esas mismas paredes que tantos españoles conocieron a través de la pantalla.